Por: Alexiel Vidam
Creía que había completado mi ranking de la películas eróticas, hasta que uno de
esos encontrones repentinos de la vida, me presentó El Duque de Burgundy (2014),
un filme que no sólo resulta extremadamente
provocador, sino también, tan hermoso
en el sentido cinematográfico, como complejo
y excitantemente inteligente en el aspecto narrativo.
El argumento va sobre
el amor, pero sobre un amor completamente heterodoxo… Y cuando digo “heterodoxo”,
me refiero a lo más heterodoxo de lo heterodoxo… tan heterodoxo, que es
heterodoxo hasta para aquello que reconocemos como tal.
Para comprender mejor este trabalenguas, diremos que es la historia de la pareja compuesta por
Evelyn y Cynthia (Chiara D'Anna
y Sidse Babett Knudsen
respectivamente), alumna y maestra de Entomología, especialmente dedicadas al
estudio de las mariposas. Evelyn y
Cinthya tienen una rutina que se repite a diario, en la cual un finge ser
sirvienta de la otra, y, además de dedicarse a las labores de la casa, asume los castigos que la ama dispone, y de
los cuales depende la carga erótica de la relación.
La tensión de la
película gira en torno a la frustrada búsqueda de la felicidad
en la felicidad del otro, en torno al sacrificio y a un equilibrio que tarda en
dar luces. Los personajes alternan mutuamente sus roles de poder dentro de
la relación, a la vez que la interacción se intercala con metafóricas figuras de mariposas, a veces disecadas y clavadas en la
pared, a veces al libre vuelo.
De hecho, una mariposa que aparece con frecuencia en escena,
es la mariposa nocturna, cuyo
significado simbólico es, precisamente, el de la entrega, el sacrificio
desinteresado y la felicidad conyugal. El
título de la película, asimismo, se refiere a una tipo dentro de esta
especie (Hamearis Lucina), y el
término “Pinastri”, presente como pablara segura que usan los personajes
en su juego sadomasoquista, se refiere a un tipo de oruga (animal que –por cierto-, se arrastra).
Entrando en los personajes, Cinthya, es una mujer de unos cincuenta y tantos años que parece
sentirse agobiada por su edad, y que busca en Evelyn –unos 10 o 15 años menor
que ella- un toque de frescura que la reviva. La historia da a entender,
pues, que en algún momento la pareja se sintió plenamente cómoda en su juego de
dominación y sumisión, hasta que los deseos de Evelyn van desatándose al punto de develar a una verdadera masoquista. Esto no parece cuadrar con la
personalidad de Cinthya, quien, después del teatro, espera una noche de abrazos
y frases románticas.
Es aquí cuando surgen los problemas, pues Evelyn comienza a sentirse frustrada y a dictar –una a una- las formas en que desea ser sometida por su amante; esto desgarra progresivamente a Cinthya, quien en principio accede a todos los mandatos de Evelyn, pero poco a poco demuestra actitudes pasivo-agresivas. Sin duda, uno de los elementos más ricos a nivel argumental, es la paradoja de roles entre estos dos personajes, en la cual, quien es dominante en lo físico acaba siendo sumisa en lo emocional y viceversa.
Es aquí cuando surgen los problemas, pues Evelyn comienza a sentirse frustrada y a dictar –una a una- las formas en que desea ser sometida por su amante; esto desgarra progresivamente a Cinthya, quien en principio accede a todos los mandatos de Evelyn, pero poco a poco demuestra actitudes pasivo-agresivas. Sin duda, uno de los elementos más ricos a nivel argumental, es la paradoja de roles entre estos dos personajes, en la cual, quien es dominante en lo físico acaba siendo sumisa en lo emocional y viceversa.
Por otra parte, en
cuanto al trabajo estético, la película, es, por donde se mire, una completa exquisitez.
Si tuviese que elegir una descripción en dos palabras, sería “poema audiovisual”, pues está llena de dobles interpretaciones,
sugerencias y enigmas tanto dentro de lo narrativo como de lo elemental.
Así pues, nos dejamos embriagar por una atmósfera
onírica, en la que el desenfoque
prismático entra en perfecta comunión con el sonido independiente del dúo Cat’s
eyes.
Un detalle a resaltar dentro de este aspecto, es la maestría
con la que el director Peter Strickland
consigue que situaciones comúnmente perturbadoras y repulsivas sean vistas con
total normalidad y magnificencia, llegando a despertar un fuerte deseo. De
pronto, una golden shower o la
solicitud de un inodoro humano son percibidas con la perfecta armonía del
universo mágico al que pertenecen; ése que nos invita a relajarnos y asumir con
serenidad la completa entrega.
La fotografía y la
dirección de arte, en este aspecto, desempeñan un trabajo fundamental. No
sería posible semejante construcción real-maravillosa, de no ser por la precisa
selección de colores –entre rojos
oscuros y azules pastel, de acuerdo a las escenas-, el excelente uso de iluminación y filtros –marcando
la saturación- y unos decorados que
nos trasladan a un espacio temporal indefinido, que podría situarse en un
pasado no muy lejano o en el presente, en una zona apartada, campestre, e ideal
para el desarrollo de un amor completamente atípico.
Catalogada como la
mejor película de 2014 y una de las mejores de la década según el diario LA
Weekly, El Duque de Burgundy es
una pieza cinematográfica que ningún amante del arte y de la belleza misma
puede dejar de ver.
Ficha técnica
Director: Peter Strickland
Productor: Andy Starke
Guión: Peter Strickland
Reparto: Sidse Babett Knudsen, Chiara
D'Anna, Fatma Mohamed
Música: Cat’s Eyes
Fotografía: Nic Knowland
Edición: Mátyás Fekete
Año: 2014
País: Reino Unido
Idioma: Inglés
Género: Drama psicológico, romance,
erotismo
Duración: 104 min
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