Por: Alexiel Vidam
Hace unos días volví a ver El Gran Dictador (1940), esta película de Charles Chaplin
que parodia a Adolf Hitler. Fue la
primera película en la cual el director se animó a utilizar los diálogos
hablados, y, curiosamente, la que acabó por convertirse en su obra más exitosa.
Personalmente, creo que el éxito de Chaplin radica en su capacidad de conmover al mismo tiempo que
hacer reír. El director es capaz de encontrar el equilibrio preciso entre
el drama y la comedia; de ahí que, siendo sus filmes exitosos alrededor del
globo, provocase reacciones tan dispares en occidente con respecto de oriente (por
aquí moríamos de risa, pero los chinos lloraban con sus películas).
“Hannah, ¿puedes oírme? Donde quiera que estés, mira a lo alto, Hannah! ¡Las nubes se alejan, el sol está apareciendo, vamos saliendo de la tinieblas hacia la luz, caminamos hacia un mundo nuevo, un mundo de bondad, en el que los hombres se elevarán por encima del odio, de la ambición, de la brutalidad! ¡Mira a lo alto, Hannah, al alma del hombre le han sido dadas alas y al fin está empezando a volar, está volando hacia el arco iris, hacia la luz de la esperanza, hacia el futuro, un glorioso futuro, que te pertenece a ti, a mí, a todos! ¡Mira a lo alto, Hannah, mira a lo alto!”
El protagonista de este
filme, es un barbero judío que recuerda mucho a Charlot (personaje más conocido de Chaplin),
tanto en la ropa, como en los gestos y los modos de actuar. Vale decir que en
la película nunca se le llama por nombre, pero el público tiende a considerar
que se trata del mismo personaje.
Este barbero, tan
cándido como valiente, es confundido con el dictador Adenoid Hynkel (parodia de
Adolf Hitler, interpretada también por Chaplin). Ello cual crea una serie
de situaciones tanto graciosas como emotivas, que nos llevan a una profunda reflexión sobre la igualdad y la
libertad, y sobre cómo el poder absoluto corrompe a la humanidad, creando “hombres-máquinas”,
con cerebros y corazones de máquinas.
La película tiene momentos excelentemente logrados.
Imposible no reírse con los delirios de grandeza de Hynkel, abrazado a su globo
terráqueo, despotricando contra el mundo en un idioma macarrón inventado (parodia del Alemán), firmando y
rompiendo declaraciones de guerra de un momento a otro. Su interacción con Benzino Napoloni (parodia de Musolini, interpretado por Jack Oakie) es sencillamente
genial, sobre todo aquella escena en que ambos dictadores caen en una
estrafalaria guerra de comida. Por otra parte, para escenas emotivas, el discurso final del barbero, es incluso capaz de sacar lágrimas.
Desde mi punto de vista, uno de los puntos más destacables de la genialidad Chaplin, es su
capacidad para nunca pasar de moda. A pesar de que su tipo de humor -basado
en caídas, torpezas y gags- puede resultarnos un poco “antiguo”, el carisma del
protagonista y los personajes que le acompañan es tal, que nos siguen
provocando gracia (algo similar, a lo que sucede -poniendo un ejemplo latinoamericano-,
con Chespirito). Además, para el tipo de historias que se presentaban en la
época -y más aún en el género de comedia- tenemos personajes bastante redondos y llenos de matices. No sólo el
barbero compensa su ingenuidad con su osadía, sino que el propio Hynkel resulta
tan cruel como adefesioso. Algo similar sucede con el personaje de Benzino
Napoloni, un sujeto sanguinario y bonachón al mismo tiempo.
Esto, tomando en cuenta la brutalidad del momento histórico
retratado, puede resultar chocante para el espectador actual. Hay que tener
presente que, cuando Chaplin realizó la
película, Estados Unidos aún no se hallaba en guerra con Alemania. Mucha
gente aún desconocía la realidad de los campos de concentración y se sabe que
el propio Chaplin, ya enterado de todo, se arrepintió de haber realizado la
película.
Partiendo de ahí, pienso Chaplin fue un sujeto valiente al atreverse
a criticar a Hitler en pleno apogeo. De hecho, tal fue el temor que provocó su filme, que éste fue prohibido en
Alemania nazi. Nadie pudo verla… salvo el propio Hitler, quien incluso la
vio en dos oportunidades, pero su opinión al respecto es hasta hoy desconocida.
En una oportunidad, el propio Chaplin señaló que hubiese
dado lo que fuera por conocer la opinión de Hitler. Por acá sentimos lo mismo…
Ficha técnica:
Dirección: Charles Chaplin
Producción: Charles Chaplin
Guión: Charles Chaplin
Música:
Charles Chaplin, Meredith
Willson
Fotografía:
Karl Struss, Roland
Totheroh
Reparto:
Charles Chaplin, Paulette
Goddard, Jack Oakie, Reginald Gardiner
País: Estados Unidos
Año: 1940
Género: Comedia, drama
Duración: 124 minutos
**VÉLA TÚ MISMO**
Me adscribo a la tesis de que el barbero y el clásico vagabundo del cine mudo son en el fondo el mismo personaje. De hecho el barbero habla muy poco y semeja en todas sus actitudes al célebre Charlot mudo. Creo. Es cosa de ver la película.
ResponderEliminarUnizaga