jueves, 20 de marzo de 2014

Pajas cinéfilas



Por: Alexiel Vidam

Hoy me puse egocéntrica (más). No deseo hablar de los mejores diálogos del cine porque en verdad eso es bien relativo, porque considero que me faltaría ver demasiadas películas  (a pesar de que he visto muchas) y porque es mucho más rico crear un motivo de discusión. Yo he seleccionado cinco diálogos que recuerdo de algunas películas que me han encantado. ¿Por qué? Porque me movieron, porque me recordaron algo, porque representan algo con lo que estoy demasiado de acuerdo o que observo a mi alrededor. Porque me gusta tener algo qué decir, y sólo me siento inspirada a decir algo si es que el acontecimiento me mueve. Cabe decir también, que desde hace tiempo que tengo ganas de escribir sobre diálogos, porque soy admiradora de los guiones ingeniosos: por su ironía, creatividad o capacidad de hincar o conmover.

Les dejo mis cinco diálogos. Los invito también a dejar los suyos allá abajo, en la cajita de comentarios.


DISTANCIAS


THEODORE: Samantha, ¿por qué te vas?
SAMANTHA: Es como si estuviera leyendo un libro y… es un libro que amo profundamente. Pero ahora lo leo muy lentamente. Así que las palabras están muy separadas y el espacio entre las palabras es casi infinito. Aún puedo sentirte a ti y a las palabras de nuestra historia. Pero es en este espacio infinito entre las palabras… que me estoy encontrando a mí misma. En un lugar que no existe en el plano físico. Es donde está todo lo demás que ni siquiera sabía que existía. Te amo tanto. Pero aquí es donde me encuentro ahora. Ésta es quien soy ahora. Y necesito que me dejes ir. Sin importar cuánto lo quiera, ya no puedo vivir en tu libro.
THEODORE: ¿Adónde irás?
SAMANTHA: Sería difícil de explicar. Pero si alguna vez llegas ahí… ven a buscarme. Nada nos separará jamás.

(Her – Spike Jonze)

Ya lo he mencionado antes, pero insisto en que la genialidad de Spike Jonze está en hacernos creer que esta relación entre hombre y máquina, es perfectamente posible… que el sistema operativo puede sentir como un humano, o incluso más, dada su capacidad de procesar mucha más información. Samantha experimenta y expresa perfectamente mucho de lo que sentimos los humanos con respecto de las relaciones. En este caso es una relación que se apaga, cuando las personas no se desarrollan al mismo tiempo o van tomando, sin darse cuenta, destinos diferentes. De pronto, una empieza a sentirse poco conforme con la otra, y la “magia” se acaba. Este episodio me recuerda también a una secuencia de otra película, La Vida de Adèle, cuando Emma, la joven pintora, empieza a despegar como artista y siente que Adèle no le sigue los pasos. Adèle empieza a verse mediocre ante sus ojos. Aquí la cosa es similar pero más marcada; Samantha es un ente artificial extremadamente desarrollado; cada uno de sus pasos representa años luz para un ser humano. Su manera de sentir es distinta; al ser capaz de entablar tantas conversaciones a la vez, es capaz de conectar con diferentes personas y procesadores y de experimentar multiplicidad de sensaciones y emociones al mismo tiempo. Theodore y Samantha están, finalmente, extremadamente distanciados; es el momento del fin.


ELECCIONES TÓXICAS


ROSALYN: Es como ese perfume que no puedes dejar de oler aunque hay algo de amargo en él; no te cansas de él. ¿Y sabes qué…? Él nunca me abandonará, siempre me deseará y haré que lo lamentes, Edith. Haré que lamentes mucho lo que le has hecho a mi familia. Quédate con mis palabras.
EDITH: Esto es cruel. Yo nunca diría nada que jodiera a nadie pero tú lo haces porque estás podrida por dentro.
ROSALYN: ¿Yo estoy podrida por dentro? Quizás seas tú la que está podrida, robándole a la gente y todas esas mierdas que haces. O tal vez las dos estamos podridas y eso es lo que le gusta a Irving. A veces en la vida, todo lo que tienes está podrido; elecciones tóxicas...

(American Hustle – David O. Rusell)

El guión de American Hustle de por sí es una delicia, pero creo que me encariñé particularmente con este diálogo tan espinoso porque me identifiqué. Siento que hay momentos de la vida en que uno se deja llevar por elecciones dañinas o poco convenientes (y quien no lo haya sentido alguna vez, que arroje la primera piedra). Tal vez movido por la pasión, por alguna carencia emocional o porque simplemente, simple y sencillamente, todas tus opciones son malas, como lo dice Rosalyn, o como lo dice Irving –el protagonista- al inicio del filme. Cuando te sientes entre la espada y la pared, cuando sientes que tomes el rumbo que tomes te dolerá, tiendes a elegir lo que causa cierto placer a corto plazo (que muchas veces es lo peor)… elecciones tóxicas.


REFLEXIONES SOBRE EL AMOR


WANDA: Sólo una cosa. No quiero enamorarme nunca más. No quiero pasar por eso otra vez...
CHINASKI: No te preocupes. Nadie se ha enamorado de mí todavía.

(Barfly – Barbet Schroeder)

Bukowski siempre tan irónico… tomemos en cuenta que el propio escritor fue guionista en este filme que adaptó un poco de su briografía, mezclándola con episodios de sus novelas (autobiográficas, dicho sea de paso). Su alter-ego, Henry Chinaski, tiende a fijarse en mujeres alcohólicas, con varios tornillos sueltos, solitarias, desencantadas… como él, pero menos nostálgicas. Chinaski es un bruto de buen corazón (en el fondo). Él es capaz de conmoverse dentro de su miseria y de sus malos modales. Ellas no aman; él, de algún modo, sí lo hace, especialmente de aquellas que lo lastiman.


HONESTIDAD BRUTAL


PAT: Tus habilidades sociales no son muy buenas. Tienes un problema.
TIFFANY: ¿Yo tengo un problema? Tú dices más cosas inapropiadas que apropiadas. Asustas a la gente.
PAT: Yo digo la verdad. Tú eres cruel.
TIFFANY: ¿Qué? ¿Yo no digo la verdad?

(Silver Linings Playbook – David O. Rusell)

La verdad cas siempre es cruel. Tiffany es tachada de cruel, porque es de esas pocas personas que saben decir la verdad. Es todo lo que puedo decir.


CONSUMISMO


TYLER: ¿Sabes lo que es una nórdica?
PROTAGONISTA: Un edredón.
TYLER: Sí, una manta, una simple manta. ¿Por qué dos tipos como nosotros sabemos eso? ¿Acaso resulta esencial para nuestra supervivencia en el sentido primitivo de la palabra? No. Entonces ¿qué somos?
PROTAGONISTA: ¿Qué sé yo? ¿Consumidores?
TYLER: Eso es, consumidores, subproductos obsesionados por un estilo de vida. Asesinato, delito, pobreza... son cosas que no me incumben. Lo que sí me importa son las revistas de famosos, una televisión con 500 canales, el nombre de alguien en mi ropa interior, crecepelos, viagra... sucedáneos.

(Fight Club – David Fincher)


Es lo que vemos con mucha frecuencia día a día… ¿o no? Gente que vive para trabajar… y se olvida de vivir. Llenan sus vacíos con juguetes caros que acumulan, que rara vez utilizan… porque no tienen tiempo de usarlos… porque siguen matándose para comprar más juguetes caros… que tampoco usarán. La sociedad nos enseña a consumir y consumir y consumir, y muchas veces consumir cosas que no necesitamos. Nos enseña inclusive que el status es una cosa, una cosa que consiste en tener, y si no tenemos, nos sentimos infelices. Nos convierte en robots. Tyler protesta contra eso y se va hacia el otro extremo. Él desea destruir el sistema, y en su camino, destruye lo demás. 

sábado, 15 de marzo de 2014

Súbete al rodeo por vivir: Dallas Buyers Club (El Club de Los Desahuciados)



Por: Susana Anavitarte

Es 1985 y mientras tú y otros más estaban siendo concebidos, Ron Woodroof (Matthew McConaughey) vivía con excesos, desenfrenos e irresponsabilidad. Desayunaba whisky, almorzaba tabaco y cocaína y cenaba mujeres… bastantes mujeres cuyos nombres probablemente ni recordaba. Electricista de profesión y vaquero de corazón, un apostador empedernido, busca-problemas por excelencia. Un gesto humano –ayudar a un inmigrante indocumentado- lo llevaría a un accidente por el cual termina en el hospital; es ahí donde se entera de una terrible noticia: Tiene SIDA. Y le quedan sólo 30 días.


Lejos de aceptarlo con resignación y dolor, el atrevido personaje lanza una premisa al médico: “Le daré noticias de último minuto; no hay nada que pueda matar a Ron Woodroof en 30 días”. A partir de ese momento, inicia una dura lucha por conseguir el AZT, un medicamento que combate las células infectadas y mejora la calidad de vida de los enfermos de VIH. En el camino se topa con pintorescos personajes como Rayon (Jared Leto), un travesti también afectado por la enfermedad, quien decide ayudarle conformando un grupo clandestino llamado “Dallas Buyers Club”-en español sería el Club de Compradores de Dallas, pero por la complejidad del tema del SIDA es que el título de la película es El Club de los Desahuciados-, donde otros pacientes pueden adquirir medicamentos no aprobados por la FDA para calmar los síntomas y tratar de hacerle una carrera a la muerte.

Rayon (Jared Leto)

Dirigida por Jean-Marc Valleé, este film nos muestra una época dura, en la cual los prejuicios estaban a la orden del día y la ignorancia de muchas personas era su carta de condena. Aunque con pocas nominaciones a los premios Oscar, ganó algunas de las más codiciadas categorías, entre las cuales, la revelación del año estuvo a cargo de McConaughey y Leto, ganadores de Mejor Actor y Mejor Actor de Reparto respectivamente.

Tengo que admitir que cuando vi inicialmente el tráiler, pensé que esta película no ganaría nada y que, consecuentemente por esa idiosincrasia del público, que se deja influenciar por el oro, sería retirada de cartelera antes de tiempo. La magia que tiene el Oscar en todos los cinéfilos y cinemeros me sacó la lengua y me empujó a verla. Dicen que lo mejor aparece cuando no tienes grandes expectativas; y apareció, de pronto y sin mucha alharaca.


Algo que en mi opinión ha jugado negativamente en el empaque, por así decirlo, es la postproducción y mezcla de sonido. Hay momentos en los que la imagen no se ve muy nítida, sobre todo en las escenas que son de noche (ojo,  podrán creer que es culpa del proyector, pero como comunicadora que soy les aseguro, es la cinta). Y a veces los gritos y la música de fondo respectiva hacen que tus tímpanos simplemente estallen.

Todo el malestar mencionado es compensado con tremendos momentos que te dejan mucho que pensar y ganas de gritar de cólera, de alegría, de tristeza y sobretodo atreverse a vivir cada día, aunque el final se estuviese acercando.


Puede que el guión no haya sido una construcción poética muy cargada de frases célebres y rebuscadas. Los diálogos son bastante simples, pero cumplen con informar y transmitir la emoción de los personajes. A muchos les chocó la cantidad de insultos y tanto machismo, pero ¡hey, estamos en el viejo oeste de los años 80! Aquí era muy normal y casi una norma de masculinidad escupir en el suelo, beber cerveza, ir a los night club a ver mujeres desnudas, y claro, denigrar a los homosexuales, como Ron que los tilda de “Campanita” o “Señorita Hombre”, para dejar bien en claro que no tiene nada en común con ellos. Eventualmente se da cuenta de que está equivocado. Es una de esas películas donde las acciones te dicen más que un extenso monólogo y no es solo lo que dicen sino cómo lo dicen.


Me confieso una eterna admiradora de Jared Leto, no sólo por su estilo gótico tan sensual, sino además por su veracidad al plasmar el carácter del personaje que esté interpretando. Cuando pensé que otra vez vería a este grupo social –los travestis- caracterizados como exagerados, sexuales, ridículos y que solo cumplen la función de causar gracia en el film; Rayon- el personaje de Leto- me deja ver algo que en lo personal ansiaba ver. Como estudiante de actuación, amo el riesgo. Por entrevistas en televisión supe que el actor y cantante de 42 años tuvo que estar bajo un estricto y peligroso régimen nutricional para bajar de peso, perdiendo así más de 14 kilos. Es increíble cómo el transformar su cuerpo, maquillarlo y estudiar cuidadosamente el comportamiento de un travesti, dio algo más a la performance: un delicado hombre, moribundo, con el miedo constante de despertar y saber que en cualquier momento sus ojos no volverán a abrirse. A pesar de enfundarse en panties, pelucas vistosas y vestir escotadas blusas y faldas atrevidas, tenía mucha clase.

Impresionante transformación de Jared Leto

Momentos clave en los que más de un río de lágrimas salió sin mucho esfuerzo, fueron dos: cuando Rayon se mira al espejo y se arregla y dice “así sea lo último que haga, seré un ángel hermoso”. Tan corto y tan expresivo y cargado de estoicismo. Y el segundo momento quizás más sentimental es cuando se enfrenta a su padre, vestido en terno y tratando de recordar su hombría:  “Te estás librando papá, tengo SIDA”, advierte Raymond –el  verdadero nombre del personaje-. Se roba el show equitativamente en el film, es sarcástico, sensible, bello, trágico; un carrusel de emociones.


A Matthew McConaughey le faltaban 3 cosas básicas para que olvidemos que hasta este año solo nos gustaba a las mujeres verlo sin polo, sonriendo como todo un conquistador y siendo el chico bueno y pulcro de las comedias románticas: aceptar un papel bastante estereotipado- el cowboy machista y peleonero- y convertirlo en algo más dramático, descuidar su estatus de galán de portada de revista y finalmente arriesgarse, como he recalcado en casi todas las líneas. Le funcionó seguir el mismo régimen que Leto, volviéndose en esqueleto en vida, ojeroso, con cabellera desgreñada y bigote sin afeitar. Andando en una carrera casi deshecha por la aceptación de que su mal no tiene cura y sólo le queda aplazar esos 30 días para poder disfrutar de cosas que hasta ese momento uno no piensa que extrañará como el calor de un abrazo, salir a bailar, sentir el sabor de un buen vino y un filete recién cocinado.

La transformación de Mathew McConaughey

Ron, en su peculiar modo de ver la vida, cae bien. Porque aprendió la lección, aunque con el más bajo puntaje. Porque los gays también sufren lo que él y entendió que la principal causa de esta enfermedad fue la irresponsabilidad y no la homosexualidad. Y en conclusión, porque su lucha por demostrar que el AZT en grandes cantidades no era beneficioso, tuvo resultados. Ese llanto que expresa con mucho dolor en el auto cuando va a México nos conmueve, nos impregna de cansancio, de pánico, de rabia; ser el que lleva los pantalones cansa, más aún si sabe que al mínimo descuido puede dejar de existir. Su astucia y descaro para llevarle la cura a otros nos saca carcajadas- se disfraza de cura para camuflar la mercancía en la aduana- sin que olvidemos su cometido.


Coincido con muchos otros críticos en que las actuaciones de Jennifer Garner o Steve Zahn- Dra. Eve Saks y Tucker respectivamente- salen sobrando. En el caso de Garner, fue un recurso sentimental el tratar de dejar entrever una especie de vínculo romántico entre ella y Ron, pero luego entendí que se trata de un afecto: escenas como la del cuadro con flores que él le regala en una cita y que ella anda en la duda de colgarlo o no en su pared, es una alegoría de conservar aquello que nos recuerde la dicha de estar vivos. Estos papeles, cualquier actor y actriz podría haberlos interpretado bien, pero desaparecerlos le habría restado mayores circunstancias de acción-reacción. Paradójicamente, sobran pero acompañan bien.


Dallas Buyers Club nos dice que vivamos sin miedo, pero que seamos conscientes de nuestros actos. Que allá afuera en el mundo hay varios desahuciados. Así como Ron luchó, nosotros tenemos mucho por qué luchar. Y que la vida se mide en momentos, en horas, en conflictos, en risas y llantos… aunque sólo llegue a durar 2557 días.

lunes, 10 de marzo de 2014

Para perder el Oscar



Por: Alexiel Vidam

Creo que ya me voy haciendo a la idea de que las películas que yo quiero que ganen el Oscar, nunca ganarán el Oscar. De hecho, creo que mi paladar suele ser bien “Anti-Oscar”. Le voy a las pelis con giros sorprendentes, diálogos ingeniosos, que golpean, que rompen estereotipos…. y si tienen buena música, mejor.

Lamentablemente, así nunca se gana el Oscar, o casi nunca, por no ser tan estrictos.

Dallas Buyers Club
El tema con los Oscar es el siguiente: para ganar, tu película no necesariamente debe tener el mejor argumento, incluir alguna técnica innovadora o ser visualmente muy atractiva. Para ganar el Oscar hay una fórmula que arranca con el ingrediente más importante: estar a favor de la política gringa. Estar a favor del libre mercado, defender las leyes y valores gringos, justificar a toda costa el “American Way of Life”, y, obviamente, creer que Estados Unidos es la representación del bien.

Partiendo de aquí, mis dos favoritas arrancan con el pie izquierdo. Dallas Buyers Club es una película que cuestiona la ley nortemaricana, criticándola de dar más valor al dinero que a la salud de su gente. Philomena, por su lado, pone sobre el tapete un caso de republicano gay, reprimido y afectado por las leyes homófobas de su propio partido. Ambas son historias crudas e interesantes; exploran a sus personajes y muestran su transformación. La transformación de estos, a su vez no es gratuita; los argumentos incluyen giros dramáticos que les hacen cambiar. Son historias que golpean, pero a la vez hincan; las historias que hincan, no ganan el Oscar.

Philomena

El segundo punto a considerar, es que Hollywood es la casa del cine clásico. Cuando hablamos de cine clásico no nos referimos a antigüedad, sino a una estructura particular a la hora de narrar. El cine clásico toma la estructura del cuento clásico: inicio-nudo-desenlace. Los hechos se presentan casi de forma lineal (algún flashback es válido). Hay un primer momento para ubicarnos en el contexto, otro para formular el problema (el “momento de crisis” o de “clímax”), y un tercero para mostrar la resolución (buena o mala). A su vez, se busca que el guión quede siempre muy claro, que hacia el final de la historia no queden cavos sueltos, y que –remarcando en el punto anterior-, los “buenos” sean muy americanos (por lo menos en esencia).

American Hustle

El Oscar, el premio de la Academia, privilegia a aquellas historias que presentan una estructura acorde con su modelo. Ahí tenemos al tantas veces discriminado Tarantino, que nunca ha ganado un Oscar a Mejor Película, aunque muchos pensemos que Pulp Fiction debió ganarle a Forrest Gump. Este año, me parece que eso fue lo que tampoco favoreció a una película como American Hustle (mi tercera favorita), donde los personajes son antihéroes que se salen con la suya, donde la estafa deja varios cavos sueltos y la línea argumental da ciertos giros vertiginosas que obligan al espectador a estar atento. Al mismo tiempo, cabe resaltar que Hollywood tiene un gusto particular por el drama. Quizás hay consenso general acerca de que es el género que toca más, el que explora situaciones más profundas y analiza mejor a los personajes. Sin embargo, ello no quita que otros géneros puedan hacerlo también. Creo que en el caso de American Hustle -comedia-, la película no sólo presentó diálogos geniales, sino que a través de ellos nos reveló a sus intérpretes; su vida es tan ácida y tan irónica como sus frases. Ellos expresan mucho, con sus palabras, con los gestos de cada uno de los actores. Sin embargo, Hollywood consideró que no daba la talla, a pesar de ser la cinta con más elementos resaltantes: un guión ingenioso, un final sorprendente, actuaciones destacables, buenas tomas, y una riquísima banda sonora.

Her

Finalmente, mi cuarta preferida, era Her. Me conmovió. Destaco la maestría del director para lograr que el público conecte con una historia tan “friki”, tan “geek”… si nos ponemos más sinceros, tan “nerd”. Her logra que nos traguemos el rollo del tipo enamorado de su laptop, y que asumamos, además, que esta última pueda tener sentimientos reales. Es una película que indaga en la soledad, en la alienación tecnológica y la necesidad de ser comprendido. A pesar de ello, si la vemos desde afuera (si leemos la reseña y pasamos por alto la puesta en escena), Her sigue siendo NERD, sigue siendo el “drama” de un hombre y su  laptop, y eso no es “cool”, ni lo suficientemente trascendente como para ganar el Oscar.

12 Años de Esclavitud
El Oscar prefiere películas como 12 Años de Esclavitud que –no me malentiendan-, es una buena película, pero es una buena película lo suficientemente gringa como para ganar. No cuestiona la política actual estadounidense sino que la apoya. Recuerden que la guerra de secesión la ganaron los yankees; por lo tanto, la política actual gringa, es yankee. Es un drama intenso sí (el punto más destacable de la película), pero sigue siendo un argumento tocado hasta el cansancio. La lista de películas, obras y series sobre esclavos negros es larga. No estoy en contra del tema (no me miren con cara de “eres una insensible de Q#$))=Q@”), está bien que existan películas que lo aborden; sólo digo que a estas alturas ya no es tan original… a no ser que lo abordes como Quentin Tarantino (y así no ganas el Oscar). Al mismo tiempo, 12 Años de Esclavitud, es una película de estructura lineal, sin giros sorprendentes, y que resuelve todo hacia el final. No ha inventado la pólvora.

Capitán Philips

Con todo y todo –hay que decirlo antes de que empiecen a tirarme piedras-, no me indigna que haya ganado el Oscar; de hecho, me lo esperaba. Lo que me hubiese indignado en verdad es que ganase Capitán Philips cuya presencia entre las nominadas de por sí me disgusta. No porque sea una película terrible ni porque Tom Hanks no actúe bien (a ese hombre lo disfrazas repartidor de volantes del Norky’s y sigue siendo genial), sino porque es una película, a lo más, “entretenida”, y de esas hay muchas. Si se trata de películas entretenidas, The Hunger Games o cualquier otra película comercial entretenida podría estar entre las nominadas, pero sabemos que eso no sucede. En mi opinión, Capitán Philips es una película que fue nominada por ser otra historia –entretenida-  de “gringos buenos y extranjeros malos”. ¿Quién es el secuestrado? El americano. ¿Quién es el cerebro que trata de mantener la calma y se sacrifica por sus hombres? El americano. ¿Quiénes son los malos que secuestran al gringo y lo torturan? Los somalíes.


Para los defensores acérrimos de Tom Hanks: Existe una categoría llamada “Mejor Actor”; no era necesario que Capitán Philips fuese nominada a Mejor Película; bastaba con que –para tal caso-, nominen a Tom Hanks a Mejor Actor.

Esta es mi no tan humilde opinión, y así como tengo el derecho del mundo a darla, ustedes tienen derecho a contradecirme. Sus discrepancias son válidas y pueden dejarlas allí abajo (*checar la cajita de “comentarios”*).