Por:
Luisella Palacios
Ya me habían advertido que lloraría,
así que me preparé… pero fue inevitable.
Milagro en la celda 7 (2019) —remake de su homónima coreana de 2013— es una de esas películas que no
puedes "des-mirar". Es de aquellas que te marcan, que hacen que te
replantees cosas y veas todo lo “invisible” que tienes. Su simplicidad de narración hace que sientas que te están contando un
cuento, como si tu abuela te estuviese narrando una escena de antaño. A lo mejor esa sencillez facilita que, desde
un principio, le abramos el corazón a esta gran historia.
Nuestro protagonista,
Mehmet/Memo (Aras Bulut İynemli), es un padre abnegado y amoroso, de los que dan la vida por sus hijos;
sólo que tiene una diferencia con el común denominador: una discapacidad
intelectual que no le permite comunicarse ni razonar con completa claridad; su edad mental es la misma —o incluso menor— que la de su hija Ova (Nisa Sofiya Aksongur).
Con Memo conectamos
de entrada. Nos da ganas de apachurrarlo y jugar con él y sus ovejas. Su
inocencia y buen corazón te remiten a tus tempranos años de edad, cuando veías
el mundo como un campo de juego infinito. Creo que es justo por ello que nos
golpea tanto verle atrapado en la situación que le toca vivir: indefenso, ingenuo, aterrado, sin tener
idea de lo que sucede realmente y sin poder ni saber defenderse.
La película nos narra
cómo la vida de esta familia de 3 —Memo, Ova y la abuela Fatma (Celile Toyon)— se
desgarra repentinamente, al ser Memo acusado (sin ninguna prueba justificante)
de la muerte de la hija del coronel del ejército (Ilker Aksum). Este hombre,
lleno de rabia, decide arruinar su vida y la de su madre e hija, queriendo a
toda costa que se le considere culpable, que se gane el odio del pueblo, y que
se le dé la pena de muerte, ¡todo sin la investigación correspondiente!
Memo es encarcelado y
condenado a muerte después de firmar, tras engaños y muchos abusos, una
declaración totalmente falsa, que lo deja en el peor estado. Minuto a minuto,
nos indignamos más y más con el trato que se le da; se le considera una
abominación humana tanto fuera como dentro de la cárcel, donde sus compañeros conocen
únicamente la versión “oficial” de la historia. ¡Sólo queremos gritarles a
todos que de una vez por todas lo dejen en paz!
Sorprendentemente, no
todo es tragedia. Llegan momentos que nos llenan de esperanza y deseamos —más
que nunca— que se den los giros redentores, pero entre tanto, la trama nos mantiene en una montaña rusa
de emociones: por un lado nos inunda de ternura, luego nos hace irrumpir en
rabia, logra que nos colguemos con uñas, corazón y dientes de los destellos de optimismo
para luego hacernos desbordar en lágrimas; todo en el orden que a la historia le
pega la gana.
Personalmente, pienso que las actuaciones son como pólvora para hacer explosionar tal historia.
Cada personaje te pone en su propia piel, sea cual sea su edad física o mental.
Entiendes el pensar, sentir y accionar de cada uno (menos el del despiadado,
insensible e injusto antagonista, claro está).
La trama conmueve —e
indigna— con la profunda injusticia que se vive en este pueblo de Turquía, el
desinterés por atender como se debe estos casos tan fuertes y trágicos para
algunos, y el poder absoluto e incuestionable de un ser despreciable a quien le
importa más su reputación —y que le vean siempre como superior—, que la vida de
un inocente bondadoso y el destino de su familia.
Así se nos abre los ojos a una realidad que posiblemente está mucho más cerca que Turquía —tal vez a la vuelta de la esquina—, pero en la que no nos habíamos detenido hasta el momento.
Así se nos abre los ojos a una realidad que posiblemente está mucho más cerca que Turquía —tal vez a la vuelta de la esquina—, pero en la que no nos habíamos detenido hasta el momento.
Uno de los elementos más envolventes de esta peli, aparte del
argumento y la trama, es la música. Cada
pieza de la banda sonora colorea y remarca muy bien cada uno de los
acontecimientos y picos emocionales de la historia.
Otra cosa que llama mucho mi atención, es la manera peculiar en que el director Mehmet Ada Öztekin organiza
las imágenes que decide mostrarnos. Nosotros, los occidentales, estamos
acostumbrados al manejo de encuadres (imágenes en pantalla) del cine hollywoodense,
un cine en el cual, cada emoción está remarcada por el primer plano del gesto
del personaje.
Este film, por el contrario, juega con muchos planos abiertos, en los cuales no se observa de forma cercana los rostros de los personajes ni sus reacciones, y aun así se obtiene el efecto de cercanía y conexión emocional con la situación. Incluso, como dije líneas arriba, la narración atrapa con su manera particular de envolver cual si fuese un cuento.
Este film, por el contrario, juega con muchos planos abiertos, en los cuales no se observa de forma cercana los rostros de los personajes ni sus reacciones, y aun así se obtiene el efecto de cercanía y conexión emocional con la situación. Incluso, como dije líneas arriba, la narración atrapa con su manera particular de envolver cual si fuese un cuento.
En resumen, Milagro en la celda 7 es una película que
apunta directo al corazón y lo emociona al mil por ciento. Recomendación:
mírala con mucho kleenex y buena compañía, que seguro acabarán moqueando (bien
abrazaditos).
Ficha técnica
Título Original: 7. Yedinci Kogustaki Mucize
Dirección: Mehmet Ada Öztekin
Dirección: Mehmet Ada Öztekin
Guion: Özge Efendioglu, Kubilay Tat
Reparto: Aras Bulut Iynemli, Nisa
Sofiya Aksongur, Deniz Baysal, Celile Toyon Uysal, Ilker Aksum
Fotografía: Torben Forsberg
Música: Hasan Ozsut
País: Turquía
Productora: Emitida por Netflix; O3 Turkey Medya
Productora: Emitida por Netflix; O3 Turkey Medya
Año: 2019
Género: Drama
Duración: 132 min.
*Esta película se encuentra disponible en Netflix.
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