jueves, 11 de septiembre de 2014

Relato de un cadáver


Por: Alexiel Vidam

Había leído algunos comentarios sobre La Tumba de la Luciérnagas -dirigida por Isao Takahata y escrita Akiyuki Nosaka- hace algún tiempo. Había leído, por ejemplo, que es una de las películas de animación más fuertes y desgarradoras que existen, y que, junto a La Lista de Schindler (de Steven Spielberg) y El Pianista (de Roman Polanski), es reconocida como una de las mejores películas antibelicistas de todos los tiempos.

De entre los que la vieron, escuché también, que era necesario contar con unos 30 paquetes de kleenex. Catalogada como obra de arte y como bomba lacrimógena. A mí me provocó una sensación algo diferente. Sentí impotencia, incomodidad y una fuerte dosis de angustia.



Tenemos a dos hermanos: Seita y Setsuko. El primero es un adolescente de 14 años aproximadamente; su hermanita menor, tiene unos 4 o 5. Todo comienza cuando ambos se retrasan de ir al refugio debido a los bombardeos. Estamos en Japón en el año 1945, en la ciudad de Kobe, durante la II Guerra Mundial. Su madre enferma ha partido antes que ellos, pero irónicamente, por ese motivo es afectada por las bombas, mientras sus dos hijos llegan a salir ilesos.

Ella fallece al poco tiempo y los dos niños se ven obligados a refugiarse en la casa de una tía; ésta inicialmente los recibe de buena forma. Como Seita y Setsuko son hijos de un importante marino, los racionamientos mejoran. Sin embargo, rápidamente el comportamiento de la tía se vuelve hostil hacia ellos, quienes, sintiéndose maltratados, acaban mudándose a un refugio abandonado.


Si bien el escenario inicial ya es bastante crudo, aquí es donde arranca la verdadera lucha por la supervivencia. Todo está racionado y resulta prácticamente imposible vivir fuera del sistema. Seita debe arriesgar su vida durante los bombardeos, saqueando las casas abandonadas. Se acostumbran a comer ranas secas, frutos de los alrededores e incluso robados. Pronto empiezan también a ser atacados por los bichos del propio refugio y la pequeña Setsuko muestra claras señas de malnutrición.



La sensación de desesperanza nos acompaña de inicio a fin, y aunque la situación es realmente para llorar, Seita no suelta ni una lágrima. Tal vez porque sabe que su hermana depende de él, o quizás porque le han golpeado tanto que ya ni duele. Yo, en mi lugar de espectadora, me sentí en el lugar de Seita; con un vacío en la boca del estómago, pero sin llorar. Esta película me hizo sentir ahogada.


Eso no es un punto en contra. Por el contrario, el filme me transmitió toda la crudeza que vivió Nosaka durante los bombardeos; ya que, cabe señalar, la historia está basada en su propia experiencia de vida. Él es Seita. Él vivió los bombardeos de 1945 siendo un adolescente; perdió a su madre enferma y a su hermana de 4 años, Keiko. Pienso que es como un golpe seco final a toda esa desolación que provoca la película.


Estoy de acuerdo en que es una obra de arte, desde el propio argumento hasta el trazo de los personajes y escenarios. Es una pincelada realista y sumamente expresiva. Los movimientos de la pequeña Setsuko parecen calcados de una niña real; como si el autor hubiese plasmado sus recuerdos en el arte. La banda sonora es discreta, pero sabe acompañar y enfatizar los momentos más tristes y melancólicos.

Definitivamente, una patada a la sensibilidad. Algunos llorarán, otros no, pero siento que en general quedarán sin aire.

Ficha técnica:

Dirección: Isao Takahata
Producción: Toru Hara
Guión: Isao Takahata, Akiyuki Nosaka (autor de la novela original)
Música: Michio Mamiya
Arte: Nizou Yamamoto
Voces: Tsutomu Tatsumi, Ayano Shiraishi, Akemi Yamaguchi, Yoshiko Shinohara
Estudio: Studio Ghibli
País: Japón
Género: Drama, animación
Duración: 88 min


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