Dolan y sus
amores imaginarios
Por: Fabiola Martínez Oquendo
Les amours imaginares no es una película de amor –ni desamor-. Es una película sobre la soledad y las
obsesiones a las que ésta puede conducir. Un triángulo amoroso (en el que el
tercer vértice es una ilusión) y una historia agridulce magníficamente dirigida
por Xavier Dolan, condensan un estilo contemporáneo y fresco,
con situaciones que todos hemos experimentado – o vamos a experimentar-
en algún momento de nuestras vidas. En su lenguaje universal y gran tratamiento
estético reside su éxito en el festival de
Cannes de 2010, el Hamptons International film festival (2010), International
Cinephile Society Awards (2011), el Sydney Film Festival (2010), entre otros.
Un universo que
plasma una onda muy actual que linda entre lo ecléctico y lo indie. Con un
cuidado de la estética milimétricamente pensado, elaborado y ejecutado en cada
plano, muestra la decisión de una puesta en escena irreal y hermosa. El placer
que causa a los ojos ver tal delicadeza
y atención al detalle, junto con el recurrente uso de la cámara lenta, resulta
una suerte de analogía al enamoramiento en sí. Las primeras impresiones son
limpias, bellas y distractoras, ocultando cualquier imperfección tras una
armonía de colores y formas puestas en pantalla.
Tres personajes, cada
uno con una atmósfera inteligente y encantadora a su manera. Francis, interpretado por el mismo Dolan,
se distingue de los otros dos por su sensibilidad, inocencia y personalidad
infantil. Marie, interpretada por Monia
Chokri, es un conflicto existencial en sí misma; aunque se muestra como una
mujer fría, confiada y fuerte, se esconde tras un caparazón que se va
desmoronando con el avance del film. Ambos comparten un estado de nerviosismo,
ansiedad y muchos cigarrillos provocados por el tercer personaje: Nicolas, interpretado por Niels Schneider. Nico
es la representación de la utopía para Francis y Marie; un adonis contemporáneo
“inteligente, culto y tierno” en palabras de Francis, pero también egocéntrico
y apático. Nicolas, siempre espontáneo y despreocupado, no busca explícitamente
hacerle daño a nadie; es más bien encantador y afectuoso. Señales mezcladas y
amistades quizá muy cariñosas, se desenvuelven desde que Francis y Marie
conocen a Nicolas.
Los rituales sociales se plasman en la película de forma tan
falsa como acertada. Y es que el arte,
la música (Bang bang – Dalida) y la
cámara lenta en las escenas donde los personajes se preparan para asistir a un
encuentro, ensalzan las acciones de los mismos a un punto contemplativo. Momentos
en los cuales solo nos queda disfrutar de observar el ritual y recaer en que
hacemos lo mismo con frecuencia muchas veces sin notarlo.
El juego de testimonios que suceden en paralelo a la
historia, enmarca la problemática que Dolan quiere que vivamos. Enfocando
nuestra atención forzadamente mediante el uso de un zoom brusco e invasor a las anécdotas sobre abandonos, amores
platónicos y experiencias homosexuales, narradas por estos personajes ajenos a
la historia principal. Aun cuando la
historia funcionaría sin la presencia de estas escenas testimoniales, es la
forma del director de exponer su visión respecto a los conflictos que se viven
internamente, cuando una persona cree estar enamorada.
Experiencias
sensoriales, como el caso del uso de la cámara lenta y los hermosos y coloridos planos, se dan en varias partes de la
película. El ejemplo por excelencia es la escena del cumpleaños de Nicolás, en
que Francis y Marie lo admiran obsesivamente, cada uno desde su visión. El juego de colores, música y cambios de
planos se convierten en un estado de hipnosis, en el cual los personajes
comparten con el espectador su obsesión por Nicolas. Resulta linda la inocencia ciega con que Marie observa a Nicolas volverse un David de Miguel Ángel frente a sus
ojos y cómo Francis se pierde entre su imagen y visiones de dibujos
homoeróticos de Jean Cocteau.
Dije al inicio que
esta película es sobre la soledad, y es que los personajes siempre están buscando
escapar. Dolan se empeña en que notemos la presencia de los cigarros y el
humo mostrándolos a veces como un catalizador de sentimientos y otras como facilitador
de conexiones. El humo juega un papel
importante en la película. Es tal vez el “jugar con fuego sin quemarse”, lo
que desea plasmar con la intensidad con que se presenta el humo y la acción de
fumar. Durante la historia lo veremos en
todo lado, desde los diálogos hasta en los rincones de la pantalla.
Antes de terminar no se puede dejar pasar el soundtrack de esta película. Es
característica del director acompañar la música con los eventos acontecidos en
sus trabajos; pero en este caso me parece especialmente remarcable la fusión entre música clásica, electrónica
europea, Hip hop y clásicos italianos, unificados en armonía complementando las
experiencias sensoriales –ya mencionadas-
que se logra vivenciar en el trascurso del film.
Dirección: Xavier Dolan
Producción: Xavier Dolan, Carole Mondello, Daniel
Morin
Guión: Xavier Dolan
Fotografía: Stéphanie Anne Weber Biron
Montaje: Xavier Dolan
Reparto: Xavier Dolan, Niels
Schneider, Monia Chokri
País: Canadá
Idiomas: Francés
Año: 2010
Género: Romance, drama, comedia
Duración: 102 min.
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Lo mejor de Dolan son sus diálogos, de ahí el recurso de cabezas parlantes.
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