miércoles, 23 de enero de 2019

“Climax”: La Danza de Babel



 Por: Carla Aguilar


Nuevamente, en una danza bajo los efectos del LCD, vemos cómo Gaspar Noé nos vuelve a esclarecer la crueldad de nuestra naturaleza humana. Clímax, según su él, está construida como una “Torre de Babel”: es una combinación alucinante de todos los conflictos internos que uno pueda tener, por lo que no termina de cobrar sentido y se convierte en una pesadilla, tanto para sus personajes como para el espectador. Un tormento que no da tregua.

Ambientada en los años 90, la película comienza con una entrevista grabada a aquellos que formarán parte de una compañía de danza; este momento pareciera ser una especie de falso documental –una manera de marcar la realidad de la ficción.

Cada personaje empieza a desnudar su personalidad. Luego, se ve a los bailarines armando una coreografía que es captada en la pantalla desde lo alto y por primerísimos primeros planos que capturan su habilidad contorsionista. Es como si te estuvieran tentando a bajar al infierno.


El espacio es una casa, un lugar cerrado; conforme avanza la película lo llegas a reconocer como un laberinto sin salida. Todos celebran con sangría –que luego revela contener ingredientes poco comunes–. Aunque no es evidente en un inicio, es inevitable estar a la espera por la catástrofe existencial que su controversial director ofrece en todo momento.

Sabes que no saldrás sano de la sala. Noé mantiene en Clímax una de sus marcas personales: experimentar con una puesta en escena que traslada a situaciones angustiantes. ¿Cómo? No se espera algo distinto de una crisis dada por un coctel de drogas, alcohol, sexo y malas intenciones: bastante típico del director. Y la parte divertida es su forma de transformarlo en cada una de sus obras, como Irreversible (2002).


La película tiene dos partes, y en todo momento mantiene su composición coreográfica que se intensifica en su proceso: pasa de ser gráfico y explícito, escenificado por sus personajes y la relación con su espacio, para convertirse en abstracto y sensorial, complementado por el juego de cámara, luces y expresiones corporales desbordantes de los personajes, sobre todo del personaje de Sofía Boutella –quien es la única actriz profesional en la película–. Te vuelves loco. Te sientes como si hubieses tomado un poco de esa sangría.



El lugar pierde su constante iluminación cuando sus personajes pierden el control y el espacio se tiñe de rojos y azules. El eje de la pantalla se pierde. Aquí explota el lado animal y autodestructivo de toda la historia; sabes que has entrado al segundo capítulo.

Estás pisando el infierno. Una manera extraordinaria de abordar el caos y cómo se expande en la humanidad. Y, en una película de Gaspar, no faltan temas como el machismo, la violencia contra la mujer, el conflicto de ser madre y ser mujer, y el constante egoísmo.


Evidentemente, bajo cualquier circunstancia, esta película sería reconocida como obra de Gaspar Noé, aunque algunos dicen que es la menos dura de todas. Aun así, se reconoce el trabajo de su autor porque sólo se puede notar la agonía por todo el espacio, más que las acciones en sí.

Su cine es radical y controversial, busca crear una reacción y poner en duda cualquier creencia. En verdad, cualquiera. Pone tu mundo de cabeza sin permiso alguno. Además, la diferencia con cualquier otra película comercial es que el rodaje fue desarrollado en 15 días –sin ensayo previo– y la mayoría de la película está compuesta por la improvisación.

Noé, así como en Irreversible, se tomó el riesgo hasta en el financiamiento de su película. No tuvo guion estructurado, ni actores profesionales. Su proyecto es una puesta en escena armada a imagen y semejanza de su propia discordia. ¿Y también de la nuestra?



Ficha técnica

Dirección: Gaspar Noé
Producción: Edouard Weil, Alice Girard, Vincent Maraval
Guión: Gaspar Noé
Protagonista: Sofia Boutella
Fotografía: Benoît Debie
Edición: Denis Bedlow, Gaspar Noé
País: Francia
Idioma: Francés, Inglés
Género: Drama, terror psicológico

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