martes, 24 de julio de 2012

Ridley Scott contraataca


Prometheus y el universo Alien


Por: José Abelardo Güich
(Escritor)

Mucho ruido y quizá no tantas nueces como presumíamos desató Prometheus, el esperado nuevo filme de Ridley Scott, quien en 1979 fijó con Alien una serie de hitos inamovibles en el género de la ciencia ficción, en su vertiente de “horror espacial”. Ha corrido agua bajo el puente desde que la pantalla mostró por primera vez a la famosa criatura extraterrestre, perfecta máquina de matar que da cuenta rápida de toda una tripulación de curtidos navegantes. La película inauguró una saga extendida hasta Alien: Resurrección. Pero ninguno de estos productos superó al original, cuya estima se ha incrementado durante los treinta años transcurridos desde el estreno.

Alien no brindaba muchas pistas sobre cómo se originó el casi indestructible ser; apenas unas huellas que el espectador procesa, pero no se convierten en un eje primordial, pues toda la historia gira en torno de la desesperada lucha de los tripulantes de la nave de carga “Nostromo” por eliminar al organismo invasor. El llamado space jockey, cuyo gigantesco esqueleto llama la atención de los exploradores, y por otro lado, el depósito de huevos de donde emergen los  fertilizadores; son las únicas marcas  fehacientes que conectan más o menos a las dos producciones,

Prometheus no es, en realidad, parte del ciclo, como ya lo ha sostenido Scott en varias entrevistas anteriores al lanzamiento. No se trata de una “precuela” (vaya palabra), sino de un relato autónomo con respecto al universo que la primera película establecía. Quien esperaba una nueva batalla contra el babeante espécimen puede, en cierta medida, salir defraudado y hasta pensando en la devolución del dinero.

La perspectiva está enfocada desde la inquietud de unos investigadores por descifrar un misterio (la existencia  de  muchas civilizaciones coincidentes en la representación de humanoides de gran estatura que señalan un grupo de estrellas en el firmamento). Con el apoyo obviamente interesado de la corporación Weyland (nombre que ya figura en Alien, y que se asume como el consorcio dueño del “Nostromo”), la nave “Prometheus” -clara alusión al mito griego del titán que obsequió el fuego divino a los seres humanos y por ende, es castigado por sus pares- emprende su viaje hacia el planeta que podría ser la clave para la solución del enigma a propósito del origen de la humanidad.

A partir del conflicto entre las inquietudes de los científicos y las motivaciones empresariales, los hechos se suceden con fluidez hasta aproximadamente la mitad de la película; luego, sobreviene un enrarecimiento que hace más lentas las acciones, en contraste con el ritmo eficazmente administrado por Scott hasta ese instante. Ése es el punto débil, pues esa disminución de la velocidad no llega a calzar con las intenciones filosóficas o especulativas que parece querer insuflarle el realizador. Esto genera desconcierto en quien seguramente ansiaba un panorama de sorpresas permanentes y de apariciones súbitas de criaturas que salen de cualquier parte para abrirles el cráneo a sus víctimas atónitas y paralizadas de terror.


Se aprecian las concesiones a la industria que Scott, un buen artesano, ha debido hacer, si su primera mirada fue en realidad una aventura plagada de veladas trascendencias en medio de un despliegue tecnológico y visual subyugantes que son, al fin y al cabo, las “fortalezas” de Prometheus. La ambientación tanto del planeta como de las naves y su parafernalia, llenan los ojos, siguiendo los clásicos dictados del space opera.


El filme recupera algo del vigor inicial en la segunda parte, cuando se van aclarando elementos narrativos, sobre todo en cuanto a la identidad de la raza extraterrestre, “los ingenieros” (el space jockey es uno de ellos), que diseñaron a nuestra especie y la sembraron en la Tierra. No está ausente el efectismo tan asociado a la saga y el manejo de la angustia (hay un correlato entre el terror de Ripley –protagonista de la saga anterior- en su último encuentro con la criatura, y la escena de la arqueóloga buscando liberarse del feto alienígena que lleva en su interior), así como una advertencia sobre los riesgos de la manipulación genética y de los experimentos que salen de rumbo y  no pueden ser controlados por sus ejecutores.


Prometheus no está a la altura de su ilustre predecesora, pero sabe mantener la atención del espectador a pesar de sus abruptas aceleraciones y retardos.  Deja varios cabos sueltos vinculados con  “los ingenieros” y sus objetivos reales; en la conclusión, estos no son mostrados como una sociedad nada benéfica, sino todo lo contrario. La siguiente entrega debería profundizar en ese aspecto, más allá de tentáculos y cuerpos que se abren de parte a parte (festín siempre bienvenido en todo lo que implique la criatura del envidiable exoesqueleto).



1 comentario:

  1. Gracias José. Particularmente en Prometheus me perturbó mucho los vínculos entre los protagonistas. El padre que prefiere como hijo a un robot antes que a su hija biológica. El robot que es un "desgraciado" y etc.

    Además me capturó esta idea de los ingenieros y la búsqueda por descubrir nuestros orígenes en el espacio. Sin embargo, como mencionas, yo también imagino que muchas personas esperaban otras cosas, más encuentros con la criatura y todo aquello que se asocia con las anteriores entregas.

    Dicho sea de paso, hay una película muy buena, llamada Terrore nellos spazio (Terror en el espacio) de 1965, traducida al inglés como Planet of the vampires, donde se establece mucho de la atmósfera y suspenso de Alien aún sin poseer su presupuesto. Está en Youtube, te la recomiendo, por si aún no la has visto. Abrazos.

    http://elgatodescalzo.wordpress.com

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