Por: Sergio Cueto
¡Esto no es un sueño! ¡Esto está pasando de verdad!
- Rosemary
Ya lo había sentenciado su director: “yo no quiero que el
espectador piense “esto” o “aquello”, quiero simplemente que no esté seguro de
nada. Esto es lo más interesante: la incertidumbre”. Cuarenta y siete años
después de su creación, El bebé de Rosemary conserva su
capacidad de sugerencia, ambigüedad y poder de convicción intactos.
Polánski lo tenía
claro: el horror es mejor cuando es añadido por la mente del espectador; que
sus posibilidades más oscuras se vean reflejadas en hechos cotidianos, no en
monstruos o disfraces de día de brujas. ¿Imaginan
que el diablo camine entre nosotros con total normalidad y nos dé los buenos
días como si fuera uno de nuestros más amigables vecinos? ¿Dormiríamos
tranquilos, o haríamos una vigilia con rosario y biblia en mano ante cualquier
indicio de sospecha?
El Bebé de Rosemary tiene como protagonistas a una pareja
bastante tranquila: los Woodhouse. Rosemary (Mia Farrow) es una joven ama de casa que está casada Guy (John Cassavetes), actor
de teatro. Ellos tienen la (pésima) suerte de instalarse en el edificio
Bramford (en la vida real, el edificio Dakota, donde ha ocurrido todo tipo de
desgracias, como la muerte de Lennon).
Alquilan el
apartamento anexo (con puerta secreta incluida) al de los Castevet: Minnie
(Ruth Gordon) y Roman (Sidney Blackmer), una pareja de edad avanzada que, desde
un principio, resulta bastante peculiar y perturbadora. Entre los cuatro se
inicia una amical relación de consecuencias imprevisibles.
Un embarazo, extraños
sucesos y el complot de un selecto círculo ocultista, componen los
elementos con los que el director nos mantiene en constante expectativa, donde
el rostro del mal apenas se percibe por unos segundos. ¿Para qué un plano
general? No hace falta, cada uno lo configura de acuerdo a su (perversa)
imaginación, la misma en la que Polánski confía por sobre todas las cosas.
Roman Polánski se
adentra en el mundo del satanismo en ésta, su primera incursión al cine
americano, tras inolvidables thrillers como
El cuchillo en el agua y Repulsión,
adaptando la obra de Ira Levin con gran maestría. Producida por William Castle,
ésta obra se destaca por el agudo retrato
psicológico de los personajes, atrapados en un ambiente obsesivo y amenazador,
un departamento que cobra vida propia y que nos sumerge en una marcada
sensación de terror y suspenso. Sin grandes efectos especiales, El bebé de
Rosemary apela a la creciente paranoia de su protagonista para transmitir emociones.
Estupendas actuaciones.
Mia Farrow y Ruth Gordon tienen un mérito especial. Esta última logró el Oscar
con su impresionante interpretación de Minnie, posiblemente el personaje más
siniestro e intenso de todos los creados por Polánski a la fecha.
Dos leyendas bastante
macabras rodearon a esta cinta: la primera, que Satanás fue interpretado
por Anton Lavey, el conocido “Papa negro” o fundador de la iglesia satánica
(hecho que para nada ha sido constatado).
La segunda, el infame rumor de que Charles Manson odió tanto
la adaptación (por dar a conocer el mensaje demoníaco al mundo), que decidió
asesinar a Polánski, quien se encontraba en Europa en ese momento, de modo que
su víctima final fue su bella esposa Sharon Tate.
Se parta de la leyenda oscura o no, tal vez la principal valía de El
Bebé de Rosemary es que originó a llamada “fiebre del satanismo” en el
mundo del cine. A partir de aquí se abrieron paso en los de los años setenta
filmes como El Exorcista o La Profecía, también destacados en su
género, mas no del nivel de la obra de Polánski.
Ficha técnica:
Dirección: Roman Polański
Producción: William Castle
Idea original: Ira Levin (autor de la novela homónima)
Guión: Roman Polański
Música: Krzysztof Komeda
Fotografía: William A. Fraker
Montaje: Sam O'Steen, Bob Wyman
Reparto: Mia Farrow, John Cassavetes,
Ruth Gordon, Sidney Blackmer
País: Estados Unidos
Año: 1968
Género: Drama, terror
Idioma: Inglés
Duración: 136 minutos
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