martes, 9 de abril de 2013

Anna Karenina: caretas y amores ilícitos



Por: Alexiel Vidam

Anna Karenina es la novela más importante Leon Tolstoi, una de las más representativas de la literatura rusa,  y también de los que más adaptaciones ha tenido en el género cinematográfico. En la primera adaptación, de 1935, Greta Garbo fue la encargada de interpretar a la protagonista, a quien siguió Vivien Leigh, otra diva hollywoodense, en la versión de 1948. En la más reciente adaptación, de 2012, Joe Wright eligió a Keira Knightly para protagonizar esta tragedia de pasión y máscaras.

Anna Arkadievna Karenina (Keira Knightly) es una mujer de la alta sociedad rusa en el S. XIX, casada con Alexei Alexandrovich Karenin (Jude Law), un alto funcionario del gobierno. Ella acude a Moscú en ayuda de su hermano Stephan Arkadievich (Matthew Macfadyen), quien le ha pedido que convenza a su esposa de no abandonarle tras descubrir su infidelidad. En el tren de llegada, conoce a la Condesa Vronskaya (Olivia Williams) y a su hijo Alexei Kirillovich Vronsky (Aaron Taylor-Johnson), oficial de la guardia, quien de inmediato se enamora de ella. Vronsky ha estado galanteando a la princesa Ekathérina  -“Kitty”- (Alicia Vikander), concuñada de Anna, pero luego de conocer a esta última, no duda en seguirla hasta a San Petersburgo.


Si bien Anna sigue el galanteo de Vronsky desde el inicio, al encontrárselo cara a cara en su ciudad, es consciente del dilema moral en que se encuentra. Opone resistencia, pero esta acaba siendo diluida por la pasión. Como es de esperarse, pronto su cercanía se vuelve poco disimulable y se convierte en el foco de chismes de la alta sociedad, llegando a su punto cumbre cuando Anna queda encinta y debe confesárselo todo a su marido.

Anna Karenina y Alexei Vronsky


Teatro de apariencias

Con su novela Anna Karenina, Tolstoi plantea la alta sociedad rusa del S. XIX como un gran teatro de apariencias, y el director Joe Wright, por ello, nos coloca de entrada frente a un telón que se levanta y nos muestra a los personajes actuando sus propias vidas. Con excepción de Lyovin (Domhnall Gleeson), el hombre sencillo y campestre de la historia, todos los personajes parecen llevar una doble vida: la “suya”, y la que deben mostrar. Se trata de un mundo lleno de hipocresías y chismorreos, donde prima el machismo y, antes que cualquier tipo de sentimiento, la posición social.

Las mujeres infieles se cubren y luego se acusan entre ellas. Ninguna es tan osada como Anna, ninguna es capaz de defender su amor hasta las últimas consecuencias, de modo que todas guardan un perfil más bajo y tienen la desfachatez de marginarla. Por su parte, los hombres se cubren las infidelidades y hasta se felicitan por ellas… siempre y cuando no trasciendan a un nivel que ensucie su reputación. Están permitidos los galanteos con las casadas, está permitido ir de una a otra con ligereza; lo que no está permitido es ese “encaprichamiento” llamado amor. Eso, en este escenario, rebaja al hombre.


Anna es una mujer que nunca ha engañado a su marido –a pesar de no amarle-, y que adora a su hijo Seriozha, pero que cae rendida ante un amor que le toma de sorpresa y al que se siente incapaz de renunciar. Está contrariada, a la vez, por sus sentimientos y responsabilidades maternales, incapaces, sin embargo, de frenar esa desesperación por mantenerse cerca de su amado. Una de las frases que mejor describen dicha contradicción, es la que pronuncia la propia Anna acerca de su hijo: “Moriría por él, pero no viviré así por él”, añadiendo que Seiozha le perdonaría cuando se enamore.

Alexei Karenin y Anna Karenina

Vronsky, por su parte, no la tiene tan difícil en el aspecto social. El hecho de ser hombre le a varias concesiones, como la de no ser mal visto por tener alguna amante. Su verdadero problema arranca cuando empieza a vivir con Anna, quien no logra conseguir el divorcio y empieza a entrar en crisis debido al fuerte rechazo social que recibe. No sólo debe enfrentar –ahora sí- la marginación de su clase social, que no acepta su convivencia con la mujer de otro, sino también la histeria de su amante, que ya no soporta ni el encierro ni el rechazo.



Anna y Vronsky son, pues, personajes enloquecidos por el amor. Sus coqueteos parecen arrancar como un jueguillo de egos sin grandes aspiraciones, y acaba en un romance descarnado y desenfrenado. Cada uno es la perfecta representación del héroe romántico, condenado a la tragedia por defender su individualidad más allá de los límites.


3 comentarios:

  1. A mí me recordó a Madame Bovary, aunque creo que Ana tuvo mejor suerte porque creo que a Madame Bovary su amante no la quiso.

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  2. Asu... no he leído Madame Bovary, la verdad, pero Anna la pasó bastante mal X_X. Hay que tomar en cuenta que en su época casi todos los matrimonios eran arreglados, o sea que ella no tenía por qué amar a su marido. Aun así, Alexei Karenin no es el "malo"; es sólo otra víctima de los hechos. El verdadero monstruo, es la sociedad hipócrita y prejuiciosa de la época.

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  3. Mi personaje favorito es Vronsky quien es la impulsión personificada, se enamora de anna y la sigue hasta el fin del mundo, sin importarle nada ni nadie más que anna, si dudas creo que me compadezco de alexei alexandrovich, puesto que el tambien amaba a anna ella era quien nunca le amó, pero que podia hacer ella, podía haberse negado simplemente, y vronsky se hubiese ido y quizás se hubiera convertido en un cliché, anna encarno su propia fantasía, no concuerdo con el modo ya que quizás podía haberle dicho a alexei alexandrovich la verdad desde un principio, y aunque el no le hubiese dado el divorsio haberse fugado con vronsky, pero anna sufría una dialectica, ya que al haber hecho eso habria perdido a su amor seriozha, pero en el fondo también es una contradicción porque al haberse arrancado la vida los pierde para siempre.

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