"No quiero necesitarte... porque no puedo tenerte."
Por: Alexiel Vidam
Por: Alexiel Vidam
Ayer volví a ver una de esas pocas pelas románticas que
realmente me atrapan y que –por si fuera poco-, pueden hacerme llorar: Los
Puentes de Madison, una película de Clint Eastwood que cuenta, por cierto,
con una de las más memorables actuaciones de Meryl Streep (mi actriz
favorita por excelencia).
Por el contrario de mostrarnos un amorío chicloso y
empalagoso, Los Puentes de Madison es capaz de estrujarte el corazón con un romance
rebelde, maduro y bien cuajado. Es, además, una película que cuestiona los esquemas tradicionales
acerca de la familia, la pareja, el amor, y los propios objetivos finales de la
vida del ser humano.
La protagonista, Francesca
(Meryl Streep) es una mujer que ha dejado su pueblo en Italia para casarse
con Richard (Jim Haynie), un
veterano de guerra norteamericano que hoy se ha convertido en un pacífico,
esmerado, y bastante aburrido granjero. Francesca y Richard viven en Iowa, en
el condado de Madison. Es un pueblo pequeño donde todos se conocen, donde todos se
ayudan, donde nadie roba a nadie… pero también donde todos cuchichean sobre la vida
de otros: uno de esos pueblos donde no
hay mucho que hacer, y el aburrimiento se rompe, muy de cuándo en vez, con un
buen –y muy desagradable- chisme.
La vida de Francesca
transcurre monótonamente atendiendo a sus hijos adolescentes y a su marido,
quienes no parecen tener mucho interés en comprender sus verdaderos deseos. Un
día, Richard y los dos jóvenes parten hacia una feria fuera del pueblo, y
Francesca –a solas en casa- recibe la inesperada visita de Robert Kincaid (Clint Eastwood), un fotógrafo de la National Geographic
interesado en fotografiar los puentes cubiertos de la zona. La actitud
desapegada y aventurera de Robert impresiona a Francesca, generando en ella una verdadera revolución interna,
caracterizada por un nuevo descubrimiento de sí misma y fuertes interrogantes
acerca de su vida actual y las decisiones que ha tomado (o que ha dejado que
tomen por ella).
*ATENCIÓN A SPOILERS*
Ciertamente, nos
encontramos ante una historia de infidelidad, pero... ¿hasta qué punto podemos
juzgar esta infidelidad? Francesca es una mujer frustrada por sus malas
decisiones y su falta de carácter para imponer su voluntad. La parte de culpa
que le corresponde, es la de haber dejado pasar demasiado tiempo. Todo indica
que su esposo es –en el fondo- un buen tipo, pero también un sujeto egoísta y
chapado a la antigua, incapaz de escuchar las necesidades de ella. Los
hijos, han sido criados según el modelo del padre, que es el mismo que la
propia madre se ha obligado a seguir y a transmitir.
Podríamos considerar
a Francesca como una antiheroína feminista. Una mujer que, tarde, tiene un
instante de rebelión y busca reafirmar su identidad, siguiendo sus propios
deseos de pasión, afecto y libertad. Sin embargo, las cosas no son tan
sencillas; no le resulta fácil renunciar a una vida hecha y correr el riesgo de
ser rechazada por la familia que ha formado.
El personaje de
Robert, por otra parte, es encantador desde el primer instante: un sujeto
carismático, divertido, desenfadado y galante. A pesar de ser un tipo solitario
y sin ataduras, se muestra bastante considerado con Francesca, de modo que el romance se desarrolla de manera
progresiva y según la tensión entre los dos se va volviendo cada vez más
irrefrenable.
Vale decir que ambos protagonistas nos transmiten muy
claramente sus sueños, frustraciones e inseguridades, y todo ello gracias al
carisma y la flamante interpretación de
los dos actores principales.
En cuanto a los aspectos
técnicos, la película es sencilla, pero cumple con transmitir las atmósferas de
pasión, libertad o tensión en los
momentos indicados. La fotografía destaca en colores cálidos y tonos naranjas para enfatizar los momentos de emotividad y pasión.
Una de las escenas más memorables–a mi parecer- es
aquella en la que Francesca enfrenta a Robert a fin de saber cuáles son sus
sentimientos. Otra, y la más conmovedora, sin duda, es ésa en la que Francesca
se encuentra con su marido en la camioneta y percibe a Robert observándola, como quien ruega que reconsidere, como
quien trata de alargar los segundos de una despedida que espera que nunca
llegue. Esa escena, que dura hasta el momento en que Robert cuelga del
retrovisor la cadenita que le dio Francesca, y luego se resigna y parte para
siempre, es la que nos pone a todos a
llorar; es la que pone a Francesca a llorar y nos convierte en partícipes de su sufrimiento.
Una película sencillamente hermosa y hecha para cuestionar
nuestros propios esquemas mentales, para dejarnos un simple, claro y
contundente mensaje de fondo: “Hagan lo que tengan que hacer para vivir
su vida. Hay muchas cosas para ser felices”.
Dirección: Clint Eastwood
Producción: Clint Eastwood, Kathleen Kennedy
Idea original: Robert James Waller (de su novela Los puentes de Madison)
Guión: Richard LaGravenese
Música: Lennie Niehaus
Fotografía: Jack N. Green
Montaje: Joel Cox
Reparto: Clint Eastwood, Meryl
Streep, Annie Corley, Victor Selzak, Jim Haynie
País: Estados Unidos
Idioma: Inglés
Año: 1995
Género: Drama
romántico
Duración: 134 minutos
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