martes, 14 de enero de 2020

“Sex Education”: Más que sexo



Por: Alexiel Vidam

En tres días se estrena en Netflix la segunda temporada de Sex Education, así que es buena ocasión para refrescar un poco la mente sobre la primera temporada, y animar, a quienes aún no la han visto, a embutirse sus 8 episodios antes del estreno de la segunda.

Lo primero que debo decir sobre Sex Education, es que tiene una manera muy inteligente de manejar el asunto del sexo. Como su título lo indica, el sexo está sumamente presente, y se convierte en excusa principal para que los personajes aborden problemas más profundos de sí mismos. La propuesta es arriesgada; sin embargo, es tratada con mucho acierto, pues —aunque usted no lo crea—, ni una pizca de la gran cantidad de sexo que se nos muestra es gratuita.



Sex Education, es la historia de Otis (Asa Butterfield), un adolescente de 16 años algo torpe y nada popular. Su madre es la Dra. Jean F. Milburn (Gillian Anderson), una reconocida terapeuta sexual. Paradójicamente, Otis es un chico bastante reprimido acerca de su sexualidad; de hecho, su mejor amigo Eric (Ncuti Gatwa) bromea constantemente acerca de su incapacidad para masturbarse.


Para añadir otra paradoja a la historia, Otis resulta ser un erudito del sexo, pues se ha pasado la vida escuchando los discursos de su madre, quien tiene su consultorio en su propia casa. Este detalle es descubierto por Maeve (Emma Mackey), una estudiante rebelde y con fama de promiscua, quien le hace una propuesta: “Yo me encargaré de los negocios, tú de la terapia”.

En un principio Otis se niega, pero la atracción que siente por Meave le hace ceder, iniciando entonces, su consultorio de terapia sexual estudiantil.


Puede que durante los primeros 2 minutos del primer capítulo digas: “Ok, acá vamos a tener bastante morbo”, pero pronto te das cuenta de que esto va de mucho más: se trata del mundo interior de unos personajes en plena etapa de descubrimiento; no sólo de sus cuerpos, también de sus sentimientos, deseos, frustraciones, anhelos… de su propia identidad.

A mi parecer, éste es el punto más interesante de la serie, pues se dedica a abordar dramas adolescentes con mucha empatía, equilibrando con agudeza la comedia y la nota emotiva, y resolviendo dudas y curiosidades típicas de esta etapa.


Algo que también me ha gustado bastante es el manejo del arte y el vestuario. Aunque ha habido fuertes críticas respecto al ambiente “americanizado” que presenta esta serie británica (especialmente el colegio, donde —al más puro estilo de gringoladia—, observamos los lockers, el baile escolar, la ausencia de uniformes y las típicas chaquetas deportivas), esto tiene respuesta en las influencias que tomó la creadora Laurie Nunn para inspirarse: películas americanas de adolescentes tales como The Breakfast Club o 10 Things I Hate About You (de hecho, la escena en que Jackson le canta a Meave, está directamente inspirada en Patrick —Heath Ledger— cantándole a Katrina —Julia Stiles— con toda la banda escolar).

Vale decir, además, que en la serie nunca se especifica la época ni el lugar en que ocurren los hechos, lo cual permite a la autora utilizar varios referentes ochenteros y foráneos, a fin de hacer un producto más universal. Quitando este detalle polémico de en medio, podemos decir que los ambientes encajan perfectamente con lo que la autora quiso plasmar, y que el vestuario transmite a primera vista gran parte de la personalidad de los personajes.



Y no podemos hablar de Sex Education, sin mencionar su banda sonora. El soundtrack va directo al corazón retro-lover, y resulta ser una inyección de cultura musical para la generación centennial. En la lista de canciones que lo componen se encuentran temas de The Smiths, Billy Idol, The Cure, Louie Armstrong, A-Ha, entre otros. Si eres amante de la buena música, es imposible no simpatizar con esta serie.



Acerca de las actuaciones, debo decir que ­­­—en general— todas me gustaron. Gillian Anderson personifica perfectamente a esa madre que se las da de liberal pero en el fondo es sumamente controladora y asfixiante. Asa Butterfield, por su parte, personifica bastante bien al chico promedio que cree que se siente bien pasando inadvertido, hasta que algo —de repente— le lleva a descubrir lo que le hace especial.

Emma Mackey también calza eficientemente con el rol de la chica ruda que —muy en el fondo—es un marshmallow. Sin embargo, quien destaca entre todos ellos, es Ncuti Gatwa, como el mejor amigo gay de Otis. Gatwa, interpreta a un Eric que, al principio, se maquilla a escondidas y sufre de bullying, pero luego rompe con sus miedos y planta cara a cualquier matón que pretenda intimidarlo.

Vale decir que, para entrar más en su personaje, el actor invirtió bastante en maquillaje y siguió muchos tutoriales en internet.


Finalmente, cabe señalar que Sex Education revive algunos arquetipos clásicos de las películas de adolescentes, pero esto no molesta en absoluto, pues, más allá de ciertos moldes generales (el tímido, la chica ruda, el deportista, el malote, el gay, etc.), cada personaje desarrolla sus propios conflictos de manera única. Equilibrando ambos factores—molde típico y rasgos únicos—, la serie consigue la empatía y el enganche necesarios para tenernos pegados de inicio a fin.


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