miércoles, 30 de abril de 2014

Ultradecadente


Por: Alexiel Vidam

Neo Tokyo-Japón, año 2019. Un ambiente deprimido tras el Holocausto, tras la tercera gran guerra. La decadencia reina en las calles. Surgen nuevas sectas que anuncian la llegada de un nuevo comienzo tras el “despertar de Akira”. Mientras tanto, el gobierno sostiene experimentos secretos en la clandestinidad, utilizando como conejillo de indias a un grupo de niños y adolescentes huérfanos.

Vi Akira por primera vez hace unos diez años. Aquella vez me impresionó por el trazo realista, ese estilo visual futurista y ultra-decadente, sus caracteres perturbados, su música hipnotizante, y esas tomas tan impresionantes en las que personajes se deshacen y mutan de manera monstruosa.


Sin embargo, admito que no la supe apreciar. Sabía que me hallaba ante a algo grande y complejo, pero qué decir... mucho reto para la época. Tenía 13 años. Era una chiquilla acostumbrada a los rollos de "buenos y malos". Aquí esa línea no estaba definida. 

15 años después, la volví a ver. La experiencia fue bastante distinta.

Tokyo Cyberpunk

Neo Tokyo-Japón. Año 2019, 31 años después de la Tercera Guerra Mundial. La ciudad denota la depresión de los supervivientes a una masacre nefasta, que a su vez se inició con la explosión de una nueva bomba hiper destructiva. Reinan el terrorismo, la corrupción, la delincuencia juvenil y el abuso de sustancias. En medio del caos, surgen sectas religiosas en torno al mito de Akira, considerado una suerte de Dios salvador. Akira llevaría al mundo a la “fase cero”, a un destino mejor.


Es en este escenario que transcurren las vidas de Kaneda y sus amigos, una banda de inadaptados adolescentes con porvenir bastante negro. Todos ellos son huérfanos o fueron abandonados desde niños y asisten a una escuela reformatoria. Su pasatiempo favorito es hacer carreras de motociclismo en plena calle y agarrarse a golpes con la banda de “Los Payasos”.

Kaneda
Kaneda tiene un protegido: Tetsuo, su amigo de infancia, el débil del grupo, al cual todos golpean y agarran de punto de burla. Este personaje se muestra acomplejado, resentido, envidioso. Él, por una parte, admira y aprecia a Kaneda, pero por otra, desea superarlo y ser más fuerte que él.

Tetsuo

En una de sus correrías, Tetsuo se topa con un extraño niño de rostro arrugado, cabello blanco y piel verde. El niño tiene el poder de controlar, transformar y destruir utilizando su propia energía vital, y ello hace que Tetsuo salga herido. En ese momento aparece la policía, expulsa al resto de la banda y se lleva a Tetsuo a un laboratorio, donde unos científicos lo utilizan para  una serie de experimentos.


Entre la contemplación y la angustia

No cabe duda de que Akira fue toda una revolución en 1988, tanto por su temática transgresora como por la técnica empleada en su realización. Es, hasta hoy en día, una de las películas más influyentes del estilo anime (animación japonesa). Está basada en el “manga” (cómic japonés) homónimo de Katsuhiro Otomo, director de la película.

Las influencias del autor van desde el cine occidental hasta sus propias vivencias. Sus argumentos están marcados por el dramatismo de Tezuka (Astroboy), padre del manga moderno. 

El contexto en el que creció Otomo también es fundamental: le tocó pasar la adolescencia durante los turbulentos años sesenta, siendo testigo de las constantes manifestaciones de estudiantes y trabajadores contra el gobierno japonés. 

Sin embargo, el estilo rebelde del autor terminaría de formarse y de madurar después de su encuentro con filmes estadounidenses como Mi vida es mi vida o Easy Rider, los cuales sirvieron de inspiración para crear más adelante a personajes como Kaneda y su banda de motoristas.


Como ya mencionamos, el ambiente que se dibuja es un Japón urbano, postapocalíptico y decadente, que en varias tomas recuerdan a las de filmes norteamericanos como Blade Runner o Dark City.

Los escenarios están llenos de detalles. Los colores fríos y opacos de las tomas de la ciudad o las vías de escape subterráneas (alcantarillas, especialmente), se encuentran con los rojos encendidos de escenas de acción y destrucción. La desesperación se dibuja en los rostros de los protagonistas. 

Los sentimientos de ansiedad, frustración y furia. Los espacios recargados de inmensos muros y edificios combinados con las voces apocalípticas producen claustrofobia. Se nos mantiene en vilo; a la espera de ser sorprendidos por algo espeluznante.


Sin embargo, creo que una de las cosas que más sorprende del filme es esa interesante combinación entre secuencias reflexivas y filosóficas, y momentos veloces cargados de adrenalina.

En definitiva, pienso que para observar Akira se necesita dos características altamente contrastantes: 1) Mucha paciencia, sensibilidad y capacidad de abstracción. 2) Nervios de acero para pasar de la contemplación a la angustia de manera abrupta.


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