Por: Alexiel Vidam
Se terminó Dark (o al menos eso sabemos hasta ahora) y eso genera sentimientos encontrados. Todos ansiábamos visionar el desenlace de esta serie que nos ha reventado las neuronas desde su lanzamiento en 2017, pero, al mismo tiempo, nos ha quedado el hueco de la excelente historia que se fue y que no terminó de resolver todas las preguntas que nos planteó; quizás por un tema de filosofía argumental (nos han remarcado que “lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano”, como lo señalase Isaac Newton anteriormente), quizás, por falta de tiempo para abarcar todo.
Dado que Dark es
una inmensa telaraña, considero necesario dedicarle más de un post. En este primer post, haré un análisis
general de la serie, enfocándome, sobre todo, en la temporada final.
*ATENCIÓN: EL SIGUIENTE ANÁLISIS CONTIENE SPOILERS*
Dark es una serie compleja, y esa complejidad, nos encanta. Pero no nos encanta por esa característica en sí, pues algo excesivamente complejo, puede ser frustrante a la vez. Al no llegar a entender lo que pasa, uno puede cansarse, aburrirse, y dejar de ver. Sin embargo, con Dark no pasa esto.
La tensión está muy
bien manejada a lo largo de la trama, y los personajes son tan redondos, que
uno llega a identificarse con ellos en algún punto (aunque los odie en algún
otro); se produce la empatía necesaria para que el drama de cada uno de
ellos nos genere intriga y queramos saber en qué terminará. Así pues, a uno
puede caerle mal Ulrich por sus recurrentes “resbalones”, pero luego somos
capaces de sentir su dolor y sufrir por él.
Uno de los casos más interesantes en este sentido, es el de Hannah,
uno de los personajes más detestados de la serie debido a su fondo moral. A
pesar de esto, Hannah es un personaje que llega a despertar cierta simpatía
durante sus interacciones con su hijo Jonas, momentos en los que, al no existir
interés romántico, deja de mostrarse como una persona egoísta.
Ahora, el drama que captura tanto nuestra atención desde el principio, resulta ser un arma de doble filo en una serie como Dark, en la cual la cantidad de detalles es tremenda y exige de concentración máxima.
Diría que es imposible poder resolver todos los misterios de esta serie con un
sólo visionado, pues lo más probable es que, en un principio, nos fijemos más
en la tensión emotiva, y recién a la segunda pasada empiecen a aparecer ante
nosotros, detalles que antes no habíamos llegado a captar. Hay que tomar en
cuenta también, que la narrativa de Dark, es muy distinta a la que
observamos en series o películas norteamericanas, donde los detalles tienden a
mostrarse de manera explícita, como para que no le queden dudas al espectador.
En esta serie, por el contrario, casi
nada se señala de manera específica; más bien se tiende a transmitir una serie
de indicios y sugerencias como para que el espectador sea quien saque sus
propias conclusiones.
Y ya que hablamos de indicios, cabe señalar que no todos llegan verbalmente; aquí es que entran a tallar detalles importantes de la producción, como la dirección de arte (escenarios y objetos), el vestuario, el maquillaje, la musicalización y la elección de los actores.
En Dark,
nos movilizamos a través de diferentes épocas; y signos como cicatrices,
pósters, música de fondo, o prendas de vestir son elementales para que podamos
reconocer a los personajes y el tiempo en el que se encuentran. Estos
elementos, en general, están bastante bien trabajados.
De estos puntos, en líneas generales tan bien cuidados, es que surge también uno de los que −a mi parecer− es uno de los errores más garrafales de la producción: el color de los ojos de Jonas, que de adolescente son azules… y en su versión adulta son marrones-verdes, sin que se presente justificación alguna a lo largo de la historia. Por ahí me plantearon que los ojos podían mutar por la radiación, pero Claudia ha mantenido su color de ojos, y ella también ha viajado muchísimo, de modo que la teoría se cae.
Jonas Kahnwald |
Claudia Tiedemann |
Hablando ya de la última temporada en sí, los elementos estéticos que la caracterizan se mantienen (con cierta mejora gracias a un mayor presupuesto). Uno de los más importantes, la fotografía, se caracteriza por el uso de sombras marcadas que representa el tono oscuro del argumento, y el contraste con tonos pálidos transmite también la dualidad entre la vida y la muerte; la creación y la destrucción encarnadas en los personajes de Adán y Eva.
Eva,
se identifica a sí misma como la luz −de hecho, su agrupación se llama Erit
Lux, que significa “la luz” en latín−, pues busca la constante recreación
del nudo, y la continuación del ciclo. Adán, por su parte, representa la
destrucción completa del nudo, y con él, de todos sus integrantes. Esta dualidad también se encuentra dentro
de sus dos personajes principales: Jonas y Martha.
Jonas joven busca la luz, la salvación de sus seres queridos −en especial de Martha−, y suele aparecer vestido con la chaqueta amarilla (esa chaqueta contiene el color que aparece en tono más encendido en toda la serie); su cabello y sus ojos posiblemente también sean particularmente claros por este motivo.
El
Jonas adulto, en contraste, es un personaje que se ve machacado y decepcionado
en muchos sentidos; probablemente, su mirada y cabello más oscuros, pretendan
ser una metáfora de su transición hacia la oscuridad (aunque esto, para
nada ha sido plasmado de manera verosímil). En Martha, el cambio es menos
evidente, pero lo podemos notar en la ropa: Martha inocente utiliza la chaqueta amarilla; la Martha que se
convertirá en Eva, y la que sufrirá en manos de Adán (tras descubrir que ha
sido utilizada), viste ropas oscuras.
En realidad, donde se nota un gran cambio, es en el desarrollo de la trama. Durante los primeros episodios, el ritmo se detiene en mostrarnos los puntos comunes entre el mundo de Jonas y el mundo de Martha, jugando con el efecto déjà vu que cae a pelo con el nombre del capítulo, y se encuentra tan presente en el fondo de la historia.
A pesar de mostrarnos muchas situaciones
similares a las que ya hemos visto, el ritmo está bien manejado; fluye con una
rapidez moderada que nos permite captar la mayoría de detalles (reitero en que
captar todos los detalles de una, aquí es imposible), pero que, al mismo
tiempo, hace avanzar el argumento. Aun así, queda cierta sensación de que el mundo de Martha se presentó de forma
excesivamente resumida, debido a la presión de contar todo en una sola
temporada.
A partir del episodio 6, el ritmo se transforma radicalmente. Comenzamos a correr y a saltar de un año a otro. En un momento estamos en 1888 y en otro estamos en 2052, de golpe. Esto puede resultar bastante confuso. Es necesario tener paciencia y poner pausa de rato en rato para terminar de asimilar lo que está sucediendo.
Asumir también, que tendremos
que repetir las escenas en varias ocasiones. De hecho, para poder aceptar este
cambio brutal en el ritmo narrativo, ya tenemos que estar suficientemente
enganchados con la serie, pues puede llegar a provocar fastidio; se presenta la sensación de que nos están
haciendo correr a toda velocidad y no estamos captando nada. Esto, a mi
parecer, sí es una falla.
Denota un mal cálculo de tiempo; una mala
organización del contenido que se irá mostrando. Pareciera que, en tres
episodios, los creadores estuviesen tratando de resolver todos los misterios
que fueron abriendo a lo largo de las temporadas. Lamentablemente, y como era
de esperarse, no todos llegan a tener respuesta.
Nunca llegamos a saber quiénes más salían en esta foto. |
El misterio principal sí llega a resolverse. Tenemos respuesta a la pregunta de “¿cuál es el origen de todo? ¿cómo se puedes escapar de este círculo?”. Junto con él, y con la atención y paciencia debidas, se llega a resolver otras preguntas que aparecieron con anterioridad: “¿Quién es el padre de Tronte?” “¿En qué se diferencian el plan de Adán y el plan de Claudia?” “¿Cómo es que Jonas se convierte en Adán?” “¿Quién es el padre de Regina?” “¿Quién se llevó a Charlotte cuando era bebé?” “¿Por qué Agnes lleva el apellido Nielsen?”.
Sin
embargo, otras cuantas preguntas
importantes -antiguas y nuevas- no fueron resueltas: “¿De qué
lado está Agnes finalmente?” “¿Cómo se conoció con el padre de Tronte?” “¿Por
qué hay una foto antiquísima de Peter, si finalmente sí era hijo de Helge y
había nacido en los 70?”. Con estas -y otras- preguntas en el aire, hay, desde
mi perespectiva, dos historias que
quedaron a medias y resultaron poco convincentes: la de Aleksander, y la del
hermano de Clausen.
Tanto Alexander, como Clausen, aparecieron como
personajes que iban a aportar algo importante a la trama, y cuyo pasado estaba
lleno de misterios; sin embargo, a ambos se les dio un final demasiado simple y
su pasado se dejó sin desarrollar.
Agnes Nielsen fue un personaje que despertó mucho interés y dejó más de una intriga. |
Además de los puntos débiles ya señalados, debo destacar que hubo un momento en particular que no pude comprar: el momento en que Jonas decide confiar en el redimido Adán. Tomemos en cuenta que Jonas acababa de ver morir a Martha −su Martha− en manos de Adán.
Viéndola en el suelo, llena de sangre, él empieza a
llorar y a prometerle que cambiará todo; que la salvará. Inmediatamente después
de eso, aparece Adán −el que acaba de hablar con Claudia− y le dice a Jonas
que hay una forma de que no se convierta en él… pero que debe darle su
confianza.
A ver… ¿confiarías en el mismo tipo con cara de
monstruo que acaba de matar a tu novia? Además, ¿cómo es que el Jonas que
acababa de jurar que cambiaría las cosas, asume tan rápidamente que, lo mejor
no es tratar de salvar a todos, sino borrarlos completamente?... Yo,
personalmente, no lo asimilo.
En contraste, considero que dos de los momentos mejor logrados de toda la tercera temporada, fueron el final de Katharina y Ulrich, y el momento en que Charlotte y Elisabeth, se llevan a la pequeña Charlotte (sí, Charlotte se secuestró a sí misma, y Elisabeth secuestró a su propia hija… que al mismo tiempo es su madre). En ambos momentos solté varios lagrimones.
No pude con la tristeza de ver al pobre
Ulrich esperando a su esposa eternamente en el psiquiátrico, la misma, que
había sido asesinada por su propia madre (crudísimo). En esta temporada,
también pude terminar de comprender el
dolor de Noah −quien acabó siendo uno de mis personajes favoritos−, desesperado por recuperar a su pequeña hija
y cegado por Adán, quien le lleva a justificar cada uno de sus crueles actos con
tal de alcanzar el paraíso (porque “en el paraíso no hay dolor ni
sufrimiento. Todo lo que hemos hecho, allí se olvida. Todo el dolor que hemos
sentido se borra, y los muertos viven”).
Naoh resultó ser mucho más humano de lo que aparentaba. |
Con sus pros y sus contras, podemos decir que el final es bueno, y que cumple con develar los secretos más importantes que se había presentado. Personalmente llegué a apreciar el final bastante más en el segundo visionado que en el primero (y tras detenerme a repensar en varios puntos que no tenía tan claros); a mi parecer, es un final que, como el resto de la serie, debe observarse más de una vez.
Ficha técnica
Creadores: Baran bo Odar, Jantje Friese
Producción: Baran bo Odar, Jantje Friese, Quirin Berg,
Max Wiedemann
Protagonistas: Louis Hofmann, Lisa Vicari, Andreas
Pietschmann, Oliver Masucci
Fotografía: Nikolaus Summerer
Musicalización: Ben Frost
Opening: “Goodbye”, de Apparat
País: Alemania
Idioma: Alemán
Género: Ciencia ficción, thriller, drama
Temporadas: 3
Nº de episodios: 26 (45-61 minutos)
Primera emisión: 1 de diciembre de 2017
Última emisión: 27 de junio de 2020
*Esta serie está disponible en Netflix.
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