Por: Oriana Salomón
Desde los primeros segundos en que inicia la película, Good
Bye Lenin!, nos transporta a otra época; una época en la que el mundo
estaba dividido, así como el Berlín en el que se desarrolla la historia. Ésta gira en torno a una familia de la
República Democrática Alemana: Christiane, una mujer abandonada por su
marido, socialista, fiel al Partido y a sus ideales; y sus dos hijos, Alex y
Ariane. Todo se inicia en octubre de 1989. Christiane queda en coma tras ver a su
hijo siendo arrestado en una marcha contra Erich Honecker, líder comunista y
representante de todos los ideales de la mujer.
Mientras Christiane está inconsciente en el hospital, todo se transforma: junto con el muro, su mundo se derrumba; el capitalismo ha ingresado a Alemania Oriental. Así, las vidas de sus hijos se adaptan al nuevo contexto: Ariane deja la universidad y se dedica a trabajar en Burger King; Alex trabaja en una empresa instalando los nuevos servicios de televisión satelital, y se enamora de Lara, enfermera de su madre. Todo continúa su rumbo; sin embargo, luego ocho meses de caer en el coma, Christiane vuelve en sí.
Hasta el momento previo
a que Christiane despierte, la película tiene un tono realista y casi documental.
Con un narrador testigo –el propio Alex-, nos enteramos de la historia familiar de los protagonistas, a la par
que de la historia política y social de la Alemania comunista.
Personalmente, esta parte me resultó muy interesante, ya que soy de una época
“post-muro de Berlín”. Es por esto que para mí, el comunismo siempre ha sido
parte de la historia, mas no una realidad palpable (en esa época no era
necesario vivir en un país del bloque comunista para tener presente la lucha de
los dos gigantes por la hegemonía); sin embargo, la agilidad con la que Alex lo narra, además desde el punto de vista de
su propia vida, hace que lo sintamos como propio y nos identifiquemos con su
realidad.
Luego de que
Christiane despierta, la película se desarrolla hacia su verdadera temática: el
amor inmenso e incondicional de un hijo por su madre. Para evitar que ella vuelva a sufrir un infarto, ésta no puede
enterarse de todos los cambios que han ocurrido en Alemania. Por ello, Alex
construye un mundo de fantasía en el cual todavía existe el Comunismo: usa
frascos antiguos que rellena con los nuevos productos importados, monta una
cadena de noticias falsa con un amigo cineasta, le oculta los carteles y
anuncios de las nuevas marcas que han ingresado a la economía. En resumen, hace
de todo lo posible e imposible porque todos los ideales y metas que persiguió
durante su vida no se destruyan.
La película me
conmovió mucho, ya que en cada acción que realiza Alex, se transmite el
amor que siente por Christianne, al punto de sacrificar su vida personal y
transformar toda su realidad en un montaje para lograr la felicidad de ella.
Además, la película es genial en su
manejo del humor: muy sutilmente y sin caer en vulgaridades –como en mucho del
cine hollywoodense al que estamos acostumbrados-, se muestra satíricamente una de las épocas de transición más
importantes del siglo pasado. Para mucha gente, especialmente para los
antiguos camaradas del partido socialista, como se ve en la película, este
cambio fue terrible. Sin perder su humor la película nos hace llegar este
mensaje: cuando vemos llorar a la amiga de Christiane a quien le dicta las
cartas, no podemos evitar sentir empatía y compasión por la pobre anciana, que
ya no tiene nada más por lo que creer o luchar en el mundo.
Un aspecto que me gustó especialmente de la película fue el
manejo del sonido. La música como
recurso expresivo no pierde precisión ni en una sola escena: en los
momentos de tensión, como en la marcha de protesta donde apresan a Alex, nos
pone alertas; en los momentos emotivos, como cuando la madre despierta, nos
pone a la expectativa y luego transmite paz, entre muchos ejemplos que se
podrían mencionar. Además, en los diálogos más importantes de la película, la
música se apaga y nos hace centrar la atención en la acción desarrollada.
Alex (Daniel Brühl) |
Es también preciso el uso de la cámara rápida en diversas escenas, ya que transmite una sensación de aceleración y paso del tiempo.
Como la película transita entre dos realidades (el comunismo y el capitalismo; el
pasado y el presente), este recurso nos
pone conscientes de la rapidez con que se dieron los procesos (misma
premura con la que debe trabajar Alex para reconstruir el pasado). Se trata de
un cambio brusco en el cual el pasado (Christiane) y el presente, no se
empatan.
La escena que más me
tocó de la película, y por la cual se le ha dado el nombre de Good Bye Lenin!, es cuando Christiane
sale a la calle y ve el helicóptero que está retirando la estatua de Lenin, que
parece estarla saludando. Así, por fin se empata el pasado con el presente;
Chrtistiane se da cuenta de que algo raro está ocurriendo, y que las cosas ya
no son como ella las conocía. En conclusión, la película es una oda al amor de
un hijo hacia su madre y una enseñanza para todos, que nos muestra que aun
cuando todo nuestro mundo conocido se derrumba, si hay alguien que nos ama
realmente, podremos continuar.
Ficha técnica:
Dirección: Wolfgang Becker
Producción: Stefan Arndt
Guión: Wolfgang Becker, Bernd
Lichtenberg
Música: Yann Tiersen, Claire Pichet
Fotografía: Martin Kukula
Montaje: Peter R. Adam
Reparto: Daniel Brühl, Katrin Sass,
Chulpan Khamatova, Alexander Beyer
País: Alemania
Año: 2003
Idioma: Alemán
Género: Drama, comedia
Duración: 121 minutos
*Para ver Good bye Lenin! completa en su idioma original, da click aquí.
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