Nosferatu,
la primera encarnación del conde
Por: Alexiel Vidam
Drácula, es, sin
duda, hasta hoy el vampiro más famoso del cine. Nacido de la novela de Bram
Stoker, del mismo nombre, de 1897, hoy tiene múltiples adaptaciones con rostros
bastante conocidos entre los que circulan Béla Lugosi, Christopher Lee y Gary
Oldman.
Hutter y Orlock |
Sin embargo, cuenta la leyenda que Drácula llegó por primera vez al cine sin su nombre
distintivo. Allá por 1922, el
director alemán F.W. Murnau llevó al
conde a la pantalla grande bajo el nombre de Conde Orlock, en la película Nosferatu, una Sinfonía de Horror.
Este cambio de nombres no estaba inicialmente en los planes, pero se dio porque
el director no consiguió los derechos para realizar una adaptación, de modo que
decidió crear su propia versión de la historia. Trasladó a los personajes de la Inglaterra victoriana, a la ciudad de
Viborg, en Dinamarca. Johnatan Harker, el protagonista, pasó a llamarse Hutter,
y su esposa Mina se convirtió en Ellen. A pesar de ello, el resultado fue
un argumento demasiado parecido al de la obra original, de modo que Murnau fue
denunciado por la viuda de Stoker y perdió el juicio. El tribunal ordenó que se
destruyeran todas las copias de Nosferatu,
pero algunas de ellas, que ya habían sido distribuidas por el mundo
permanecieron escondidas hasta la muerte de la viuda de Bram Stoker.
Pero dejemos de lado la anécdota y pasemos a hablar de la película en sí.
Para comenzar, esta pela pertenece a un movimiento de
vanguardia llamado Expresionismo Alemán,
que surge como vertiente alternativa al cine clásico norteamericano, como parte
de la identidad alemana, y tiene raíz en el movimiento expresionista que nace
en la pintura a inicios del S.XX. Este movimiento, marcado por la I Guerra
Mundial, pretendía priorizar el plano
subjetivo frente al objetivo, mostrando imágenes distorsionadas y colores
puros, en representación de la locura,
el apasionamiento y los “temas prohibidos” (lo morboso, lo demoníaco, lo
sexual).
Debido a las limitaciones de la época, el cine expresionista
no llevaba color, pero se valió de otros recursos, como las sombras remarcadas, el maquillaje y la
gestualidad manierista. Tal es el caso de Nosferatu, donde observamos claramente los fuertes contrastes entre
zonas de luz y zonas de oscuridad, así como la exageración en los movimientos y
gestos de los personajes. El castillo del conde es la zona más sombría de todos
los ambientes del filme, en señal de que ahí es donde se oculta la maldad. Vale
decir, además, que es uno de los pocos ambientes cerrados que muestra la
película, ya que en general se optó por filmar en exteriores; esto resalta
mucho más la sensación claustrofóbica que se siente en el castillo.
El argumento en sí,
tiene como eje central a un hombre-monstruo, que vive apartado en su fortaleza,
mitificado por la gente de la zona. Es un ser sobrenatural, salvaje y
satanizado. Aun así, presenta las
pasiones típicas del ser humano. Siente deseo sexual por una mujer,
específicamente, por la mujer de Hutter. Ese impulso que siente por robarle la
sangre, está representado de una manera tan oscura como erótica; ese instinto
de atacarla, es, al mismo tiempo, el instinto de poseerla.
Los personajes no es
que estén ampliamente desarrollados. De hecho, si nos acercamos de alguna manera a ellos es a través de las circunstancias y del tratamiento estético de la película. Hay que tomar en cuenta que la misma se estrenó en una época en la que ni siquiera se habían inventado todas las técnicas expresivas que se conocen hoy; aun así, es interesante
cómo el director se las arregla para transmitirnos la esencia de sus personajes
sin explorarlos a fondo de manera argumental. Orlock, con su rostro pálido,
sus orejas puntiagudas, sus dientes de rata y su traje negro, de inicio se nos
pinta amenazante, mientras que Hutter luce cándido y bonachón debido a sus gestos
y matices mucho más claros. De Ellen, por su parte, sabemos que ama a Hutter, que
se siente profundamente preocupada por él, y que ello le haría capaz de
sacrificarse.
Nosferatu al acecho |
La trama es presentada de manera bastante simple, lineal. Desde mi punto de vista, su modo de narrar no es tan creativo como el de su antecesora El Gabinete del Dr. Caligari, que cuenta con un giro final desconcertante. Sin embargo, el hecho de saber casi de inicio que nos hallamos frente a una historia de seres sobrenaturales y demoníacos, genera una intriga natural. Intuimos que frente a tanta oscuridad, la cosa no puede acabar del todo bien; de este modo, lo más rico del filme resulta ser esa manera en que, con pocos pero eficientes recursos, llegamos a experimentar la angustia de los personajes ante la amenaza inminente.
Ficha técnica:
Dirección: F. W. Murnau
Producción: Enrico Dieckmann, Albin
Grau
Guión: Henrik Galeen, Günther
Krampf
Fotografía: Fritz Arno Wagner
Escenografía y vestuario: Albin Grau
Reparto: Max Schreck, Gustav von Wangenheim, Greta Schröder
País:
Alemania
Año: 1922
Género: Horror
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