Por: Alexiel Vidam
Django Unchained (como la mayoría de películas Tarantino, me atrevería
a decir), es un filme para apreciar en la pantalla grande, para gozar, de la
manera más vivencial posible, de la fuerte emoción de sus personajes, de la
intensidad de las escenas, y de todos
esos elementos de ambientación que nos trasladan, mentalmente, a un imaginario
Lejano Oeste. Django (Jamie Foxx), es un osado vaquero negro que vive mil y un
aventuras con tal de salvar a su damisela (Broomhilda). En esta expedición, le
acompaña su ex amo y nuevo amigo, el Dr. King Schultz (Christoph Waltz), un
cazarrecompensas de origen alemán.
Con Inglorious
Basterds, Tarantino ya nos
demostró que se pasa por alto la Historia (ahí tenemos a una caricatura de
Hitler siendo asesinado en un cine por una judía-francesa y su amante negro),
mostrándonos una versión alternativa y burlesca de los hechos. La genialidad de
Tarantino está, en que precisamente, por más tirada de los pelos que pinte la
situación que nos plantea, se hace verosímil dentro de su universo; nos
convence de que así fue (o de que así pudo pasar), añadiendo ese toque de humor
sarcástico que sazona sus obras, y que coloca a personajes poco comunes
(gangsters, cazarrecompensas, samuráis, soldados nazis, etc.) en escenarios tan
ridículos o tan cotidianos, que no hay manera de no identificarse.
En esta ocasión, el director no sólo quiso tomarse sus
libertades históricas; también hizo salvedades con varios elementos del spaghetti
western (“películas de vaqueros rudos”), uno de los géneros más
clásicos del cine. Django, personaje
muy recurrido en este tipo de filmes, es originalmente un vagabundo que busca
vengar la muerte de su esposa, y se ve inmiscuido en un pleito entre bandidos;
el personaje tuvo tanto éxito, que fue resucitado en una serie de secuelas y
remakes, destacando entre ellas el filme japonés Sukiyaki Western Django (lanzado
en 2007 y dirigido por Takashi Miike), que contó con la colaboración de Tarantino
en un pequeño papel de reparto.
Quizás animado por su participación en este filme (y por su
propia afición a al spaghetti western),
es que Tarantino decide traernos su
propia versión de Django, esta vez, encarnado en un esclavo negro que
obtiene su libertad cuando acepta convertirse en socio del Dr. King Schultz, un dentista en retiro que ahora ejerce de
cazarrecompensas, y que solicita su apoyo para reconocer a unos bandidos cuyo
rostro no ha visto jamás: los hermanos Briddle.
Una vez concluido el compromiso de Django para con Schultz,
éste se ofrece a acompañarle a Misisipi,
para encontrar y liberar a su esposa Broomhilda
(Kerry Washinton), quien ha sido vendida como “esclava de complacencia” a Calvin Candie (Leonardo Di Caprio), un rico
hacendado con afición por las peleas de “mandingos”.
Bandoleros, cazarrecompensas, y esclavistas apostadores
De todas las películas de Tarantino que he visto, ésta es en
la que percibo mayor evolución de los
personajes, así como matices
dentro de los mismos, y contrastes
de unos con otros. Django y Schultz son personajes que se transforman
progresivamente a lo largo del filme.
Django es, de inicio,
un esclavo resentido, marcado por el maltrato que recibían los de su raza en aquella época, pero a la vez, inocente, con una clara tendencia hacia el bien,
y desconcertado por el oficio de su nuevo amo. El Dr. King Schultz, por su lado, es un alemán educado, que mata por dinero (a bandidos culpables de
asesinato y robo), pero con un extraño
sentimiento de solidaridad hacia los negros, y desprecio por la esclavitud.
Es interesante la manera en que fluye la amistad entre ambos personajes, tan
diferentes, y a la vez tan similares. Django
es un marginado, y Schultz es un
extranjero solitario y con un oficio mal visto. Además, identifica a Django con el héroe de una
antigua leyenda germana: Sigfried, quien debía salvar a una princesa cuyo
nombre también era Broomhilda. Aquí cabe resaltar también la ironía del director, ya que el
personaje de Schultz es interpretado por
Christoph Waltz, quien, en su película anterior (Inglorious Basterds), interpretara al Coronel Hans Landa, el
sanguinario oficial de la SS.
Según avanza el filme, los compinches –Django y Schultz- se
conocen, interactúan y absorben rasgos el uno del otro. Django aprende de King
la habilidad con las armas, la sangre fría a la hora de realizar su “trabajo”, y
se va convirtiendo, cada vez más, en un tipo duro capaz de sacrificar a
inocentes para lograr su fin. El Dr. Schultz, por su parte, sufre un “proceso a
la inversa”; mientras Django se va
endureciendo, Schultz se va sensibilizando. Él, a pesar de ser un matón,
siente piedad por los inocentes, dejando de lado sus propios intereses con tal
de salvar una vida preciada.
Del lado de los “villanos” los contrastes también son fuertes.
Tenemos a un Calvin Candie (Leonardo Di Caprio) que se presenta
como un sujeto hospitalario y
carismático. Es un hombre de la alta sociedad, adinerado y con buenos
modales, pero con sus esclavos es un tirano ruin y maltratador. El manejo gestual de Di Caprio es sumamente
interesante, pues nos presenta a un personaje atractivo físicamente, pero de
grotescos ademanes, que en cada parpadeo resalta su esencia retorcida. Stephen
(Samuel L. Jackson) por su
parte, viene a ser algo así como “la mascota inteligente de Calvin”. Calvin no
es muy brillante; Stephen sí lo es, es
un esclavo astuto, pero completamente sumiso; venera a Calvin con efervescencia
fanática, apoyándoles en todas sus decisiones, aplaudiendo sus comentarios, y
ayudándoles a castigar a los otros esclavos. Es un personaje de expresiones cómicas, que sin embargo, se hace odiar.
Huellas cinematográficas
Tarantino es un director que disfruta con las referencias a
la cultura pop; especialmente a otros filmes, clásicos, o de su propia
creación. En Django Unchained no sólo tenemos el nombre del propio Django, o
la aparición de este “Tío Tom Diabólico” que –según Ricardo Bedoya- es Stephen.
El filme ha tomado música del Django
clásico y la ha combinada de manera inteligente con ritmos mucho más actuales
como el R&B, aportando dinamismo al desarrollo de las escenas.
En cuanto a la parte visual, se presenta la típica secuencia del western en que el
héroe y su fiel compañero viajan a caballo a lo largo de un rojo paisaje de
atardecer, con las montañas alrededor y la narración de su desplazamiento
descrita en letras que se trasladan de manera ascendente sobre la imagen. Aparecen
actores “invitados” a manera de
homenaje, como la actriz Amber Tamblyn
(hija del actor Russ Tamblyn, quien
protagonizó El Hijo del Pistolero en
1965), y el propio Franco Nero, quien interpretó a Django en la versión
original de 1966 (dirigida por Sergio Corbucci). Por si fuera poco, hacia
el final de la película, Tarantino nos deleita con una escena de acción que recuerda claramente al enfrentamiento entre “La
Novia” y el escuadrón “Loco 88”, en Kill Bill.
Sin revelar detalles, has sido más que precisa en cada detalle que describes. Django es para verla más de una vez, sin duda.
ResponderEliminarLeerte ha sido revivir la película y emocionarme (otra vez).
Yeeeeeeeeeeeee :D! Si te apuntas a verla de nuevo, yo me apunto para la tercera vista (ya la vi 2 veces en el cine, jaja). Qué mostro tenerte de nuevo por aquí :).
ResponderEliminar- Alex
Muy buena reseña, no es lo mejor de Tarantino, pero es genial (difícil escoger la mejor de Tarantino, creo que A Prueba de Muerte).
ResponderEliminarHola. Gracias por tu visita y tu comentario :).
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado el post ^^.
Tienes razón; es difícil elegir alguna de Tarantino... yo me quedo con ésta, con Pulp Fiction, y con Kill Bill ^^.
Vuelve pronto :).
- Alexiel
La vi cuando se estreno esta la historia a pesar de tratarse de una película que refleja un tema fuerte como lo es la esclavitud, me gusto la cinta de Quentin Tarantino en especial por las actuaciones de Jamie Foxx y Samuel L. Jackson y Leonardo DiCaprio, Django sin cadenas, aunque maneja muchas escenas cargadas de sangre, de disparos y de pelas que deja cierta moraleja sobre estos temas polémicos.
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