lunes, 4 de julio de 2016

El personaje de Marnie –la ladrona-, y la cleptomanía freudiana


Por: Alexiel Vidam

Hace unos días hablé sobre Marnie, la ladrona, película de Hitchcock que seduce con su perfecta combinación entre suspenso y erotismo (un erotismo peculiar, además, bastante “encaletado” –tomando en cuenta la censura de la época-, pero, paradójicamente, totalmente revelador). Decía en aquel post, además, que al igual que otras películas de Hitchcock, uno de los platos fuertes es la redondez y la dualidad de los personajes, siendo el más intrigante, por supuesto, su protagonista, Marnie, interpretada por Tippi Hedren.

Hablemos, pues, del personaje de Marnie, la ladrona.

Ante todo, una mujer enigmática, compleja; más compleja aún de lo que ella puede intuir. Marnie se reconoce a sí misma como delincuente, como mentirosa, y como una mujer repleta de carencias. Tiene una obsesión con contentar a su madre, a la que frecuenta periódicamente con caros obsequios. Su madre nunca parece contenta con ella, y a Marnie le desgarra el corazón. Intuye que su madre no la ama, pero no sabe por qué; desconoce los verdaderos motivos.


Además, Marnie se ve continuamente acosada por una pesadilla en la que su madre la levanta de la cama. Ella comienza a gritar y le pide que no lo haga, y luego grita que no lastimen a su madre. Sin embargo, al despertar, es incapaz de comprender el sueño. Si acaso algo así sucedió, o si es un espejismo de su mente, ella no puede revelarlo. Tal vez, en el fondo, tampoco desee hacerlo, y se trate de alguna defensa psicológica inconsciente, como cuando bloqueamos un pensamiento para que no nos lastime.

Tiene una serie de fobias bastante particulares: al color rojo (apenas lo ve, necesita retirarse; hasta puede reaccionar con violencia), a las tormentas… y sobre todo, al avance de los hombres. Tanto ella, como su madre, se jactan de poder vivir sin necesitar de un hombre. De hecho, algo que le ha inculcado su madre de manera tajante, es la “decencia”; y el apego a lo que dice la Biblia. Dentro de todas sus malformaciones, de lo que se puede jactar Marnie, es de ser una mujer “decente”.



Ello, sin embargo, no la aleja de pretensiones masculinas. Es así como un obsesionado Mark Rutland –ex jefe suyo, interpretado por Sean Connery- logra colocarla entre la espada y la pared. Él busca forzarla a permanecer a su lado, a la vez que desenredar el misterio de su patología. Rutland será, entonces, la pieza clave para llegar a comprender a Marnie, para develar sus impulsos compulsivos e incluso su mórbida relación con una raíz sexual (un bocadillo delicioso a explorar para el paladar freudiano).


Si aún no has leído nuestro post sobre la película, chécalo aquí.


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