Por: Alexiel Vidam
En tres días se
estrena en Netflix la segunda temporada de Sex Education, así que es buena
ocasión para refrescar un poco la mente sobre la primera temporada, y animar, a
quienes aún no la han visto, a embutirse sus 8 episodios antes del estreno de
la segunda.
Lo primero que debo
decir sobre Sex Education, es que tiene
una manera muy inteligente de manejar el asunto del sexo. Como su título lo
indica, el sexo está sumamente presente, y se convierte en excusa principal
para que los personajes aborden problemas más profundos de sí mismos. La
propuesta es arriesgada; sin embargo, es tratada con mucho acierto, pues —aunque
usted no lo crea—, ni una pizca de la
gran cantidad de sexo que se nos muestra es gratuita.
Sex Education, es la historia de Otis (Asa Butterfield), un adolescente de 16 años algo torpe y nada
popular. Su madre es la Dra. Jean F.
Milburn (Gillian Anderson), una reconocida terapeuta sexual. Paradójicamente,
Otis es un chico bastante reprimido acerca de su sexualidad; de hecho, su
mejor amigo Eric (Ncuti Gatwa) bromea
constantemente acerca de su incapacidad para masturbarse.
Para añadir otra
paradoja a la historia, Otis resulta ser un erudito del sexo, pues se ha
pasado la vida escuchando los discursos de su madre, quien tiene su consultorio
en su propia casa. Este detalle es
descubierto por Maeve (Emma Mackey), una estudiante rebelde y con fama de
promiscua, quien le hace una propuesta: “Yo
me encargaré de los negocios, tú de la terapia”.
En un principio Otis se niega, pero la atracción que siente por Meave le hace ceder, iniciando entonces, su consultorio de terapia sexual estudiantil.
En un principio Otis se niega, pero la atracción que siente por Meave le hace ceder, iniciando entonces, su consultorio de terapia sexual estudiantil.
Puede que durante los
primeros 2 minutos del primer capítulo digas: “Ok, acá vamos a tener bastante
morbo”, pero pronto te das cuenta de que esto va de mucho más: se trata del
mundo interior de unos personajes en plena etapa de descubrimiento; no sólo de
sus cuerpos, también de sus sentimientos, deseos, frustraciones, anhelos… de su
propia identidad.
A mi parecer, éste es el punto más interesante de la serie, pues se dedica a abordar dramas adolescentes con mucha empatía, equilibrando con agudeza la comedia y la nota emotiva, y resolviendo dudas y curiosidades típicas de esta etapa.
A mi parecer, éste es el punto más interesante de la serie, pues se dedica a abordar dramas adolescentes con mucha empatía, equilibrando con agudeza la comedia y la nota emotiva, y resolviendo dudas y curiosidades típicas de esta etapa.
Algo que también me
ha gustado bastante es el manejo del arte y el vestuario. Aunque ha habido fuertes
críticas respecto al ambiente “americanizado” que presenta esta serie británica
(especialmente el colegio, donde —al más puro estilo de gringoladia—, observamos los lockers,
el baile escolar, la ausencia de uniformes y las típicas chaquetas deportivas),
esto tiene respuesta en las influencias
que tomó la creadora Laurie Nunn para inspirarse: películas americanas de
adolescentes tales como The Breakfast
Club o 10 Things I Hate About You
(de hecho, la escena en que Jackson le canta a Meave, está directamente
inspirada en Patrick —Heath Ledger— cantándole a Katrina —Julia Stiles— con
toda la banda escolar).
Vale decir, además, que en la serie nunca se especifica la época ni el lugar en que ocurren los hechos, lo cual permite a la autora utilizar varios referentes ochenteros y foráneos, a fin de hacer un producto más universal. Quitando este detalle polémico de en medio, podemos decir que los ambientes encajan perfectamente con lo que la autora quiso plasmar, y que el vestuario transmite a primera vista gran parte de la personalidad de los personajes.
Vale decir, además, que en la serie nunca se especifica la época ni el lugar en que ocurren los hechos, lo cual permite a la autora utilizar varios referentes ochenteros y foráneos, a fin de hacer un producto más universal. Quitando este detalle polémico de en medio, podemos decir que los ambientes encajan perfectamente con lo que la autora quiso plasmar, y que el vestuario transmite a primera vista gran parte de la personalidad de los personajes.
Y no podemos hablar de Sex Education, sin mencionar su banda
sonora. El soundtrack va directo al corazón retro-lover, y resulta ser una inyección de cultura musical para la
generación centennial. En la lista de canciones que lo componen
se encuentran temas de The Smiths, Billy Idol, The Cure, Louie Armstrong, A-Ha,
entre otros. Si eres amante de la buena música, es imposible no simpatizar con
esta serie.
Acerca de
las actuaciones, debo decir que —en
general— todas me gustaron. Gillian
Anderson personifica perfectamente a esa madre que se las da de liberal
pero en el fondo es sumamente controladora y asfixiante. Asa Butterfield, por su parte, personifica bastante bien al chico
promedio que cree que se siente bien pasando inadvertido, hasta que algo —de
repente— le lleva a descubrir lo que le hace especial.
Emma Mackey también calza eficientemente con el rol de la chica ruda que —muy en el fondo—es un marshmallow. Sin embargo, quien destaca entre todos ellos, es Ncuti Gatwa, como el mejor amigo gay de Otis. Gatwa, interpreta a un Eric que, al principio, se maquilla a escondidas y sufre de bullying, pero luego rompe con sus miedos y planta cara a cualquier matón que pretenda intimidarlo.
Vale decir que, para entrar más en su personaje, el actor invirtió bastante en maquillaje y siguió muchos tutoriales en internet.
Emma Mackey también calza eficientemente con el rol de la chica ruda que —muy en el fondo—es un marshmallow. Sin embargo, quien destaca entre todos ellos, es Ncuti Gatwa, como el mejor amigo gay de Otis. Gatwa, interpreta a un Eric que, al principio, se maquilla a escondidas y sufre de bullying, pero luego rompe con sus miedos y planta cara a cualquier matón que pretenda intimidarlo.
Vale decir que, para entrar más en su personaje, el actor invirtió bastante en maquillaje y siguió muchos tutoriales en internet.
Finalmente, cabe señalar que Sex Education revive algunos arquetipos clásicos de las películas
de adolescentes, pero esto no molesta en absoluto, pues, más allá de ciertos moldes generales (el tímido, la chica ruda, el
deportista, el malote, el gay, etc.), cada personaje desarrolla sus propios
conflictos de manera única. Equilibrando ambos factores—molde típico y
rasgos únicos—, la serie consigue la empatía y el enganche necesarios para
tenernos pegados de inicio a fin.
Ahora se viene la
temporada 2 y desde el tráiler pinta bastante bien…
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