miércoles, 26 de junio de 2019

Una reina absurda

La Ana Estuardo de “La Favorita”


Por: Nicole Giuffra

Imagino que los estadounidenses deben estar muy confundidos. Las películas que se llevaron más nominaciones al Oscar durante el último año –Roma y La Favorita, 10 nominaciones cada una- no sólo fueron dirigidas por extranjeros, sino que -además- escapan de las características que suelen ofrecer los films normalmente nominados: No ofrecen un mensaje decodificado o gratificación inmediata, ni mucho menos una catarsis cargada de buenos sentimientos.

Con La Favorita nos enfrentaremos a un estilo relativamente nuevo para Hollywood. Por eso, muchos cuestionan el Oscar otorgado a Olivia Colman, sin detenerse a ver cuán complejo es el personaje y cómo es que la actriz muestra magistralmente todos los matices de una reina que, a pesar de ser la cabeza de una nación entera, no sabe ni dónde está parada.



La Reina Ana Estuardo (siglo XVIII) tiene una favorita con la que lleva su día a día. Es casi su asistente a nivel político; a nivel social, la ayuda en prácticamente todo. Además, existe una relación muy mórbida a nivel sexual, porque el sexo está siempre presente en la obra de este director (Yorgos Lanthimos). Aquí el sexo es tremendamente lascivo, con un punto de seducción y un punto de dominación (ese juego está muy bien presentado).

Esta película nos muestra a Sarah, interpretada por Rachel Weisz, quien guarda con cuidado la llave del corazón de la Reina Ana de Gran Bretaña, magníficamente interpretada por Olivia Colman. La reina es una mujer emocionalmente indefensa y con una enfermedad que la tiene abrumada

El status de favorita que tiene Sarah empieza a fallar cuando su prima Abigail (Emma Stone)  –quien es presentada al inicio como una pobre alma en desgracia- ingresa a la corte. Ambas mujeres se convierten en rivales en sus intentos por afianzar una posición como la confidente favorita de la reina, así que las vemos enfrentarse con diferentes estrategias para poder manipular a la reina a su conveniencia.



La Favorita es una adaptación muy libre; aquí no interesa tanto crear una copia fidedigna de los sucesos, sino narrar una historia situada en un mundo tan cerrado y excéntrico como lo es la corte, donde cada decisión tenía repercusiones monumentales como llevar a un país a la guerra. A la vez, cada conclusión de la realeza puede depender de caprichos, manipulaciones o venganzas personales y en general de una noción distorsionada de la realidad.

Ganadora del premio Bafta y Globo de Oro, Olivia Colman se desplaza sin esfuerzo entre la televisión y las películas, Inglaterra y Hollywood, aportando así con un toque poco común de empatía, comprensión y arte impecable a una variedad de roles diversos entre sí. 

Ella, al igual que este personaje de reina tan peculiar, puede ser mansa y suave, poderosa y apasionada, dominante aristocrática y humilde oprimida. Todos estos roles los abraza con el mismo apego.



La película es muy expresiva a nivel físico. El retrato de los cuerpos en este film resalta mucho, sobretodo porque la reina Ana pasa todo el film poniéndose cada vez peor de salud: se le inflan las piernas, le tienen que poner el cataplasma, le colocan filetes, hay idas y venidas de masajes, y demás. Existe un deterioro físico muy presente, pero que no te aleja nunca de la pantalla porque está tratado con un gusto bastante mórbido y a la vez atractivo.

A grandes rasgos, La Favorita describe a la reina Ana como una mujer con muchos altibajos emocionales y que depende de varias formas de Lady Sarah, quien a su vez aprovecha en muchos sentidos esta posición para tomar decisiones políticas que la benefician. 

Cuando aparece Abigail, esto se vuelve un relato muy amargo sobre la naturaleza humana y su genuina ansia de poder. Mientras esto sucede, encontramos a la reina Ana viendo -fascinada, de lejos-, su nuevo juego de marionetas: es tóxico; es tremendamente cruel, pero es divertido y funciona.




La reina es un personaje que llega a dar bastante lástima a pesar de la posición que ocupa; es un ser caracterizado por variaciones de humor, que pasa de la euforia a la depresión o melancolía. Este personaje suele tener explosiones de violencia, mientras que otras veces se muestra muy apacible.

Pareciera que Ana quiere ser vista como una buena reina, pero simplemente no tiene la confianza para hacer eso realidad. En general, presenta variados problemas con sus relaciones con los demás

Lo que más salta a la vista es su relación con el amor; es un ser que compra (o intenta comprar) el amor; tiene mucho sexo pero un afecto sincero nunca funcionaría ya que la están utilizando para ascender en la escala social y lograr objetivos egoístas. Además ella, por supuesto, deja que esto suceda muy gustosamente, porque de alguna forma siente que la necesitan para algo.


Aunque Colman ha interpretado a la realeza antes (Reina Isabel II en The Crown), nunca se ha enfrentado a una monarca como Ana. Abrumada por la obesidad clínica en la que se encuentra y con un gran temperamento, Ana está llena de inseguridades, aumentadas por la gota y el dolor, que la hacen incapaz de gobernar. Además de mostrarse tan perdida en su puesto que nos hace pensar que cualquiera de sus conejos podría hacer su trabajo mejor que ella.

Por otro lado, este es un personaje que, a pesar de mostrarse como una mujer de cierta edad, tiene algunos comportamientos infantiles inadmisibles para cualquiera que no tenga una corona en la cabeza. Al verla, notamos actitudes que vemos en el jardín de niños: ¿No me vas a dar lo que quiero? Ok, me tiro al piso a hacer mi pataleta. Acciones que los demás personajes pasan por alto porque “es la reina y puede hacer lo que quiera”. Puede ser la reina, pero deja clarísimo que tiene la madurez emocional de una niña de seis años.



Sin embargo, detrás de las rabietas, Olivia Colman también alude a las profundidades ocultas del personaje. Ella agudiza la perspicacia de Ana para que Sarah y Abigail se enfrenten entre sí; ilumina con ternura un amor que debe ser secreto, pero también lo mantiene sin una pizca de sentimentalismo, y más importante: revela una tristeza que surge de pérdidas inimaginables. En una escena, Colman representa la adoración por su colección de 17 conejos de una forma absolutamente desgarradora.

El gran talento de Olivia Colman es poder mostrarnos algunos de los rincones más oscuros y los sinsentidos del comportamiento humano. Nosotros, por supuesto, la seguiremos a cualquier lugar al que ella decida llevarnos.




lunes, 24 de junio de 2019

“Retablo”, retratando la diversidad



Por: Nicole Giuffra

Aprovechamos el mes del orgullo para mencionar la obra maestra de Álvaro Delgado Aparicio: Retablo. Cinta que ha ganado prestigiosos (y bien merecidos) premios en diferentes festivales de Europa y Estados Unidos. El cine de temática andina siempre despierta nuevas miradas, Retablo te invita a un micromundo con situaciones reales y retratadas sin tapujos.

La historia se desarrolla alrededor de la relación entre Segundo (Junior Béjar Roca), un adolescente de Ayacucho bastante allegado a su familia, y su padre Noé (Amiel Cayo), retablista reconocido en el pueblo. Los dos viven bajo el cuidado de la matriarca de la familia: Antonia (Magaly Solier), quien mantiene la unidad de la familia.



Segundo está destinado a tomar el puesto de su padre y seguir con la tradición familiar de retablistas. Se enfatiza el honor de esta labor con la frase de su madre: “tú no vas a ser un campesino”.

La película muestra el folklore de la comunidad andina del lugar, sus expresiones culturales y artísticas desde una mirada familiar que no pasa por filtro alguno. De la misma manera, se muestra la intolerancia y violencia como forma de castigo.



En este pueblo rodeado de paisajes que sólo emanan paz, se esconde el más duro e irracional rechazo a las relaciones del mismo sexo. El Perú, aunque lejos de otros países donde se encuentra una intolerancia más brutal, aún no muestra un progreso relevante en cuanto a la aceptación de diferentes sexualidades.

A pesar de no ser evidente al inicio, el ambiente nos da una pista de la latente homofobia de la comunidad a través de la hostilidad con la que se objetiviza a las mujeres y las actitudes de masculinidad tóxica que se muestran.


Álvaro Delgado Aparicio retrata la realidad andina sin maquillaje alguno y de la manera más fiel posible. Muchas actitudes que usualmente se creen en su mayoría erradicadas, se muestran sin escatimar en la crudeza de la realidad: violencia, intolerancia, homofobia y machismo van de la mano en un círculo vicioso que parece nunca acabar.

Segundo elige el silencio como la única forma de lidiar con el secreto de su padre y exterioriza su conflicto interno con su tensa postura y gestos incómodos. El adolescente parece tener sentimientos encontrados, pero al mismo tiempo muestra una ciega determinación por apoyar a su padre cuando se encuentra en el momento más vulnerable. 

El actor no expresa a través de diálogos o acciones, como suele suceder; más bien, dice más cuando no dice nada. Segundo muestra su mundo interno a través de una actitud melancólica y contemplativa.


La relación de Segundo y su padre cambia a partir del punto de quiebre de la historia: cuando se descubre la vida secreta de Noé. La figura paterna pasa de ser admirada por su hijo a ser duramente juzgada y motivo de vergüenza e ira, hasta llegar a la completa humillación. 

Es sólo cuando Noé es víctima del entorno violentamente conservador en el que se encuentra, que a Segundo no le queda otra opción que optar por perdonar a su padre, con el que crea una nueva complicidad muda que los obliga a aislarse en su propio retablo familiar.

La historia se localiza en polos opuestos: tradición y prejuicios. La cinta logra conmovernos y empatizar con una situación que sucede en diferentes partes del interior del país, pero no se suele visibilizar. En ciertos espacios, la vergüenza ajena se traduce en violencia física sin ser mínimamente cuestionada.



Retablo muestra el conflicto social que crean la homofobia y el machismo en un entorno tradicional. No habla sólo del tormento por el que pasa la familia de Noé, sino también de su propia pesadilla: vivir con la carga de transgredir el tabú. Especialmente significativa es la escena en la que Segundo descubre los retablos privados de su padre, donde expresa el sufrimiento de no aceptar su naturaleza y retrata el castigo que cree merecer.

Retablo hace un llamado urgente al respeto hacia la diversidad. La cinta demuestra las diferentes formas que puede tomar la intolerancia, y cómo ésta puede perjudicar a la sociedad, a las relaciones familiares e incluso directamente a uno mismo.



Ficha técnica


Dirección: Álvaro Delgado-Aparicio
Producción: SIRI Producciones
Guióon: Álvaro Delgado Aparicio, Héctor Gálvez
Música : Harry Escott
Fotografía: Mario Bassino
Reparto: Junior Bejar Roca, Amiel Cayo, Claudia Solís, Ubaldo Huamán, Mauro ChuchónMagaly Solier
País: Perú
Idiomas: Quechua, español
Año: 2017
Género: Drama LGBT+
Duración: 95 minutos






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viernes, 7 de junio de 2019

“Brightburn”: Impulsando el género del supervillano



Por: André Horruitiner

No es usual ver películas de superhéroes donde el personaje central resulta ser en realidad el que consideraríamos el “antagonista” de la historia, es decir, el villano. Algunas excepciones serían Mi Villano Favorito o Mega Mente, donde los malos terminan volviéndose “buenos” a su estilo.

Pero aquí tenemos una propuesta muy original que viene de la mano de James Gunn, director de las dos entregas de Guardianes de la Galaxia y de la próxima Suicide Squad ante su repentina y corta separación de Marvel. 

Esta vez, Gunn toma el volante de la producción, mientras Brian Gunn y Mark Gunn -su hermano y su primo respectivamente- se hacen cargo del guion. La dirección corre al mando de David Yarovesky, quien actuara con James Gunn como Devastador Gótico en Guardianes de la Galaxia.



Con una historia de origen muy similar a cierto superhéroe emblemático de capa roja y vestimenta azul, Brightburn nos presenta a los Breyer, una pareja de granjeros que encuentra a un bebé caído de otro mundo y decide adoptarlo como si fuera suyo. 

Con el tiempo, el niño empieza a desarrollar poderes… pero no los usa precisamente para el bien. Es en este punto que sus padres tratan de hacerle entrar en razón o -en el peor de los casos-, detenerlo antes de que ponga en peligro a la humanidad.

La premisa es, básicamente, “¿qué pasaría si Superman hubiese sido malo desde el inicio?”. Es cierto que esta temática ya ha sido abordada unas cuantas veces en videojuegos -como la saga Injustice-, cómics como Irremediable, y unas cuantas películas de DC Comics. 

Sin embargo, la novedad es que esta vez quien encarna a la versión malvada de Superman es un niño, protagonista de un filme de acción real del género de terror.  



Ahora viene la pregunta del millón: ¿Logra este inusual experimento cumplir con las expectativas? Las actuaciones, para ser francos, no son muy buenas, con algunas excepciones. Una de estas últimas es la del protagonista y villano de la historia: Brandon Breyer (interpretado por Jackson A. Dunn) un niño que comienza siendo dulce, inocente y emocionalmente cercano a su familia… para luego dar un giro radical al sentirse demasiado poderoso y, en consecuencia, despiadado. 

Otro caso notable es el de Caitlyn (Emmie Hunter), compañera de clase de Brandon a la cual visualizamos también como potencial pareja de él… hasta que se convierte en una de sus primeras víctimas.



Los jóvenes, entonces, no carecen de expresividad; los que flaquean, son los adultos. A estos se les percibe sobreactuados o flojos en sus pequeños diálogos. Así sucede con los padres de Brandon discutiendo sobre los cambios del muchacho y lo que deberían hacer con él, o con las sospechas del sheriff del pueblo acerca del pequeño supervillano. 

No hay mucha emoción en estos personajes; solamente hablan para que la historia avance; por ello, no sentimos ni un ápice de pena cuando empiezan a convertirse en víctimas.

En cuanto a efectos especiales, hay que destacar la creatividad empleada por el director Yarovesky y su equipo, ya que se puede observar claramente que el presupuesto no fue tan alto como en las típicas películas de superhéroes que conocemos. 

Se utiliza escenas muy rápidas e incluso ciertas tomas donde no se muestra al villano, pero te insinúan su presencia y ayudan a enfatizar el miedo a lo desconocido. La velocidad ya mencionada, además, se vincula con el poder descomunal de Brandon, a quien percibimos levantando vehículos con gran facilidad, rompiendo extremidades de quienes se crucen en su camino, o despedazando cuerpos cruelmente.



La música es poco usada. Sólo se encuentra presente en escenas de alta tensión o momentos dramáticos, especialmente los que tiene Brandon con sus padres. Yarovesky quiere, más bien que el espectador se sienta testigo directo de lo que está pasando, de modo que prioriza sonidos ambientales como los de los alrededores del bosque, la granja, la escuela o el restaurante. 

Se podría decir que la canción más destacada de todo el largometraje es Bad Guy de Billie Eilish que cierra la historia para darnos a entender el destino final de Brightburn.

Los planos que se emplean son, sobre todo, generales; no sólo para describir escenarios, sino también para mostrar la magnitud de los poderes de Brandon; estos son combinados especialmente con ángulos contrapicados, destinados a imponer la frialdad y superioridad del villano.



La luz también cuenta con una evolución interesante: comenzando con tonos más cálidos para reflejar paz y armonía, y volviéndose cada vez más fríos y tenebrosos, para mostrarnos la caída del protagonista hacia la oscuridad. El color rojo resulta ser uno de los tonos primordiales en el largometraje: refleja ira, peligro, violencia y pasión.

Otro punto a destacar dentro de la puesta en escena, es el empleo inteligente del terror. Brightburn no recurre al típico y aburrido jumpascare (el sorpresivo “¡bú!”) del que ha abusado tanto el género; tampoco recurre al gore para intimidar al espectador. Gunn y Yarovesky, por el contrario, recurren al terror psicológico; logran provocar el miedo con su sola e imponente presencia.



Para concluir, Brightburn es una propuesta original que combina el terror con la moda actual de los superhéroes. Sin embargo, se pudo hacer un mejor trabajo en la narrativa -llena de agujeros- y mucho más en la dirección de actores. 

A pesar de darnos un final interesante que abre paso a una secuela, es poco probable que volvamos a ver a este pequeño y temible villano, dado que, ni ha recibido tan buena recepción por parte del público, ni por parte de la crítica especializada.



Ficha técnica


Dirección: David Yarovesky
Producción: James Gunn, Kenneth Huang, Mark Gunn, Brian Gunn, Dan Clifton, Simon Hatt, Nic Crawley
Guion: Brian Gunn, Mark Gunn
Fotografía: Michael Dallatorre
Montaje: Andrew S. Eisen
Reparto: Elizabeth Banks, David Denman, Jackson A. Dunn, Matt Jones, Meredith Hagner
País: Estados Unidos
Idioma: Inglés
Año: 2019
Género: Terror, superhéroes

jueves, 6 de junio de 2019

“¡Oh Capitán, mi capitán!” El memorable maestro Keating



Por: Alexiel Vidam

Hay maestros que te enseñan el 2+2 y otros que te enseñan cómo vivir… o mejor dicho, a empezar a vivir con todo el significado que una palabra tan fuerte representa. A estos últimos, pertenece John Keating, entrañable personaje de La Sociedad de los Poetas Muertos (1989). Si eres millenial, podrías identificarlo como el Merlí de los 90s… sólo que con la dulzura de Robin Williams.

John Keating, apodado “¡Oh Capitán, mi capitán!” -como el poema Whitman-, es un peculiar y apasionado maestro de literatura que acaba de ser contratado en la preparatoria Welton, un internado de chicos cuyo código de educación es bastante tradicional y riguroso. 

Keating, sin embargo, contrasta con la personalidad del resto de profesores, quienes focalizan su atención en mantener a los alumnos controlados y guiar sus decisiones de un modo acorde con los deseos de sus padres. Él, por el contrario, utiliza divertidos y poco ortodoxos métodos de enseñanza para invitar a sus alumnos a reflexionar y construir sus propias ideas.



“Me he subido a mi mesa para recordar que hay que mirar las cosas de un modo diferente. El mundo se ve distinto desde aquí arriba.” 


Lo hace, además, tomando como principal herramienta uno de los pilares más incomprendidos de la literatura: la poesía… ese género literario que, por su intensidad y su complejidad metafórica es considerado, muchas veces, “el patito feo de la literatura”.

Y así lo hacen Neil, Tod, Knox, Charly y el resto de sus compañeros de clase, hasta que este intrépido profesor echa a la basura los dictados académicos que la encasillan, y les enseña -mas bien- a sentirla. Keating, en un memorable monólogo, resume el sentido real de la poesía:


“No leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana. Y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, los negocios y la ingeniería son carreras nobles y necesarias para la vida. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor… son las cosas que nos mantienen vivos.”



Keating perteneció, durante sus años de preparatoria -también en la Academia Welton- a la Sociedad de los Poetas Muertos, un grupo de muchachos que se reunían en una cueva para expresarse mediante poemas. Él está seguro de que las ideas -al margen de lo que diga el resto- pueden cambiar el mundo, y eso es lo que transmite a sus alumnos, de modo que ellos, se dejan inspirar y forman una segunda Sociedad de los Poetas Muertos, en la misma cueva del antiguo club de su profesor.


Personajes como Keating enamoran por su rebeldía y su espíritu transgresor, que contrastan de manera armónica con un carácter amable y una mente sumamente creativa. Keating es el profesor divertido, el que da clases al aire libre, el que te enseña a leer poemas pateando balones de fútbol, pero, sobre todo, el que te ayuda a romper con tus propios miedos y esquemas mentales… el que te lleva a reflexionar y te reta a perseguir tus sueños.