jueves, 2 de enero de 2020

“Merlí: Sapere Aude”… sin Merlí, sin gracia y sin filosofía



Por: Alexiel Vidam

He terminado de ver la primera temporada Merlí: Sapere Aude, nomás de pura nostalgia, pues la serie deja mucho que desear.

Merlí —la original—sabía combinar lo interesante con lo entretenido; lo complejo, con lo ligero; las profundas  lecciones de filosofía, con los enredos amorosos; los problemas e inseguridades de “adulto”, con los fantasmas clásicos de la adolescencia. Era una serie sobre filosofía real en formato amigable, en la que un grupo de jóvenes muy distintos entre sí, plasmaban, en la vida cotidiana, las lecciones de su ingenioso e irreverente maestro.

Merlí (2015 - 2018)

En contraste, el spin-off protagonizado por Pol Rubio (Carlos Cuevas) sobreexplota el tema de los rollos amorosos, manejando el erotismo, además, de una manera forzada (arrancando con un primer plano al culo de Carlos Cuevas en el minuto 1 del capítulo 1). La filosofía, queda en tercer plano; se utiliza como excusa para mostrarnos a Pol en su etapa universitaria, pero siempre con una mirada superficial y cero detallada.

Escena en la que el protagonista se masturba con un rotulador.

En cuanto a los nuevos personajes, tenemos a un grupo de estudiantes con poco carisma y bastantes clichés: una argentina disforzada, una “mosquita  muerta”, un chico timidón (como Joan al principio de Merlí, pero sin su inteligencia) y un niño rico engreído (otro “chulo” como Pol, pero con más billete).  

De éstos, el único que genera momentos de simpatía es Biel (el timidón) —interpretado por Pere Vallribera—, pero al compararlo con Joan, queda bastante desteñido. Minerva —Azul Fernández— (la argentina disforzada) pretende romper con los tópicos clásicos de sus paisanos… pero resbala constantemente en esos tópicos (el chiste se cuenta solo cuando le preguntan qué estudia y ella responde “soy Argentina”).


La nueva profesora, es María Bolaño (María Pujalte). Ella pretende ser “la nueva Merlí”. Al igual que su antecesor, ella tiene bastantes problemas con su rol como madre, y una peculiar manera de enseñar que pasa por alto la corrección; sin embargo, no cuenta con la simpatía de Melí. 

Merlí era un tipo poco ortodoxo, pero al mismo tiempo era alguien gracioso, carismático, sarcástico y tierno a la vez; que además—y muy a su modo— demostraba constantemente el amor hacia sus alumnos. María, por el contrario, es una mujer amargada, con sentido del humor agresivo, y que parece ejercer más por ego que por vocación. A pesar de su irreverencia, además, no posee la creatividad de Merlí a la hora de abordar los temas.


De los antiguos personajes, obviamente aparece Pol, quien sigue siendo el mismo, sólo que más abierto con su sexualidad. Aparte de él, Bruno (David Solans) es el único que parece tener un papel importante. Digo “parece”, porque si bien aparece con frecuencia, su rol no queda para nada claro; lo único que hace es armar escenitas de celos y meter cizaña.


La Calduch (Anna Maria Barbany), uno de los personajes más geniales de la serie anterior, aparece aquí también, pero en su versión apagada. La Calduch era esta mujer histriónica, sarcástica, egocéntrica, desenfadada, pero también amorosa; fue el puente perfecto para la relación Bruno-Merlí.

El solo hecho de verla en escena o escuchar sus expresiones, era un tremendo placer. Aquí, lamentablemente, no escuchamos una sola de sus memorables frases (no, no hay eso de “¡Súbete aquí, y verás Canterbury!”). La Calduch se encuentra deprimida por la muerte de Merlí… y se entiende, pero ha perdido toda su gracia.

Extrañamos a la antigua Calduch... y a Merlí ni se diga  (snif, snif)

Además de ellos —casi por default— aparece el padre de Pol, quien ahora tiene una relación con Gloria (Assun Planas) —la profe de artes en el insti— y viven juntos. Estos dos personajes —sobre todo el padre—, a pesar de ser bastante secundarios, tienen algún momento interesante que le da  una pincelada de profundidad a la serie.

El propio Merlí (Francesc Orella) aparece, pero sólo durante unos minutos en el primer capítulo, como parte del recuerdo de Pol; es una dosis muy pequeña pero potente de nostalgia, directa a nuestros corazones.

La parte más emotiva y significativa de esta mediocre serie...¡Te extrañamos, Merlí!

Con todas las fallas ya mencionadas —que no se compensan con pinchazos nostálgicos—, Merlí: Sapere Aude, es necesario mencionar las imperdonables y  garrafales fallas de investigación, y con esto, me refiero a la representación de los extranjeros. No sólo Minerva es un cliché andante, sino que las imitaciones de acentos son sencillamente terribles.

Se supone que Ángel —el amigo de Bruno— es venezolano, pero parece más andaluz, y Amy —la compañera de piso de Minerva— supuestamente es americana, pero presenta un inglés completamente masticado y cargado de seseos. Esto, a quienes no somos españoles —o a quienes investigamos un poquito—, nos genera un ruido insoportable.


Esperemos que las cosas mejoren para la siguiente temporada…

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