martes, 5 de febrero de 2013

Another brick in The Wall



Por: Alexiel Vidam

Pink Floyd The Wall (de Alan Parker), es algo así como el teatro musicalizado de nuestras pesadillas. Por él desfilan las marionetas “educadoras” del sistema, y enormes jueces con cara de culo que hablan por el ano y tienen barbilla de escroto. No somos tan distintos a la generación de la posguerra. Aún compramos lo que nos dice la TV, coleccionamos juguetes caros para llenar el vacío de nuestras “vidas”. Compramos sexo, drogas, alcohol… y expulsamos rugidos de libertad a través de la música.

A través del rock progresivo, escenas cargadas de violencia y perturbadoras animaciones, somos testigos de la vida de un cantante llamado Pink (Bob Geldof), nacido en los años 40, marcado por la ausencia de su padre, soldado británico que falleciera durante una explosión en la II Guerra Mundial. Observamos sus años de infancia, buscando figura paterna en los hombres que fuesen al parque con sus hijos, jugando con el uniforme de soldado de su padre fallecido, con las balas, recogiendo ratas en el campo, sobreviviendo a su madre castradora, y a un sistema educativo opresor, esforzado en moldearle igual que a todos, anulando su creatividad, su individualidad.

Años después, ese niño se convierte en un rockero deprimido, esclavo de los reflectores, de su manager, asqueado de las groupies, de su matrimonio echado a perder, de los adornos de su apartamento y de la televisión. Viajamos con la música, vamos hacia atrás y hacia adelante en el tiempo, explorando sus sueños atormentados, sus miedos, sus deseos cada vez más desteñidos. Todas esas cosas que lo convierten en un “alien” de la sociedad y le encapsulan, que sumadas una tras otra, construyen una inmensa pared protectora del mundoThe Wall.

Hastiado de todo, Pink se deja enloquecer. Observamos a través de sus ojos, entramos en su mente y somos testigos de su alucinación más escalofriante: Verse a sí mismo convertirse en la antítesis de su propia esencia… un fascista de cejas rapadas que envía a una legión de seguidores sin rostro tomar las calles, a provocar la violencia sexual, la destrucción y la muerte, a acabar con los homosexuales, los negros, los judíos, los hippies, a destrozar las casas, provocar incendios y ultrajar mujeres… El horror lo despierta de golpe y grita “¡¡¡BASTA!!!”.



Viaje psicodélico

Pink Floyd The Wall es una película que te atrapa por la música, por la intensidad de las imágenes y la manera rítmica en que se conjugan ambos elementos, pero no es por eso, un filme sencillo de entender desde el inicio. Lo más probable es que a la primera visualización uno sólo se deje llevar por las sensaciones que produce, que van desde el vacío hasta la más desgarradora angustia, pasando por el horror y la sensación de claustrofobia.

No es un filme para observar a la ligera y arrojar palomitas con los compinches; es un filme para sentir la música, apreciar la estética de lo grotesco y sensibilizarse con las desgracias que el propio hombre es capaz de causar (con su deshumanización, con sus fanatismos, con sus ansias de poder…). Pink Floyd The Wall es una película que a la primera te revienta a rodillazos, y a la segunda y a la tercera te conmueve y te pone a pensar.

Me atrevería a decir que a cada visualización se suman interpretaciones y se añade sentido a los símbolos; porque además, nos encontramos ante un filme riquísimo en figuras: la escuela como una fábrica; el maestro mostrado como una marioneta que da órdenes, y que a su vez es apaleado por una inmensa mujer gorda (el Estado); el juez planteado como un culo gigantesco, con casco nazi, que expulsa palabras podridas por el ano, con dientes afilados, y una barbilla que es el escroto; la madre y la ex esposa son testigos del juicio que condenan al hombre a derrumbar su pared… el humano mismo es un muñeco de trapo, sin ropa, sin rostro, tirado en el suelo y pateado por los soldados.


La película se acaba y la pared se derrumba. El hombre debe exponerse al mundo. Vemos niños jugando entre los escombros… ¿A dónde se ha ido Pink? Alan Parker nos deja el final abierto.


Ficha técnica

Dirección: Alan Parker
Producción: Alan Marshall
Guión: Roger Waters (primer vocalista de y uno de los fundadores de la banda Pink Floyd)
Música: Pink Floyd
Sonido: Eddy Joseph
Fotografía: Peter Biziou
Montaje: Gerry Hambling
Efectos especiales: Martin Gutteridge y Graham Longhurst
Reparto: Bob Geldof, Christine Hargreaves, Eleanor David, Alex McAvoy.



(Un regalito de lujo: Pink Floyd The Wall, la película completa)

2 comentarios:

  1. "y que a su vez es apaleado por una inmensa mujer gorda (el Estado)"

    La mujer gorda no representa al estado, sino a la esposa del profesor. Como la misma letra de The Happiest Days of Our Lifes dice,

    "But in the town it was well known
    When they got home at night, their fat and
    Psycopathic wives would thrash them
    Within inches of their lives. "

    Básicamente, su esposa gorda y psicópata le hace daño, y el se desquita con los chibolos,como bien representa la película.

    Buena reseña. Personalmente, las imágenes mas fuertes de la película no son las de la misma, sino las animaciones de Gerald Scarfe--- Las flores follando y los martillos que marchan son de lo mejor.

    Saludos

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  2. Hola :).

    Gracias por tu comentario, es muy interesante. Sin embargo creo que la imagen que dices puede tener un doble significado, pues, si te das cuenta, la mujer también tiene una peluca de noble (o de juez).

    Hay muchas imágenes excelentes en el filme. A mí, aparte de las que he señalado, me impactó sobremanera la escena en que Pink se está rasurando el pecho con una navaja oxidada y empieza a sangrar, así como aquella en la que se le muestra como un muñeco podrido y luego se quita toda esa carcasa de enicma.

    Saludos. Regresa pronto :)!

    - Alex

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