Por: Alexiel
Vidam
Quizás la primera vez que viste Spiderman, pensaste que
obtener ciertos rasgos de insecto podría tener sus ventajas: llegar a tiempo a
todos lados sin gastar en taxi (como el Spiderman de Sam Raimi), subir pisos
rápidamente, eso sin contar el volverte invulnerable y
súper popular (especialmente con esa vecina pelirroja). Sin embargo, cuando
el científico Seth Brundle obtuvo sus propios “poderes” de insecto, créanme que
no la pasó tan bien…
Seth, protagonista de La Mosca (David Cronenberg,
1986), interpretado por Jeff Goldblum, era un científico joven y brillante. Casi
había logrado el Premio Nobel de la Física a sus veinte años, y estaba más que seguro
de poder crear una máquina revolucionaria. Inspirado por su problema de
cinetosis (se mareaba al subir a un vehículo), Seth decidió que era momento de
acabar con el transporte tradicional y crear la primera máquina
teletransportadora.
La máquina de Brundle, consistía en dos telecápsulas al mando de una computadora; la computadora daba la señal, y la primera cápsula desintegraba el objeto, el cual volvía a integrarse -sin diferencias- en la segunda cápsula. Por donde se le mire, una maravilla… salvo por un “detalle”.
La máquina de Brundle, consistía en dos telecápsulas al mando de una computadora; la computadora daba la señal, y la primera cápsula desintegraba el objeto, el cual volvía a integrarse -sin diferencias- en la segunda cápsula. Por donde se le mire, una maravilla… salvo por un “detalle”.
El aparato de Brundle sólo podía teletransportar objetos
inanimados; los animados, terminaban “integrándose” de una manera
completamente desordenada y absolutamente nauseabunda.
(Si no me creen, pregúntenselo a este mandril.)
Seth se sentía completamente frustrado, y trabajaba día y
noche encerrado en su habitación-laboratorio ubicada en el cuarto piso de un almacén
abandonado. Sin embargo, la llave para solucionar el problema, se la daría Verónica -interpretada por Geena Davis-, una ambiciosa periodista interesada en
publicar su trabajo. Ella pronto se vería atrapada por la peculiaridad,
ingenio y simpatía del científico, iniciándose entre ambos un romance.
En medio de uno de sus tantos encuentros es que surge la clave: la máquina de Brundle no es capaz de comprender la naturaleza de la carne. Una vez que Brundle le enseña sobre esto a la computadora, alcanza la cima de su trabajo profesional, pero también, inicia su propia perdición.
En medio de uno de sus tantos encuentros es que surge la clave: la máquina de Brundle no es capaz de comprender la naturaleza de la carne. Una vez que Brundle le enseña sobre esto a la computadora, alcanza la cima de su trabajo profesional, pero también, inicia su propia perdición.
Movido por los celos, y hecho una cuba de pies a cabeza, Brundle tiene la “genial
idea” de probar la máquina teletransportadora consigo mismo. Lo que no percibe,
es que no se encuentra solo en la telecápsula: una mosca ha ingresado junto
a él. ¿Resultado? Brundle va convirtiéndose progresivamente en un monstruo
humanoide con características y hábitos de mosca.
Esto se vería reflejado tanto en su apariencia física (empieza a deformarse, se llena de pelos de mosca, se le van cayendo los dientes, las uñas, etc.), como en su personalidad (pasando de ser un sujeto amable y encantador, a un total cretino), y en su estilo de vida (ingiriendo enormes cantidades de azúcar y vomitando en sus alimentos antes de tragarlos).
Esto se vería reflejado tanto en su apariencia física (empieza a deformarse, se llena de pelos de mosca, se le van cayendo los dientes, las uñas, etc.), como en su personalidad (pasando de ser un sujeto amable y encantador, a un total cretino), y en su estilo de vida (ingiriendo enormes cantidades de azúcar y vomitando en sus alimentos antes de tragarlos).
El nuevo Brundle, se hace llamar “Brundle-Mosca” (“Brundlefly”,
en el idioma original), ya que se considera un ser nuevo y diferente
de su antiguo yo. Podríamos decir que Brundle-Mosca tiene sentimientos
encontrados hacia sí mismo: la parte de Brundle que habita en él, añora
volver a la normalidad, se desprecia, y reconoce que nadie debería acercársele,
pues “no se puede confiar en un insecto”; en contraste, la parte de
mosca se siente fascinada con su propia naturaleza y no tiene una pizca de
escrúpulos.
En otras palabras, la película de Cronenberg no sólo nos seduce
con la brutalidad y el detalle con que muestra la transformación de un hombre
en alimaña; también nos atrapa con en enfrentamiento interno de Brundle-Mosca.
Él oscila entre sus antiguos de deseos de proteger a la mujer que amó —aun a
costa de perderla— y su monstruosa megalomanía, que busca hacerla parte de sus
experimentos a como de lugar.
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