martes, 4 de agosto de 2015

Fantasmas de ayer y hoy



Por: Alexiel Vidam

Con motivo del reciente remake de Poltergeist (el clásico de 1982, dirigido por Tobe Hopper y producido por Steven Spielberg), me entró el bicho no sólo de revisar el original, sino también de echarle un vistazo a su versión moderna (dirigida por Gil Kenan) y hacer un post comparativo. Así que, con ustedes… un “versus”.

Ya que nos encontramos ante original y remake (no reboot), vale recalcar que la temática es prácticamente la misma: una familia clasemediera americana que se halla tranquilamente instalada en su casa, cuando una serie de eventos extraños empiezan a amenazarles. Pronto, esos seres de ultratumba que les rodean, establecen contacto con la hija menor, queriendo llevársela con ellos.   


En cuanto al argumento, se observa diferencias menores: el nombre de los personajes ha cambiado, la niña pequeña pasa de rubia a castaña, y la familia se muda a la casa en lugar de haberla habitado desde siempre. Hasta aquí, encuentro un punto a favor y uno en contra para cada uno de los filmes. Por un lado, por más superficial que parezca, el cabello de Carol Anne (la niña de la versión de 1982, interpretada por Heather O’Rourke) tenía un significado específico; era parte de un simbolismo: Carol Anne era la única hija que había nacido en la casa; a partir de ello se justificaba su poder especial para comunicarse con espíritus, y de ahí que éstos la eligieran para ser su “guía hacia la luz”; en otras palabras, el cabello de Carol, rubio-casi blanco –en contraste con el cabello castaño de sus padres y hermanos-, era una alusión a la luz y al punto de que ella sea distinta al resto de su familia. Esto se pierde en la versión nueva, donde Madison (equivalente a Carol Anne, interpretada por Kennedi Clements) comparte el mismo color de cabello que sus familiares y nunca nació en la casa (recordemos que ellos apenas se han mudado), de modo que su poder sobrenatural es una mera casualidad. En contraste, el tema de la mudanza le da más verosimilitud a la historia –punto a favor de la nueva versión-, ya que es más creíble que unos fantasmas agresivos te tomen por sorpresa en un lugar que no conocías, a que aparezcan de la nada en un lugar que has habitado por años.

1982                                                              2015

Sin embargo, donde más siento que se nota el cambio de un filme a otro, es en el perfil de los protagonistas y en el reemplazo de la anciana médium Tangina (interpretada por Zelda Rubintein), por un “caza-fantasmas” de la tele llamado Carrigan Burke (Jared Harris). Con respecto de la película de 1982, la impresión que tuve fue la de que se nos estaba presentando una caricaturización de la familia americana: todos “buenos y felices”; tan buenos y felices que pecan de ñoños e insoportables. La madre es tonta y superficial, al punto en que la vemos saltando emocionada luego de arrastrar a su pequeña hija por la cocina, para corroborar que los espíritus existen; el padre tiene un exageradamente patético sentido del humor, y el hijo es un mocoso engreído. Por su parte, la hija mayor pinta un poco más interesante por su perfil rebelde –sobre todo para la época-, pero a la hora de la hora casi no aporta a la historia; de hecho, sus apariciones son breves y sin importancia. Podríamos decir entonces, que el único personaje con cierta dosis de carisma en la familia, es Carol Anne, quien muestra una interesante mezcla entre inocencia y carencia empática (especialmente en la escena en que, apenas ha enterrado a su pajarito –con bastantes lágrimas de por medio-, y al segundo la vemos sonriente pidiéndole un pez a su mamá… Esto podría interpretarse como una metáfora sobre la crueldad de los niños, o quizás como una premonición sobre la vinculación del personaje con un lado bastante oscuro).


La película, pues, hace que en, en primera instancia, sintamos cierta antipatía por los protagonistas; hasta que los elementos malignos nos llevan a colocarnos en su lugar y solidarizarnos con ellos. Son, en otras palabras, los mismos espectros de la casa quienes generan conexión con los personajes.


Esto se da de manera distinta en la nueva versión, donde los roles han sido refrescados, adaptados a la época. Se ofrece una excusa convincente para que la mujer se dedique a su casa y se plantea la problemática del hombre desempleado (justificando también –como parte de la crisis- sus momentos ridículos). El hijo pasa a ser bastante más inteligente y a tener un papel mucho más importante en el rescate de la hija menor, convirtiéndose casi en el héroe de la historia. Por su lado, la hija mayor es marcadamente más rebelde, y si bien no logra tanta importancia como su hermano, cuenta con más participación y visibilidad dentro de la trama. En base a esto, podríamos decir que la versión 2015 logra una conexión mucho más rápida con los personajes, pero a la vez se pierde un poco el toque sarcástico y social que se ofrecía en la primera versión. Quizás esto último no sea meramente una debilidad, sino una necesidad acorde con los nuevos tiempos; la imagen de familia americana de la primera película está desfasada en esta época, de modo que el tipo de crítica también debía cambiar, aunque con ello perdiese algo de fuerza.


Lo que sí me fastidió un poco, a decir verdad, fue el cambio de médium. Me parece que colocar a una estrella de la tele como parte del equipo, fue una forma de recordarnos que nos encontramos en una sociedad mediatizada; que le damos mucho peso y aplausos a todo en que aparezca en la “caja boba”. Es interesante además que esta estrella de la tele al final no sea lo que se espera de ella; aun así, se deja extrañar bastante la presencia de una espiritista tradicional; de una anciana “sabia” con más pinta de bruja que de salvadora.  Creo que esta última imagen –más mística y clasicona-, va mucho más acorde con el género de horror.


1982                                                        2015

Finalmente, está el tratamiento visual. Es de esperarse que cada película muestre un trabajo de efectos especiales de acuerdo a las posibilidades de su época. Antes todo era maquetas, sobreexposiciones, stop-motion, etc. Hoy tenemos el 3D que nos ahorra tiempo y presupuesto. Es cierto también que los efectos actuales suelen generar más impacto y verosimilitud a la hora de observar las imágenes, restando ese “aire de estudio” (artificialidad) de las películas clásicas. Sin embargo, con todo y todo, pienso que el filme de 1982 sigue siendo mucho más impresionante a nivel visual; que no sólo para su época tiene que haber sido admirable por sus recursos, sino que hoy en día,-con un espectador de ojo mucho más minucioso y exigente en este aspecto-, esa artificialidad percibida en la cinta clásica, por el contrario de restarle puntos, crea una sensación de antigüedad macabra, que uno relaciona más estrechamente con las construcciones viejas y las casas encantadas.


Escena clásica del filme de 1982

No está de más señalar –como quien culmina la idea-, que la escena final de la película de Tobe Hopper (1982), es muchísimo más impactante que la del remake de Kenan; con todos esos muertos en descomposición, prácticamente saltando de sus tumbas. Los momentos de tensión previos también son manejados de mejor manera, canalizando precisamente la atención y el estrés del espectador. Esto sin olvidar que, cuando se estrenó el filme, todas aquellas formas de “susto-sorpresa” aún eran novedosas, mientras que hoy en día, están tan tipificadas, que se vuelven predecibles.


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