Por:
Sergio Lescano
¿Cuándo fue la última vez que pudiste ver una
película, escuchar un CD de principio a fin, o leer más de un par de capítulos
del libro que comenzaste hace meses sin ser interrumpido por alguien o algo? Si
no lo recuerdas, no te preocupes, no estás solo. De hecho, en tiempos actuales es común que muchas de nuestras actividades cotidianas
(comer, por ejemplo) se vean constantemente interrumpidas ya sea por los gadgets que parecen gobernar nuestra
vida, o por personas que han perdido la delicadeza de respetar lo que los
gringos llaman me time o “tiempo para
mí”. Sin embargo, en lugar de hacer una crítica densa a esta realidad que
vivimos (en la que no podemos ni tomar una ducha sin que suene nuestro celular…
el cual, por supuesto, llevamos hasta al baño), No Molestar hace
exactamente lo contrario: satiriza dicha
realidad hasta decir basta, con resultados satisfactoriamente positivos.
El título
original de No Molestar es Une heure de tranquillité (“Una hora de
tranquilidad”), título doblemente irónico, ya que Michel, el protagonista,
no logra obtener ni siquiera un minuto de tranquilidad a lo largo de casi toda
película. Por consiguiente, ofrece a los espectadores más de una hora llena no de
tranquilidad, sino de risas.
La película está dirigida y adaptada al cine por Patrice Leconte, experimentado realizador
parisino, famoso por comedias exitosas como Les
bronzés, y dramas aclamados por la crítica como Monsieur Hire. La protagoniza
Christian Clavier, uno de los actores franceses más carismáticos y reconocidos;
además, cuenta con un reparto internacional de lujo, que incluye a la divertidísima
Rossy de Palma, una “chica Almodóvar”
que tiende a robarse cada escena en la que está presente.
Pero como dijo Jack el destripador, vamos por
partes.
En No Molestar, Christian Clavier
interpreta a Michel, un dentista amante del jazz de unos cincuenta años aproximadamente.
Mientras camina despreocupadamente por un mercado de pulgas encuentra, para su
alegre sorpresa, el vinilo de Me, Myself
and I, que en sus palabras es nada menos que la obra máxima de Neil Youart
y el referente por excelencia del
buen jazz. Sin pensarlo dos veces lo compra por el precio que le piden (afirmando
que hubiese pagado hasta el triple por él), y se dirige a su casa para
escucharlo. De pronto, una tras otra,
empiezan a sucederse diversas situaciones que lo van metiendo en entreverados
líos, y que finalmente le impiden escuchar su amado Me, Myself and I. Sin mencionar spoilers, diré que los enredos en los que se envuelve Michel van
desde lo cotidiano (un insistente y hablador vecino), hasta lo absurdo (una
familia de inmigrantes coreanos que su hijo decide amparar en su casa). Dichas
situaciones van in crescendo conforme
avanza la película, haciendo que Michel entre en un estado de desesperación
extremo, perdiendo totalmente la compostura cuando las cosas se salen
absolutamente de control.
Desde su inicio, el filme se anuncia como una comedia
ligera, que no exige pensar demasiado y con la que uno puede simplemente
relajarse. Como tal, la película
funciona y cumple su cometido de hacer reír, tomando como eje la genialidad de
sus actuaciones. En primer lugar, por la interpretación de Clavier –el ancla
de la película-, quien no sólo captura y encarna la desesperación creciente de
forma realista y no por eso menos cómica; también logra obtener casi de
inmediato la simpatía del espectador, a pesar de los flagrantes defectos de su
personaje. Luego, por el trabajo de los demás actores, quienes les imprimen a
sus personajes muchísimo humor y presencia.
Como mencioné antes, esta no es una película que
sobresalga por su profundidad o por la complejidad de su trama. De la misma
manera, vale mencionar que la gran mayoría de personajes son unidimensionales y
no presentan mayor evolución a lo largo del film. En otras palabras, aparecen
como elementos gratuitos exclusivamente diseñados para causar gracia. Roles de
este tipo en actores menos talentosos y experimentados hubiesen caído en lo
cliché, pero el elenco de No Molestar es tan bueno que cada
aparición, por más corta que sea, genera risa y aporta al filme como un todo.
El segundo
motivo por el cual la película resulta tan efectiva, es el ritmo; factor
que muchas comedias descuidan y por el que no logran mantener la atención del
espectador. Patrice Leconte opta por no dejar espacios largos entre los gags. Más bien, conforme avanza la historia, va hilando las distintas situaciones de
forma trepidante, como si fueran piezas de dominó que, sin parar se empujan
unas a otras. De esta forma, en vez de dejar que la trama retorne al ritmo
apacible con el que comenzó, Leconte aprovecha el momentum cómico de la situación y lo lleva un paso más allá con la
siguiente. A propósito, en cierta forma
el ritmo de la película me recordó al de una montaña rusa. Es lenta en sus
primeros instantes, pero no tarda en coger velocidad, y una vez que lo logra,
no hace más que incrementarla cada vez más, para explosionar en un clímax tras
el cual pensé. La sensación final fue la de la mencionada montaña rusa: “¿cómo es que pasó tan rápido?”, “¡quiero
hacer (ver) eso de nuevo!”.
Dirección: Patrice Laconte
Idea original: Florian Zeller (de su novela homónima)
Guión: Patrice Laconte
Reparto: Christian Clavier, Carole Bouquet, Rossy de
Palma, Stéphane De Groodt, Valérie Bonneton, Sébastien Castro
País: Francia
Año: 2014
Género: Comedia
Duración: 79 minutos
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