“En Hollywood te pagan mil dólares por un beso
y cincuenta centavos por tu alma.”
- Marilyn Monroe
Por: Raquel Niego
Es uno de los más grandes íconos de nuestra era, además del arquetipo yankee de mujer ideal en las fantasías
del típico consumidor de Hollywood, nuestra instituida fábrica de sueños. Todo lo
que tuvo que hacer para atrasar a las famosas chicas cráneo, fue, irónicamente,
no serlo con estilo. Hablando del personaje, claro está, mas no la persona…
porque ella, como buena Pachamama de
una mentalidad y estilo de vida, de tonta, no tenía un pelo.
Con ustedes, la famosa más encantadoramente desubicada de la historia: Marilyn Monroe.
Una niña de Los Ángeles (EEUU)
que vivió con una, dos, tres, cuatro familias adoptivas más la suya propia. Gladys Pearl Baker había tenido todas
las intenciones de criar a su hija pese a la “fuga” del noruego Edward Mortenson (razón por la que fue
firmada bajo otro apellido), pero las presiones sociales y económicas de 1926 para una madre soltera en los EEUU,
fueron demasiado fuertes. Dio el brazo a torcer y cedió la tenencia legal de la
niña a la familia adoptiva de Albert e
Ida Bolender.
Aparentemente las familias adoptivas que tendrían siempre a Norma veían en su lugar una jugosa pensión
del Estado. Nunca tuvo fama de “chica problema”, más bien de poseer tímido
hablar y serenidad, además de haber sido abusada sexualmente hasta en dos
ocasiones, en tanto pasaba de familia en familia.
Cuando Gladys consiguió casa propia recuperó a su hija, hasta que, cerca
de un año más tarde, una fuerte crisis psíquica hizo que se le resbale otra vez,
y esta vez para siempre. Ella fue “deportada” a un manicomio hasta el último de
sus días, mientras que su hija pasó a diversas comunidades agrícolas siempre
equipadas con una discreta sala de cine, que ofrecía promesas a mujeres que
prestaran sensualidad por poder y popularidad.
A estas alturas de su vida –más vale tarde que nunca -, a Norma se le
apareció la bien constituida familia de la mejor amiga de su madre, Grace McKee, y también la adolescencia.
Pero, oh, problema, la oruga se había convertido en mariposa, y a continuación,
la mariposa se daba cuenta de que sus hermosos colores atraían más que la miel
a las abejas.
Así, antes de que ella misma soñara siquiera con cambiar de nombre,
había descubierto de qué herramienta podía servirse para llegar a ser una
Marilyn Monroe. Nah, su físico fue el chinche en el corcho, frívolos; el
martillo habría de ser su sed frenética, obsesiva, insaciable de atención…
Entonces pasó que la familia Brunings-McKee
se preocupó. No quiso lidiar en plena Segunda
Guerra Mundial con la responsabilidad de cuidar de una adolescente con una
cola de pretendientes, y al año de haberse instalado en la familia, los jefes
del hogar le dijeron a James Dougherty
–el vecino policía de 21 años-, que, o se casaba con Marilyn, o ella iría a un
orfanato.
Dougherty describe a Marilyn como una feliz ama de casa y buena
cocinera. El matrimonio duró un año. Antes de que el joven partiera a la
guerra, Marilyn deseó tener un hijo suyo, pero él discrepó debido a su corta
edad (16 años). Ella se mudó a donde su suegra para unírsele en una fábrica de municiones.
Cierto día, un fotógrafo publicista la retrató en su puesto de trabajo
–todavía con pelo castaño medio largo y cachetes rosados – y la imagen, para
sorpresa de ambos, se propagó como la peste. Ella se las agenció para servir de
modelo saltando de revista en revista, y sin esfuerzo alcanzó portadas que
desearon hombres y envidiaron mujeres de toda su región en los EEUU.
A Dougherty no le hizo gracia el tipo de fama que su esposa estaba
generando, y no esperó a voler a casa para –por cartas- presionarla a elegir
entre el futuro asegurado de una madre de familia, o jugársela de actriz.
Firmó su copia del acta de divorcio como Marilyn Monroe, tomando el segundo nombre de su abuela y el apellido de soltera de su madre. Aquí una acotación de cierta curiosidad… kármica: Mrs. Monroe se había jugado la vida al mudarse de su ciudad natal a Los Angeles soñando con convertirse en actriz o cantante hollywoodense, razón por la que terminó ganándose la vida en una empresa cinematográfica… archivando negativos.
Aun así, le quedó chico al nombre la categoría de “artístico”, por lo
que Marilyn se dio a conocer en los medios como La Señorita Lanzallamas (Mrs.
Flamethrower; suena horrible, ¿no?). Para todos los EEUU estaba riquísima,
y con este sello convenció a una empresa de modelaje fotográfico de que le
consiguiera una prueba de actuación en 20th
Century Fox, donde firmó un contrato por 120 dólares semanales. Sin embargo, mayoría de sus escenas acabaron
en el tacho de basura.
Un trofeo de guerra
Hasta aquí el cómo, dónde, cuándo y por qué surgió Monroe. Ha llegado el
momento de repensar al personaje y su significancia en un mundo donde el
carácter único y especial de pueblos y naciones empezaba a romperse para ser
remplazado por un puñado de bloques de tierra con seis o siete maneras de
existir.
Con el éxito de la actriz llegó la Guerra
Fría. El capitalismo neoliberal y el comunismo eran entonces (y lo siguen
siendo) mucho más que planteamientos económicos que se batían por adueñarse del
mundo, y Norma Jean, una chica
despistada y sonriente había pasado abruptamente de ir por la vida con una mano
delante y la otra atrás, a ser el sex symbol del sueño americano.
¿Qué es eso del sueño americano? Forrar una casa y cerca blanca, esposa
rubia, tres hijos, iglesia y perro, de una gruesa capa de dinero protectora de
cualquier objeto que se mueva al país entero a la redonda. Monroe, una
potencial esposa perfecta de EEUU, quiere mucho más que eso y pierde en el
camino más de la mitad de las ventajas prácticas de aquella vida, a cambio de
pasar al mundo de los sueños de todos aquellos hombres que podían habérselas
brindado. Un poco como hacer un pacto con el diablo…
Era un sueño no sólo por ser quien era, sino porque en el mundo
sensible, como una esposa de carne y hueso de estos sujetos, su aparición no
habría resultado. Marilyn no era fiel, recatada, y ahora nada serena. Además, pese
a sus enormes esfuerzos por tener hijos (una de las grandes torturas
psicológicas de su vida), por algún motivo, a todos los perdía.
En contraparte, tenía un tipo de belleza y sensualidad que quedaban a
medio camino entre la candidez infantil y el erotismo glamoroso, los cuales
armonizaban con su temperamento, fácil, distraído, soñador, tierno, risueño,
que provocaba proteger…
¿Qué otra cosa podía pedir un gringo? Se había vuelto una bomba sexual
revolucionaria para el espíritu protestante americano, representante idóneo de
cómo el emprendimiento es igual a la eficacia de su sistema, pero que mantenía
la docilidad esperable de cualquier mujer de su tiempo. De ahí que se le
exhibiera como la bomba rubia a los cuatro vientos a países amigos y enemigos.
Pero como cualquier símbolo sexual –segunda tortura psicológica a mencionar-,
como actriz y persona, solía toparse con gente que no la tomaba en serio.
20th Century Fox no estaba interesado en asignarle otra cosa que papeles de rubia tonta ni en dejarle al libro albedrío de disponer de su vida privada, porque de eso también dependían mucho sus cifras. Marilyn – explotada como mina de Cajamarca – no tenía el carácter para detenerlo. Sus matrimonios fracasados, adicción a las pastillas, brutal ritmo de trabajo, bajo salario para ser quien era y hasta su asesinato, resultaron ser bellos símbolos grises de aquello por lo que apostó su vida: un sistema donde absolutamente todo(s) se compra y se vende.
Esa es la hipótesis más difundida, pero yo soy de los que piensan que
Marilyn sabía demasiado. Es fácil: No tiene ningún sentido tomarse una
sobredosis de barbitúricos y que en la autopsia no encuentren nada. No tiene
sentido que todas las víctimas por envenenamiento con las pastillas queden en
posición fetal como parte del trastorno químico en el cuerpo, y ella estuviera
tan plácidamente tendida en cama.
Marilyn no había tenido mejor idea que hacer un escándalo durante el fin
de semana en que fue encontrada muerta. Había anunciado que el mismo lunes por
la mañana daría información confidencial sobre los hermanos Kennedy. Que está
claro que ya obtuvieron de mí lo que querían y ahora me dejan, que tengo a
todos los medios detrás de mí buscando la historia, que me la van a pagar caro.
Pienso que como digna amante, Marilyn se convirtió en un peligro
público. Pero hablar de cómo murió es para mí solo una excusa para terminar
este post regresando a la inocencia con la que se paseó su vida entera entre
comunistas y capitalistas, ricos y pobres, burgueses y marginales, toda
sonriente ella, uniéndolos misma obra de arte sea en un "...wow...",
o en un "¡oh...!", en una búsqueda mortal del amor.
Todos estamos aquí de paso, pero hacerlo sin dejar de sentir en el
intento, es el único mérito que para mí te hace eterno.
Qué cursi. ¡Gracias por su tiempo! Chau.
*Nota: Si quieres leer más post de Raquel, te recomendamos visitar su blog Botella de Cocacola: http://botelladecocacola.blogspot.com
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