Por: Alexiel Vidam
Pink Floyd The Wall (de Alan Parker), es algo así como el teatro
musicalizado de nuestras pesadillas. Por él desfilan las marionetas “educadoras”
del sistema, y enormes jueces con cara de culo que hablan por el ano y tienen
barbilla de escroto. No somos tan distintos a la generación de la posguerra. Aún
compramos lo que nos dice la TV, coleccionamos juguetes caros para llenar el
vacío de nuestras “vidas”. Compramos sexo, drogas, alcohol… y expulsamos
rugidos de libertad a través de la música.
A través del rock
progresivo, escenas cargadas de violencia y perturbadoras animaciones, somos
testigos de la vida de un cantante llamado Pink
(Bob Geldof), nacido en los años 40, marcado por la ausencia de su
padre, soldado británico que falleciera durante una explosión en la II Guerra Mundial. Observamos sus años
de infancia, buscando figura paterna en los hombres que fuesen al parque con
sus hijos, jugando con el uniforme de soldado de su padre fallecido, con las
balas, recogiendo ratas en el campo, sobreviviendo a su madre castradora, y a
un sistema educativo opresor, esforzado en moldearle igual que a todos,
anulando su creatividad, su individualidad.
Años después, ese niño se convierte en un rockero deprimido, esclavo de los
reflectores, de su manager, asqueado de las groupies, de su matrimonio echado a
perder, de los adornos de su apartamento y de la televisión. Viajamos con la
música, vamos hacia atrás y hacia adelante en el tiempo, explorando sus sueños
atormentados, sus miedos, sus deseos cada vez más desteñidos. Todas esas cosas
que lo convierten en un “alien” de la
sociedad y le encapsulan, que sumadas una tras otra, construyen una inmensa
pared protectora del mundo… The
Wall.
Hastiado de todo, Pink
se deja enloquecer. Observamos a través de sus ojos, entramos en su mente y
somos testigos de su alucinación más
escalofriante: Verse a sí mismo convertirse en la antítesis de su propia
esencia… un fascista de cejas rapadas que envía a una legión de seguidores sin
rostro tomar las calles, a provocar la violencia sexual, la destrucción y la
muerte, a acabar con los homosexuales, los negros, los judíos, los hippies, a
destrozar las casas, provocar incendios y ultrajar mujeres… El horror lo
despierta de golpe y grita “¡¡¡BASTA!!!”.
Viaje psicodélico
Pink Floyd The Wall es una película que te atrapa por la música, por la intensidad de las imágenes y la manera
rítmica en que se conjugan ambos elementos, pero no es por eso, un filme
sencillo de entender desde el inicio. Lo más probable es que a la primera
visualización uno sólo se deje llevar por las sensaciones que produce, que van
desde el vacío hasta la más desgarradora angustia, pasando por el horror y la
sensación de claustrofobia.
No es un filme para observar a la ligera y arrojar palomitas
con los compinches; es un filme para sentir la música, apreciar la estética de
lo grotesco y sensibilizarse con las desgracias que el propio hombre es capaz
de causar (con su deshumanización, con sus fanatismos, con sus ansias de poder…).
Pink
Floyd The Wall es una película
que a la primera te revienta a rodillazos, y a la segunda y a la tercera te
conmueve y te pone a pensar.
Me atrevería a decir que a cada visualización se suman
interpretaciones y se añade sentido a los símbolos; porque además, nos
encontramos ante un filme riquísimo en figuras: la escuela como una fábrica; el
maestro mostrado como una marioneta que da órdenes, y que a su vez es apaleado
por una inmensa mujer gorda (el Estado); el juez planteado como un culo
gigantesco, con casco nazi, que expulsa palabras podridas por el ano, con
dientes afilados, y una barbilla que es el escroto; la madre y la ex esposa son
testigos del juicio que condenan al hombre a derrumbar su pared… el humano
mismo es un muñeco de trapo, sin ropa, sin rostro, tirado en el suelo y pateado
por los soldados.
La película se acaba y la pared se derrumba. El hombre debe exponerse al mundo. Vemos niños jugando entre los escombros… ¿A dónde se ha ido Pink? Alan Parker nos deja el final abierto.
Ficha técnica
Dirección: Alan Parker
Producción: Alan Marshall
Guión: Roger Waters (primer vocalista de y uno de los fundadores de la banda Pink
Floyd)
Música: Pink Floyd
Sonido: Eddy Joseph
Fotografía: Peter Biziou
Montaje: Gerry Hambling
Efectos
especiales: Martin Gutteridge y Graham Longhurst
Reparto: Bob Geldof, Christine Hargreaves, Eleanor David, Alex McAvoy.
(Un regalito de lujo: Pink Floyd The Wall, la película completa)
"y que a su vez es apaleado por una inmensa mujer gorda (el Estado)"
ResponderEliminarLa mujer gorda no representa al estado, sino a la esposa del profesor. Como la misma letra de The Happiest Days of Our Lifes dice,
"But in the town it was well known
When they got home at night, their fat and
Psycopathic wives would thrash them
Within inches of their lives. "
Básicamente, su esposa gorda y psicópata le hace daño, y el se desquita con los chibolos,como bien representa la película.
Buena reseña. Personalmente, las imágenes mas fuertes de la película no son las de la misma, sino las animaciones de Gerald Scarfe--- Las flores follando y los martillos que marchan son de lo mejor.
Saludos
Hola :).
ResponderEliminarGracias por tu comentario, es muy interesante. Sin embargo creo que la imagen que dices puede tener un doble significado, pues, si te das cuenta, la mujer también tiene una peluca de noble (o de juez).
Hay muchas imágenes excelentes en el filme. A mí, aparte de las que he señalado, me impactó sobremanera la escena en que Pink se está rasurando el pecho con una navaja oxidada y empieza a sangrar, así como aquella en la que se le muestra como un muñeco podrido y luego se quita toda esa carcasa de enicma.
Saludos. Regresa pronto :)!
- Alex