sábado, 19 de marzo de 2016

“No Molestar”: escapismo del bueno



Por: Sergio Lescano

¿Cuándo fue la última vez que pudiste ver una película, escuchar un CD de principio a fin, o leer más de un par de capítulos del libro que comenzaste hace meses sin ser interrumpido por alguien o algo? Si no lo recuerdas, no te preocupes, no estás solo. De hecho, en tiempos actuales es común que muchas de nuestras actividades cotidianas (comer, por ejemplo) se vean constantemente interrumpidas ya sea por los gadgets que parecen gobernar nuestra vida, o por personas que han perdido la delicadeza de respetar lo que los gringos llaman me time o “tiempo para mí”. Sin embargo, en lugar de hacer una crítica densa a esta realidad que vivimos (en la que no podemos ni tomar una ducha sin que suene nuestro celular… el cual, por supuesto, llevamos hasta al baño), No Molestar hace exactamente lo contrario: satiriza dicha realidad hasta decir basta, con resultados satisfactoriamente positivos.



El título original de No Molestar es Une heure de tranquillité (“Una hora de tranquilidad”), título doblemente irónico, ya que Michel, el protagonista, no logra obtener ni siquiera un minuto de tranquilidad a lo largo de casi toda película. Por consiguiente, ofrece a los espectadores más de una hora llena no de tranquilidad, sino de risas.

La película está dirigida y adaptada al cine por Patrice Leconte, experimentado realizador parisino, famoso por comedias exitosas como Les bronzés, y dramas aclamados por la crítica como Monsieur Hire. La protagoniza Christian Clavier, uno de los actores franceses más carismáticos y reconocidos; además, cuenta con un reparto internacional de lujo, que incluye a la divertidísima Rossy de Palma, una “chica Almodóvar” que tiende a robarse cada escena en la que está presente.



Pero como dijo Jack el destripador, vamos por partes.

En No Molestar, Christian Clavier interpreta a Michel, un dentista amante del jazz de unos cincuenta años aproximadamente. Mientras camina despreocupadamente por un mercado de pulgas encuentra, para su alegre sorpresa, el vinilo de Me, Myself and I, que en sus palabras es nada menos que la obra máxima de Neil Youart y el referente por excelencia del buen jazz. Sin pensarlo dos veces lo compra por el precio que le piden (afirmando que hubiese pagado hasta el triple por él), y se dirige a su casa para escucharlo. De pronto, una tras otra, empiezan a sucederse diversas situaciones que lo van metiendo en entreverados líos, y que finalmente le impiden escuchar su amado Me, Myself and I. Sin mencionar spoilers, diré que los enredos en los que se envuelve Michel van desde lo cotidiano (un insistente y hablador vecino), hasta lo absurdo (una familia de inmigrantes coreanos que su hijo decide amparar en su casa). Dichas situaciones van in crescendo conforme avanza la película, haciendo que Michel entre en un estado de desesperación extremo, perdiendo totalmente la compostura cuando las cosas se salen absolutamente de control.


Desde su inicio, el filme se anuncia como una comedia ligera, que no exige pensar demasiado y con la que uno puede simplemente relajarse. Como tal, la película funciona y cumple su cometido de hacer reír, tomando como eje la genialidad de sus actuaciones. En primer lugar, por la interpretación de Clavier –el ancla de la película-, quien no sólo captura y encarna la desesperación creciente de forma realista y no por eso menos cómica; también logra obtener casi de inmediato la simpatía del espectador, a pesar de los flagrantes defectos de su personaje. Luego, por el trabajo de los demás actores, quienes les imprimen a sus personajes muchísimo humor y presencia.

Como mencioné antes, esta no es una película que sobresalga por su profundidad o por la complejidad de su trama. De la misma manera, vale mencionar que la gran mayoría de personajes son unidimensionales y no presentan mayor evolución a lo largo del film. En otras palabras, aparecen como elementos gratuitos exclusivamente diseñados para causar gracia. Roles de este tipo en actores menos talentosos y experimentados hubiesen caído en lo cliché, pero el elenco de No Molestar es tan bueno que cada aparición, por más corta que sea, genera risa y aporta al filme como un todo.


El segundo motivo por el cual la película resulta tan efectiva, es el ritmo; factor que muchas comedias descuidan y por el que no logran mantener la atención del espectador. Patrice Leconte opta por no dejar espacios largos entre los gags. Más bien, conforme avanza la historia, va hilando las distintas situaciones de forma trepidante, como si fueran piezas de dominó que, sin parar se empujan unas a otras. De esta forma, en vez de dejar que la trama retorne al ritmo apacible con el que comenzó, Leconte aprovecha el momentum cómico de la situación y lo lleva un paso más allá con la siguiente. A propósito, en cierta forma el ritmo de la película me recordó al de una montaña rusa. Es lenta en sus primeros instantes, pero no tarda en coger velocidad, y una vez que lo logra, no hace más que incrementarla cada vez más, para explosionar en un clímax tras el cual pensé. La sensación final fue la de la mencionada montaña rusa: “¿cómo es que pasó tan rápido?”, “¡quiero hacer (ver) eso de nuevo!”.



Ficha técnica

Dirección: Patrice Laconte
Idea original: Florian Zeller (de su novela homónima)
Guión: Patrice Laconte
Reparto: Christian Clavier, Carole Bouquet, Rossy de Palma, Stéphane De Groodt, Valérie Bonneton, Sébastien Castro
País: Francia
Año: 2014
Género: Comedia
Duración: 79 minutos





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