miércoles, 15 de febrero de 2012

El mundo según Larry Clark


Apesta a espíritu adolescente

Por: Juan José Sandoval

Es tan polémico como sus películas. Ha sido acusado de hacer apología a la pedofilia, de ser un pornógrafo insolente y amoral, de incestuoso, de ordinario. Pero a él solo le importa retratar la adolescencia yanqui contemporánea y así documentar la cotidiana decadencia del futuro estadounidense.


Se computaba un hijo de puta total. Había estado dos años en la guerra de Vietnam, una breve temporada en la cárcel por tenencia de armas y varios meses en clínicas de desintoxicación. Decidió aplacar su mal carácter con sexo duro y heroína, hasta que cogió una cámara de fotos y probó el oficio de su padre: capturar la realidad en blanco y negro. Fotografió a sus amigos yonquis mientras tenían sexo y se inyectaban heroína, y así nació su primer libro de fotos Tulsa, como el nombre de la ciudad de Oklahoma en la que nació en 1943. Desde entonces, Tulsa ha sido la inspiración de películas como Taxi Driver de Martin Scorsese (donde Clark se encargó de la fotografía), Rumble Fish de Francis Ford Coppola, Drugstore Cowboy de Gus Van Sant y Bullet Ballet de Shinya Tsukamoto. Además, ha sido considerado por el International Photography Center de Nueva York como uno de los cineastas más importantes de la segunda mitad del siglo XX.

Sus siguientes libros, Teenage Lust y Perfect Children, continuaron retratando el uso de drogas, los fletes y los medios de comunicación en la cultura juvenil. Y fue a inicios de los noventa que ingresa al mundo de la dirección con el video de la canción Solitary Man, de Chris Isaac.


Dejad que los niños vengan a mí (para filmarlos desnudos)

A inicios de los 90 dirige su primer trabajo audiovisual, el videoclip de la canción Solitary Man, de Chris Isaac. Por esta época también conoció a Harmony Korine1, el skater de 19 años con quien Clark escribió el guión de su primera película, Kids, escandalosa ópera prima estrenada en el 95, con la cual detonó la crítica que abanderó el cine independiente en la década del grunge.

Kids presenta a Telly y Casper (Leo Fitzpatrick y Justin Pierce), dos adolescentes vagos y malandrines que viven obsesionados con el sexo. Telly es un coleccionista de vírgenes y Casper, que se pasa el día borracho, goza oliéndole los dedos a su amigo. Jenny (Chloe Sevigny) es una chica que no ha puede olvidar su primera vez con Telly, hasta que se entera de que ha sido contagiada del VIH en su debut, por lo que emprende una búsqueda desesperada que termina convirtiéndose en el trip paralelo de la película. Mientras estos muchachos son retratados en sus correrías juveniles con el skate, la cerveza, el hip hop, la marihuana, el punk y la jerga insolente; el VIH se convierte en la médula de la historia.


Su estreno en 1995 fue una llamada de atención al mundo. Por eso resultó irónico que la distribución de Kids haya estado a cargo de una subsidiaria de Walt Disney.

Ken Park registra los desencuentros familiares de un grupo de chiquillos de California y las consecuencias de ese caos doméstico. Tate (James Ransome) vive insultando a sus abuelos hasta que los acuchilla excitado mientras duermen. Claude (Stephen Jasso) es un tímido muchacho que sufre las agresiones sexuales de su violento padre. Shawn (James Bullard) mantiene relaciones con la mamá de su novia. Y Peaches (Tiffany Limos), quien vive con su ultrareligioso padre, practica juegos eróticos hasta que es "ampayada" por éste justo cuando tiene a un amigo amarrado en la cama. El padre, que es viudo y vive rememorando la belleza de su difunta esposa, termina vistiendo a su propia hija con el vestido de novia de su madre y casándose con ella en una bizarra e imaginaria ceremonia coronada con toqueteos incestuosos. Finalmente, Ken Park, quien da inicio y fin a la película, es un muchacho que vive atormentado por el embarazo de su novia, motivo por el cual decide pegarse un tiro en la sien mientras se graba a sí mismo en medio del skatepark, ecosistema urbano que el director usa como tópico de sus entregas cinematográficas y que se suman a la actual cultura hip hopera.

También están los chicos de Another Day in a Paradise, que viajan en auto y en ácido para hacer negocios con drogas y armas en otra ciudad. O los chicos de Bully, que eligen el camino asesino que los llevará a la cárcel. O los skaters latinos en Wassup Rockers, que salen del gueto para patinar en las zonas pitucas de Los Ángeles, donde descubren el amor pero también la muerte y la humillación, la discriminación que se practica en lo más bajo del estatus inmigrante, ya no del chicano de México, sino de los centroamericanos sin identidad: nicaragüenses, guatemaltecos y salvadoreños, chiquillos metaleros de apellidos “exóticos” y procedencia “indigna”.

Bellos y malditos

Al igual que Gus Van Sant y Todd Solonz, las películas de Larry Clark generan un inevitable cuestionamiento sobre el nihilismo adolescente. Pero lo que resulta fascinante en su filmografía no es esa decadencia infantil. Clark está más al tanto de la bella anatomía de sus púberes criaturas que de su oscuro comportamiento, y no puede evitar convertir a esos pequeños monstruos en íconos de lo bello y lo maldito. Sus historias, por otro lado, están intoxicadas por grandes dosis de realidad. Tragedias como la ocurrida hace diez años en Columbine High School, en la que dos estudiantes asesinaron a 20 personas y luego se suicidaron, demuestran que la podredumbre de la sociedad estadounidense –que fomenta la derrota como “pecado”– es su mejor inspiración (basta recordar el suicidio grabado de Ken Park). El mismo Clark se mostró consternado en una entrevista concedida a New York Magazine en marzo del 2005, un día después de que una adolescente de 15 años fuera asesinada de un balazo en la cabeza en el Locke High School de Los Ángeles. Ese mismo día Clark había estado con uno de los alumnos de esa escuela (por ese entonces filmaba Wassup Rockers en ese centro educativo) ayudándolo con los deberes. Su sorpresa venía de que el muchacho en cuestión parecía más abrumado por aprobar uno de sus cursos que por lo ocurrido en su escuela. El chico no le comentó nada al director. “Ni una palabra! ¿Puedes creerlo?” le grita un alarmado Clark al periodista David Amsden.

Pero en sus películas baja la voz para registrar a una generación abanderada por el desencanto y la perdición adolescentes que caminan hacia el fracaso siguiendo un camino histórico trazado por sus propios padres, alcohólicos degenerados que hallan en sus hijos la torpe idea de superar su mediocridad mediante una buena golpiza. Y ahí vemos, absortos y serenos, la destrucción de las relaciones familiares, una malentendida masculinidad, los vínculos con los medios audiovisuales, el racismo multidireccional y la construcción de la identidad adolescente cargada de rock, rubias quinceañeras mononeuronales anfetaminas, surf, tronchos como habanos, y skateboarding para desfogar la angustia de existir. Al menos cuando lo logran, porque el suicidio es siempre una mejor opción.


PASTILLAS PARA HUNDIR LA MORAL

(Filmografía básica de Larry Clark)

  • Kids (1995)

  • Another day in a paradise (1998)

  • Bully (2001)

  • Teenage Caveman (2002)

  • Ken Park (2002)

  • Wassup Rockers (2006)

  • Destricted (2006, donde varios directores reconocidos hablan del arte y la pornografía).

*Nota: Si quieres leer más textos de Juan José Sandoval, te invitamos a visitar su blog: http://www.juanjosesandoval.com/

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