Por: Alexiel Vidam
Con motivo del reciente remake de Poltergeist (el clásico de 1982,
dirigido por Tobe Hopper y producido por Steven Spielberg), me entró el bicho
no sólo de revisar el original, sino también de echarle un vistazo a su versión
moderna (dirigida por Gil Kenan) y hacer un post comparativo. Así que, con
ustedes… un “versus”.
Ya que nos encontramos ante original y remake (no reboot), vale
recalcar que la temática es
prácticamente la misma: una familia clasemediera americana que se halla
tranquilamente instalada en su casa, cuando una serie de eventos extraños
empiezan a amenazarles. Pronto, esos seres de ultratumba que les rodean,
establecen contacto con la hija menor, queriendo llevársela con ellos.
En cuanto al argumento, se observa diferencias menores: el nombre de los personajes ha cambiado, la niña
pequeña pasa de rubia a castaña, y la familia se muda a la casa en lugar de
haberla habitado desde siempre. Hasta aquí, encuentro un punto a favor y
uno en contra para cada uno de los filmes. Por un lado, por más superficial que
parezca, el cabello de Carol Anne (la
niña de la versión de 1982, interpretada por Heather O’Rourke) tenía un
significado específico; era parte de un simbolismo: Carol Anne era la única hija que había nacido en la casa; a partir de
ello se justificaba su poder especial para comunicarse con espíritus, y de ahí
que éstos la eligieran para ser su “guía hacia la luz”; en otras palabras,
el cabello de Carol, rubio-casi blanco –en contraste con el cabello castaño de
sus padres y hermanos-, era una alusión a la luz y al punto de que ella sea
distinta al resto de su familia. Esto se
pierde en la versión nueva, donde Madison
(equivalente a Carol Anne, interpretada por Kennedi Clements) comparte el mismo
color de cabello que sus familiares y nunca nació en la casa (recordemos que
ellos apenas se han mudado), de modo que su poder sobrenatural es una mera
casualidad. En contraste, el tema de la mudanza le da más verosimilitud a
la historia –punto a favor de la nueva versión-, ya que es más creíble que unos
fantasmas agresivos te tomen por sorpresa en un lugar que no conocías, a que
aparezcan de la nada en un lugar que has habitado por años.
1982 2015 |
Sin embargo, donde más siento que se nota el cambio de un
filme a otro, es en el perfil de los protagonistas y en el reemplazo de la
anciana médium Tangina (interpretada por Zelda Rubintein), por un “caza-fantasmas”
de la tele llamado Carrigan Burke (Jared Harris). Con respecto de la película de 1982, la impresión que tuve fue la de
que se nos estaba presentando una caricaturización de la familia americana:
todos “buenos y felices”; tan buenos y felices que pecan de ñoños e insoportables.
La madre es tonta y superficial, al punto en que la vemos saltando emocionada
luego de arrastrar a su pequeña hija por la cocina, para corroborar que los
espíritus existen; el padre tiene un exageradamente patético sentido del humor,
y el hijo es un mocoso engreído. Por su parte, la hija mayor pinta un poco más
interesante por su perfil rebelde –sobre todo para la época-, pero a la hora de
la hora casi no aporta a la historia; de hecho, sus apariciones son breves y
sin importancia. Podríamos decir entonces,
que el único personaje con cierta dosis de carisma en la familia, es Carol
Anne, quien muestra una interesante mezcla entre inocencia y carencia empática
(especialmente en la escena en que, apenas ha enterrado a su pajarito –con
bastantes lágrimas de por medio-, y al segundo la vemos sonriente pidiéndole un
pez a su mamá… Esto podría interpretarse como una metáfora sobre la crueldad de
los niños, o quizás como una premonición sobre la vinculación del personaje con
un lado bastante oscuro).
La película, pues,
hace que en, en primera instancia, sintamos cierta antipatía por los protagonistas;
hasta que los elementos malignos nos llevan a colocarnos en su lugar y
solidarizarnos con ellos. Son, en otras palabras, los mismos espectros de
la casa quienes generan conexión con los personajes.
Esto se da de manera
distinta en la nueva versión, donde los roles han sido refrescados, adaptados a
la época. Se ofrece una excusa convincente para que la mujer se dedique a
su casa y se plantea la problemática del hombre desempleado (justificando también
–como parte de la crisis- sus momentos ridículos). El hijo pasa a ser bastante
más inteligente y a tener un papel mucho más importante en el rescate de la
hija menor, convirtiéndose casi en el héroe de la historia. Por su lado, la
hija mayor es marcadamente más rebelde, y si bien no logra tanta importancia
como su hermano, cuenta con más participación y visibilidad dentro de la trama.
En base a esto, podríamos decir que la
versión 2015 logra una conexión mucho más rápida con los personajes, pero a la
vez se pierde un poco el toque sarcástico y social que se ofrecía en la primera
versión. Quizás esto último no sea meramente una debilidad, sino una
necesidad acorde con los nuevos tiempos; la imagen de familia americana de la
primera película está desfasada en esta época, de modo que el tipo de crítica
también debía cambiar, aunque con ello perdiese algo de fuerza.
Lo que sí me fastidió un poco, a decir verdad, fue el cambio
de médium. Me parece que colocar a una
estrella de la tele como parte del equipo, fue una forma de recordarnos que nos
encontramos en una sociedad mediatizada; que le damos mucho peso y aplausos
a todo en que aparezca en la “caja boba”. Es interesante además que esta
estrella de la tele al final no sea lo que se espera de ella; aun así, se deja extrañar bastante la
presencia de una espiritista tradicional; de una anciana “sabia” con más pinta
de bruja que de salvadora. Creo que esta última imagen –más mística y
clasicona-, va mucho más acorde con el género de horror.
1982 2015 |
Finalmente, está el tratamiento visual. Es de esperarse que
cada película muestre un trabajo de efectos especiales de acuerdo a las
posibilidades de su época. Antes todo era maquetas, sobreexposiciones, stop-motion, etc. Hoy tenemos el 3D que nos
ahorra tiempo y presupuesto. Es cierto también que los efectos actuales suelen
generar más impacto y verosimilitud a la hora de observar las imágenes,
restando ese “aire de estudio” (artificialidad) de las películas clásicas. Sin
embargo, con todo y todo, pienso que el
filme de 1982 sigue siendo mucho más impresionante a nivel visual; que no
sólo para su época tiene que haber sido admirable por sus recursos, sino que
hoy en día,-con un espectador de ojo mucho más minucioso y exigente en este
aspecto-, esa artificialidad percibida
en la cinta clásica, por el contrario de restarle puntos, crea una sensación de
antigüedad macabra, que uno relaciona más estrechamente con las construcciones
viejas y las casas encantadas.
Escena clásica del filme de 1982 |
No está de más señalar –como quien culmina la idea-, que la escena final de la película de Tobe
Hopper (1982), es muchísimo más impactante que la del remake de Kenan; con
todos esos muertos en descomposición, prácticamente saltando de sus tumbas. Los
momentos de tensión previos también son manejados de mejor manera, canalizando
precisamente la atención y el estrés del espectador. Esto sin olvidar que, cuando se estrenó el filme, todas aquellas
formas de “susto-sorpresa” aún eran novedosas, mientras que hoy en día, están
tan tipificadas, que se vuelven predecibles.
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