Por: Nicole Giuffra
Imagino que los
estadounidenses deben estar muy confundidos. Las películas que se llevaron más
nominaciones al Oscar durante el último año –Roma y La Favorita, 10 nominaciones cada una- no sólo fueron
dirigidas por extranjeros, sino que -además- escapan de las características que
suelen ofrecer los films normalmente nominados: No ofrecen un mensaje
decodificado o gratificación inmediata, ni mucho menos una catarsis cargada de
buenos sentimientos.
Con La
Favorita nos enfrentaremos a un estilo relativamente nuevo para
Hollywood. Por eso, muchos cuestionan el
Oscar otorgado a Olivia Colman, sin detenerse a ver cuán complejo es el
personaje y cómo es que la actriz muestra magistralmente todos los matices
de una reina que, a pesar de ser la cabeza de una nación entera, no sabe ni
dónde está parada.
La Reina Ana Estuardo (siglo XVIII) tiene una
favorita con la que lleva
su día a día. Es casi su asistente a nivel político; a nivel social, la ayuda
en prácticamente todo. Además, existe una relación muy mórbida a nivel sexual,
porque el sexo está siempre presente en la obra de este director (Yorgos Lanthimos). Aquí el sexo es tremendamente lascivo, con un punto de seducción y un
punto de dominación (ese juego está muy bien presentado).
Esta película nos
muestra a Sarah, interpretada por Rachel Weisz, quien guarda con cuidado la
llave del corazón de la Reina Ana de Gran Bretaña, magníficamente interpretada
por Olivia Colman. La reina es una mujer
emocionalmente indefensa y con una enfermedad que la tiene abrumada.
El status de favorita que tiene Sarah empieza a fallar cuando su prima Abigail (Emma Stone) –quien es presentada al inicio como una pobre alma en desgracia- ingresa a la corte. Ambas mujeres se convierten en rivales en sus intentos por afianzar una posición como la confidente favorita de la reina, así que las vemos enfrentarse con diferentes estrategias para poder manipular a la reina a su conveniencia.
El status de favorita que tiene Sarah empieza a fallar cuando su prima Abigail (Emma Stone) –quien es presentada al inicio como una pobre alma en desgracia- ingresa a la corte. Ambas mujeres se convierten en rivales en sus intentos por afianzar una posición como la confidente favorita de la reina, así que las vemos enfrentarse con diferentes estrategias para poder manipular a la reina a su conveniencia.
La Favorita es una adaptación muy libre; aquí no interesa tanto crear una copia fidedigna de los sucesos, sino narrar una historia situada en un mundo tan
cerrado y excéntrico como lo es la corte, donde cada decisión tenía repercusiones
monumentales como llevar a un país a la guerra. A la vez, cada conclusión de la
realeza puede depender de caprichos,
manipulaciones o venganzas personales y en general de una noción
distorsionada de la realidad.
Ganadora del premio Bafta y Globo de Oro, Olivia
Colman se desplaza sin
esfuerzo entre la televisión y las películas, Inglaterra y Hollywood, aportando
así con un toque poco común de empatía, comprensión y arte impecable a una
variedad de roles diversos entre sí.
Ella, al igual que este personaje de reina tan peculiar, puede ser mansa y suave, poderosa y apasionada, dominante aristocrática y humilde oprimida. Todos estos roles los abraza con el mismo apego.
Ella, al igual que este personaje de reina tan peculiar, puede ser mansa y suave, poderosa y apasionada, dominante aristocrática y humilde oprimida. Todos estos roles los abraza con el mismo apego.
La película es
muy expresiva a nivel físico. El retrato
de los cuerpos en este film resalta mucho, sobretodo porque la reina Ana pasa
todo el film poniéndose cada vez peor de salud: se le inflan las piernas,
le tienen que poner el cataplasma, le colocan filetes, hay idas y venidas de
masajes, y demás. Existe un deterioro físico muy presente, pero que no te aleja
nunca de la pantalla porque está tratado con un gusto bastante mórbido y a la
vez atractivo.
A grandes rasgos,
La
Favorita describe a la reina Ana como una mujer con muchos altibajos
emocionales y que depende de varias formas de Lady Sarah, quien a su vez
aprovecha en muchos sentidos esta posición para tomar decisiones políticas que
la benefician.
Cuando aparece Abigail, esto se vuelve un relato muy amargo sobre la naturaleza humana y su genuina ansia de poder. Mientras esto sucede, encontramos a la reina Ana viendo -fascinada, de lejos-, su nuevo juego de marionetas: es tóxico; es tremendamente cruel, pero es divertido y funciona.
Cuando aparece Abigail, esto se vuelve un relato muy amargo sobre la naturaleza humana y su genuina ansia de poder. Mientras esto sucede, encontramos a la reina Ana viendo -fascinada, de lejos-, su nuevo juego de marionetas: es tóxico; es tremendamente cruel, pero es divertido y funciona.
La reina es un personaje que llega a dar bastante lástima a pesar de la posición que ocupa; es un
ser caracterizado por variaciones de humor, que pasa de la euforia a la
depresión o melancolía. Este personaje suele tener explosiones de violencia,
mientras que otras veces se muestra muy apacible.
Pareciera que Ana quiere ser vista como una buena
reina, pero simplemente no tiene la confianza para hacer eso realidad. En general, presenta variados problemas con
sus relaciones con los demás.
Lo que más salta a la vista es su relación con el amor; es un ser que compra (o intenta comprar) el amor; tiene mucho sexo pero un afecto sincero nunca funcionaría ya que la están utilizando para ascender en la escala social y lograr objetivos egoístas. Además ella, por supuesto, deja que esto suceda muy gustosamente, porque de alguna forma siente que la necesitan para algo.
Lo que más salta a la vista es su relación con el amor; es un ser que compra (o intenta comprar) el amor; tiene mucho sexo pero un afecto sincero nunca funcionaría ya que la están utilizando para ascender en la escala social y lograr objetivos egoístas. Además ella, por supuesto, deja que esto suceda muy gustosamente, porque de alguna forma siente que la necesitan para algo.
Aunque Colman ha
interpretado a la realeza antes (Reina Isabel II en The Crown), nunca se ha enfrentado a una monarca como Ana. Abrumada
por la obesidad clínica en la que se encuentra y con un gran temperamento, Ana está llena de inseguridades, aumentadas
por la gota y el dolor, que la hacen incapaz de gobernar. Además de
mostrarse tan perdida en su puesto que nos hace pensar que cualquiera de sus
conejos podría hacer su trabajo mejor que ella.
Por otro lado, este
es un personaje que, a pesar de mostrarse como una mujer de cierta edad, tiene
algunos comportamientos infantiles
inadmisibles para cualquiera que no tenga una corona en la cabeza. Al verla,
notamos actitudes que vemos en el jardín de niños: ¿No me vas a dar lo que
quiero? Ok, me tiro al piso a hacer mi pataleta. Acciones que los demás
personajes pasan por alto porque “es la reina y puede hacer lo que quiera”. Puede
ser la reina, pero deja clarísimo que tiene la madurez emocional de una niña de
seis años.
Sin embargo, detrás de las rabietas, Olivia Colman
también alude a las profundidades ocultas del personaje. Ella agudiza la perspicacia de Ana para
que Sarah y Abigail se enfrenten entre sí; ilumina con ternura un amor que debe
ser secreto, pero también lo mantiene sin una pizca de sentimentalismo, y más
importante: revela una tristeza que surge de pérdidas inimaginables. En una escena, Colman representa la
adoración por su colección de 17 conejos de una forma absolutamente
desgarradora.
El gran talento de Olivia Colman es poder
mostrarnos algunos de los rincones más oscuros y los sinsentidos del
comportamiento humano. Nosotros,
por supuesto, la seguiremos a cualquier lugar al que ella decida llevarnos.